La Vida Cristiana
Las relaciones con las demás personas. Lección 14 de 24
Con alguna frecuencia se presentan choques y disgustos, y estos nos amargan la vida y nos quitan el gozo del Señor. Fácilmente se daña el testimonio cristiano y se perturba la paz de la iglesia. A continuación, mencionaremos tres tipos de dificultades, sus causas, y daremos sugerencias en cuanta a cómo solucionarlas.
1. Cuando alguien me ofende. De pronto con una palabra hiriente o con una crítica; quizá por un incumplimiento o por no ponerme atención. Por ejemplo, el hecho de no saludarme alguna vez puede ser un golpe duro.
Si me ofendo ante estas cosas, estoy mostrando mi orgullo; el orgullo insiste en que uno sea tratado bien. Sentimos que tenemos nuestros derechos, y que los demás deben respetar. El orgullo se reconoce por nuestra delicadeza; a veces también puede ser envidia.
¿Qué hacemos? Debemos entender que el cristiano no tiene el derecho de enojarse por asuntos meramente personales. El enojo es un pecado (Colosenses 3:8). Como Cristo nos enseñó, hay que volver la otra mejilla (Mateo 5:39). No tenga en cuenta la ofensa; olvidemos. Si la persona actúa con malicia, háblele para hacerle ver el error de sus caminos (Gálatas 6:1); si no acepta, lleve a otro para charlar (Mateo 18:15-17). No debemos buscar nuestro bien, sino el del otro. No tenga en cuenta los detalles pequeños; no insista en sus derechos; deje que el otro tenga la ventaja; no juzgue. Hay que tener dos para pelear, y con paciencia, el asunto va pasando (Proverbios 15:1; Romanos 12:14; 12:17-21). Humíllese. Actuando así agrada a Dios y tendrá la conciencia limpia. Aunque los demás no cumplan con uno, debe cumplir con Dios y con ellos.
2. Cuando yo ofendo a otra persona. Puede ser por prejuicio o malicia, o puede ser por equivocación. Debo estar pendiente y tener cuidado y así no cometer estas ofensas. Puede ser nuevamente el orgullo que me tiene viendo solamente lo mío y no el bien y los deseos de las demás.
¿Qué hago? Si me doy cuenta de haber ofendido, debo ir en seguida y arreglar. Si fue por malicia, debo confesar a Dios y a la persona mi pecado. Si fue por ignorancia o por equivocación, debo explicar el asunto, pedir perdón y arreglar el daño hecho. No debo olvidar el problema; no debo esperar a que me hablen; debo ganarme a mi hermano. Luego, debo dejar de hacer lo que ofende (claro, sin dejar de obedecer a Dios primero).
3. Si hay diferencia de pareceres o de gustos. Estos pueden llevarnos a choques y a disgustos, y el problema, una vez más, es el orgullo. Claro, hay cosas en las que uno tiene que obedecer a Dios y no ceder ante los gustos de los demás. Pero, debemos tener cuidado para saber si hemos entendido bien la Biblia, o si no. Si no es un asunto esencial, sino algo que se puede hacer de distintas maneras, debo humillarme y dejar que el otra se salga con la suya. Pero, si es algo esencial, debo hacerlo conforme a la Biblia, en amor cristiano.
Tengamos en cuenta el ejemplo de Cristo en lo que se refiere a nuestras relaciones con los demás.
Preguntas de repaso:
1. ¿Cuáles son las causas más frecuentes de los disgustos?
2. ¿Qué debo hacer cuando sé que otra persona está ofendida?
3. ¿Qué debo hacer cuando he ofendido?
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