La Vida Cristiana
Su poder. Lección 4 de 24
Hay una ayuda: el Espíritu Santo
Cumplir con lo que se vio en la lección pasada, eso sí nos parece imposible. ¡¿Vivir solamente para Dios?! No estamos acostumbrados a eso; hay tantas cosas que nos lo impiden; son muchos los enemigos en contra; no tenemos fuerzas. Muchas veces aun nuestros deseos son muy débiles. Pero, hay esperanza. Dios no nos deja solos; Él nos pide algo y luego nos da la ayuda para que podamos cumplir. La ayuda que nos da es una persona, es el mismo Espíritu Santo de Dios, la tercera persona de la Trinidad. Personalmente Él viene a morar en el corazón del creyente (Juan 7:38-39).
Pablo escribió: “...si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.” (Romanos 8:13b). ¡Por el Espíritu, podemos! No hay otro poder suficiente. Sin Él, no podemos.
El hombre natural confía en sí mismo
Qué fácil es engañarnos. Llegamos a pensar que en nosotros hay poder suficiente para todo. Pensamos que somos capaces de echar de nuestra vida todas las costumbres que la ley de Dios prohíbe. Pero, sin el Espíritu ni reconocemos qué tan malas son estas cosas, (Juan 16:8). El “hombre natural” está corrompido de tal manera que no sabe discernir bien las cosas. Llama bueno a lo malo y malo a lo bueno. Nos toca tener al Espíritu para que Él nos enseñe. (Véase Gálatas 3:3).
Hay mucha distancia entre saber que algo es malo y el poder desecharlo. Más aún, esto es difícil cuando por naturaleza amamos las cosas malas. ¿Quién encuentra fácil dejar de hacer algo que ama? Semejante tarea está más allá del poder humano. Posiblemente uno logre encubrir o disfrazar lo malo por un tiempo. Pero, tarde o temprano, vuelve a aparecer. Por un tiempo podría ser que uno logrará calmar los pecados más groseros, pero solamente el Espíritu Santo puede arrancar de raíz la planta venenosa. Sin el Espíritu, todo resulta en vano. Nos toca “andar en el Espíritu y no satisfacer los deseos de la carne.” (Gálatas 5:16).
Solo en Cristo se vence el pecado
Solamente el cristiano puede ganarle la batalla al pecado, y así agradar a Dios. Lo puede hacer porque tiene al Espíritu en su vida (Romanos 8:9); esto es cierto para todo creyente (1 Corintios 12:13). Todo cristiano tiene como meta honrar a Dios, y en alguna medida lo hace. La presencia del Espíritu en la vida del cristiano tiene este fin.
El Espíritu del que hablamos es el Espíritu Santo y está en los creyentes, para volvernos santos. Su presencia es real y es poderosa; es el poder del cristiano para luchar contra el pecado. No está tanto para darnos dones, sino para hacernos santos. Sin Él no podemos glorificar a Dios, pero con Él, podemos hacerlo con algún éxito. Dejemos de confiar en nosotros mismos, en nuestros propósitos y en nuestros esfuerzos. Pongamos toda nuestra confianza en Dios.
Preguntas de repaso:
1. ¿Por qué al cristiano le resulta imposible vivir en su propia fuerza?
2. ¿Cuál es la ayuda que Dios da para que podamos vivir siendo agradables ante Él?
3. Diga las dos maneras en las que el Espíritu Santo nos ayuda.
4. ¿Por qué solamente el cristiano puede ganar en la lucha contra el pecado?
5. ¿Con qué fin el Espíritu está presente en el corazón del creyente?
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