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A mi amada familia

AMiAmadaFamilia

El pastor y misionero César Triana, nos dirige en esta serie presentando el evangelio. (Foto: Henry Burrows/Flickr)


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Y edificó allí David un altar a Jehová, en el que ofreció holocaustos y ofrendas de paz, e invocó a Jehová, quien le respondió por fuego desde los cielos en el altar del holocausto. Entonces Jehová habló al ángel, y éste volvió su espada a la vaina.” 1 Crónicas 21:26-27

La historia del censo de Israel es una en donde se mira con claridad la soberanía de Dios (2 Sm. 24) y la responsabilidad de las criaturas (1 Cr. 21). Pero de este pecado cometido por David, quisiera resaltar que no bastó que el rey reconociera su culpa, que se arrepintiera; fue absolutamente necesario que animales puros y sin defecto, figuras de Cristo, fueran sacrificados para calmar la ira justa de Dios y de esta manera cesar la mortandad.

Así, no basta con solo reconocer nuestro pecado. Si en nuestro arrepentimiento no colocamos totalmente nuestra confianza de reconciliación en el único sacrificio que nos libra de la ira justa de Dios, en Jesús, el Cordero perfecto quien con los pecados de su pueblo fue sacrificado en una cruz, para que ellos fuesen libres de la ira eterna de Dios, el pecado no es perdonado y la ira permanece.

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...la sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado.” 1 Juan 1:7

Ningún ser humano puede, mediante obras, ritos, sacramentos, religiones o invocación de seres creados encontrar la limpieza de su conciencia de todos los pecados que ha cometido desde que fue engendrado, ni los que cometerá hasta su momento de morir. Solo existe una fuente, ¡la sangre de Jesucristo derramada en la cruz del calvario!

Todos los que hoy están en la presencia de Cristo y los que estarán, fueron lavados por Dios en esa preciosa fuente. Sus conciencias fueron limpiadas de las obras muertas para poder servir al Dios vivo. En esta fuente fueron lavados los deshonestos publicanos Mateo y Zaqueo, la prostituta que le lavó los pies a Jesús con sus lágrimas y se los secó con sus cabellos, en esa sangre fue lavado el reo que estaba muriendo al lado del Señor en el momento en que le dijo: “Señor acuérdate de mí cuando vengas en tu reino” y por ello el Señor le dijo: “Hoy estarás conmigo en el paraíso.” En esa preciosa fuente fue lavado un hombre que abiertamente odiaba con todas sus fuerzas a Jesús, Saulo de Tarso, el cual después dijo: “palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero.”

Sí, si por la gracia de Dios, confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos con su sangre de toda maldad. Si las peores personas al ir a Jesús con su multitud de pecados fueron recibidas, perdonadas, limpiadas y mudadas en unas nuevas criaturas, ¿qué esperas que no vas a Él? No resistas más, Él te dice: “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta; si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.” Isaías 1:18

 

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Y Micaías respondió: Vive Jehová, que lo que Jehová me hablare, eso diré.
Y el rey de Israel dijo a Josafat: ¿No te lo había dicho? Ninguna cosa buena profetizará él acerca de mí, sino solamente el mal.” 1 Reyes 22:14,18

Los que como el rey de Israel, que son orgullosos, arrogantes, tercos, que rinden culto a seres creados, practican la brujería, o que en general viven conforme a los deseos de la carne y no a la Palabra de Dios, rechazando su gracia, gustan de maestros que les anuncien mensajes positivos sobre su salud, prosperidad económica, triunfo frente a sus enemigos, pero detestan a aquellos que como Micaías les hablan lo que Dios dice: que el que siembra para la carne, segará corrupción.

 

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Si pecare el hombre contra el hombre, los jueces le juzgarán; mas si alguno pecare contra Jehová, ¿quién rogará por él? Pero ellos no oyeron la voz de su padre, porque Jehová había resuelto hacerlos morir.” 1 Samuel 2:25

Aquí se está hablando de los hijos de Elí, quienes menospreciaban las ofrendas de Dios, los sacrificios, figuras de Cristo, y se habían entregado al degenero sexual.

Con esta historia aprendemos que cuando alguien ya definitivamente no quiere oir las reprensiones, es porque Dios mismo le ha endurecido el corazón para condenación. Terrible noticia, pero cierta. Dios no puede ser burlado.

Que el Señor sea glorificado.

 

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Así el rey Joás no se acordó de la misericordia que Joiada padre de Zacarías había hecho con él, antes mató a su hijo, quien dijo al morir: Jehová lo vea y lo demande.” 2 Crónicas 24:22

La historia de Joás quedó escrita para enseñar, entre otras cosas, algunas características de una persona ingrata.

Este hombre recibió del sumo sacerdote Joiada, y familia, desde ser salvo de la masacre de la familia real, coronación como rey de Juda, hasta la afirmación de su reino. Y, ¿cómo pagó? Dando muerte a Zacarías, hijo de Joiada, quien por mandato de Dios le hizo ver su desvío de las cosas del Señor.

Al ingrato practicante nunca será suficiente lo que se le dé para que en su corazón ame a su benefactor. Su afecto no está en el que lo beneficia sino en lo que puede recibir. Mientras recibe puede aparentar piedad a Dios y amistad con el que le da, pero tarde o temprano muestra su real rostro. Su máscara de falsa piedad cae para mostrar abiertamente su traición y odio. Solo si estamos realmente unidos a Cristo podemos ser libres de este malvado pecado y ser gratos con Dios por las personas que el usa para beneficiarnos.

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Vino ella luego, y lo contó al varón de Dios, el cual dijo: Ve y vende el aceite, y paga a tus acreedores; y tú y tus hijos vivid de lo que quede.” 2 Reyes 4:7

De la historia de la multiplicación del aceite para beneficiar a una mujer y a sus hijos, cuyo esposo, siervo temeroso del Señor había muerto dejándole una deuda, podemos aprender mínimo tres cosas:

Debemos evitar las deudas para evitar dejar a los nuestros con problemas. Romanos 13:8 dice: “No debáis a nadie nada...

Cuando Dios nos provee, debemos en primer lugar pagar lo que debemos, ya que Salmos 37:21 dice: “El impío toma prestado, y no paga...

Y que el Dios de la Biblia es efectivamente el Dios de las viudas y de los huérfanos, de los desvalidos, de los desamparados.

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…Uza extendió su mano al arca de Dios, y la sostuvo; porque los bueyes tropezaban. Y el furor de Jehová se encendió contra Uza, y lo hirió allí Dios por aquella temeridad, y cayó allí muerto junto al arca de Dios.” 2 Samuel 6:6-7

Podemos tener buenos sentimientos y disposición, como Uza, para servir al Señor, pero si al igual que Uza tal servicio no es conforme a las Escrituras en su contexto, en lugar de agradar a Dios despertamos su ira santa.

Como servirle a Dios no es una opción, entonces con diligencia debemos escudriñar las Escrituras, pidiendo sabiduría, para que nuestro servicio sea conforme a su voluntad y no a lo que nos dicte nuestro engañoso corazón.

Feliz día.


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Pues no debiste tú haber estado mirando en el día de tu hermano, en el día de su infortunio; no debiste haberte alegrado de los hijos de Judá en el día en que se perdieron, ni debiste haberte jactado en el día de la angustia.” Abdías 1:12

Edom, la nación formada por Esaú y su descendencia, guardaron un rencor perpetuo contra Israel. La compra de la primogenitura por un plato de lentejas y la suplantación delante de Isaac para recibir la bendición por parte de Jacob siempre fue visto como un acto perverso contra Esaú. Pero ni Esaú ni su descendencia reconocieron que Dios propició ello, no solo porque Él había anunciado que el mayor, Esaú, serviría al menor, Jacob, también porque Esaú no tenía ningún aprecio por los asuntos de Dios, por ello no le dio valor alguno a la primogenitura, lo cual indicaba no darle valor al futuro Mesías, a Cristo.

Ese odio llevó a Edom a buscar siempre el mal para Israel, a sentirse feliz cuando ellos caían, a apoyar a los a los que los atacaban y hasta matarlos cuando podían.

El odio está presente en todo corazón, pero la práctica del odio, el guardar siempre rencor, el alegrarse con la caída del odiado y de manera directa o indirecta buscar su mal, es algo propio de los que están separados de Cristo.

Delante de Dios no existe justificación para odiar a alguien. Puede que me haya hecho todos los males habidos y por haber, pero mi corazón debe estar libre de la culpa de ese pecado. Mas nadie en sus propias fuerzas puede dejar de odiar, es imposible; al intentarlo solos, lo único que conseguimos es ocultar ese pecado, volvernos hipócritas. Debo, sin justificaciones, acercarme a Cristo y con toda sinceridad y humillación pedir perdón por este abominable pecado, por el odio, que es una manera de ser asesinos, de otra manera juntamente con los Edomitas, en el día del juicio seremos culpados de homicidio.

 

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¿Me ofrecisteis sacrificios y ofrendas en el desierto en cuarenta años, oh casa de Israel? Antes bien, llevabais el tabernáculo de vuestro Moloc y Quiún, ídolos vuestros, la estrella de vuestros dioses que os hicisteis.” Amós 5:25-26

Cuando leemos la historia de Israel desde Egipto, pasando por el desierto y su estadía en la tierra prometida, nos preguntamos, ¿cómo es posible que ese pueblo viviendo y experimentado tantos milagros diarios, con tanta facilidad se revelara contra Dios? La respuesta es: Israel solo esperaba de Dios sus beneficios, no más, pero su amor y adoración real se las daba a sus ídolos que guardaba en su corazón. Por ello cuando en apariencia faltaba algo o se veía en peligro se revelaba contra Dios, y en la abundancia lo abandonaba.

El idólatra, con relación a Dios, se puede comparar con la siguiente historia: “piensa en alguien con quien no tienes ninguna obligación, alguien al que le das vivienda gratis, comida y bebida gratis, protección en todo sentido gratis, y que lo llenas en general de todos tus beneficios gratuitamente. De repente algo falta, y entonces te reclama con enojo como si fuera obligación, actitud que nunca cambia. Pero lo peor es que además de ello, descubres que tal persona no solo te está utilizando, no solo es mal agradecido, sino que el mejor amigo de él, con el que se encuentra a escondidas y deposita toda su confianza es tu peor enemigo, aquel que con todas sus fuerzas está buscando tu destrucción.” Así actúa un idólatra con Dios.

Quizá nosotros critiquemos a Israel por ser así como el personaje de la historia, pero, ¿y nosotros? ¿No seremos iguales o peores? ¿No será que ahora, cuando Dios aún no ha proporcionado el remedio para esta pandemia, algunos estén desempolvando sus ídolos o recurriendo a la brujería y falsas creencias, para supuestamente ser librados o blindados contra el virus por temor a morir? Su dios son sus ídolos y el ocultismo.

¿No será que algunos, por la escasez de alimentos están entrando en desespero, “¿qué comeré?” “¿qué me pondré?” y por ello están dispuestos a hacer cosas contrarias a la voluntad de Dios para suplir tal necesidad? Su dios es su propio vientre.

Y si alguno tiene abundancia, ¿no será que su confianza está en lo que posee y no en Dios quien se las proporcionó? ¿le sería fiel a Dios si Él le quitara todo, como lo hizo con Job? ¿no? Entonces su dios es el dinero.

Se sabe quién no es idólatra cuando en todo tiempo, sea de prueba o de paz, tal persona agrada a Dios conforme a su Palabra, y en la práctica dice con Pablo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” Fil. 4:13

 

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Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas,
que echan a perder las viñas;
Porque nuestras viñas están en cierne.” Cantares 2:15

Hay cosas malvadas en nosotros, las cuales debido a nuestro mal discernimiento del pecado las consideramos pequeñas, las consideramos no peligrosas, y como hasta parte de nuestro carácter, y entonces no les damos el trato requerido; y cuando nos damos cuenta, ya han hecho un desastre en nuestra vida espiritual. Un poco de levadura leuda toda la masa, dice el Señor. Veamos unos ejemplos:

- Hay personas que no son adulteros ni fornicarios practicantes, pero no ven mal observar escenas pornográficas o mirar con deseo a otra persona. Una “simple mirada”… una zorra pequeña llevó a David al adulterio físico, luego al homicidio, al desastre familiar y hasta al sufrimiento a toda una nación.

- Hay personas que no se atreverían a robar grandes cantidades de dinero, pero no ven mal dejar de pagar 100 pesos en la tienda, o coger una moneda, un dulce, o una frutica del vecino. Judas, quien cargaba la bolsa del dinero, no robaba grandes cantidades, pero terminó vendiendo al Señor.

- No seriamos capaces de asesinar a alguien, por lo menos así pensamos, pero almacenamos pequeños resentimientos, envidias. Caín también comenzó por ahí y terminó matando a su hermano.

Si Dios dice que el salario del pecado es la muerte y para remediar este problema, que no podemos solucionar, se requirió obligatoriamente la venida de Cristo, entonces no existe pecado pequeño ni estado de él en que sea menos peligroso.

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Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre,” Daniel 2:44

A Nabucodonosor se le mostró el curso de la historia de manera resumida cuando una imagen compuesta de diferentes elementos, que representaban los grandes imperios, pero en general todos los reinos de la tierra, fue destruida y desaparecida sin dejar rastro por una Piedra que representa el único reino que permanecerá eternamente. ¿Y cuál es ese reino eterno? El Israel de Dios cuyo Rey es Jesucristo. Él dijo: “Mi reino no es de este mundo...” Juan 18:36

Un día ninguna de estas naciones existirá más, ni esta tierra en la cual pisamos, ni este universo que vemos hoy, todo, absolutamente todo dejará de existir. “Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas.” 2 Pedro 3:10 Entonces esta creación dará paso a “…cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia.” 2 Pedro 3:13

¿Y quiénes serán los que estarán allí?  Aquellos que eternamente amó y predestinó el Padre, por los cuales Cristo vino a derramar su vida y a resucitar, aquellos que son nacidos de nuevo por el Espíritu Santo, y que son perfeccionados y guardados por Dios hasta el fin. Personas de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas las cuales están siendo llamadas. A ellos Cristo les dirá cuando venga en su gloria: “…Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.” Mateo 25:34

Por lo que creemos y por los frutos que mostramos, sinceramente, con toda honestidad, ¿sí estamos dando evidencia de pertenecer a ese reino eterno?

 

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Por la mañana siembra tu semilla, y a la tarde no deje reposar tu mano; porque no sabes cuál es lo mejor, si esto o aquello, o si lo uno y lo otro es igualmente bueno.” Eclesiastés 11:6

Mi abuelo tenía el dicho y la práctica de todos los días sembrar una planta, porque “así nunca faltaría la comida” decía él. Sin duda que él sabía que no todas producirían igual y hasta que algunas ni llegarían a producir, pero él no pensaba en ello, su alma diligente lo llevaba a sembrar independiente del resultado.

Los cristianos debemos ser en todo tiempo diligentes en sembrar la Palabra de Dios, y no solo cuando en nuestra prudencia creamos que es tiempo propicio. En asuntos espirituales en realidad el tiempo siempre es propicio, porque el efecto de la siembra es obra cien por ciento de Dios. El resultado de la siembra es de salvación o de condenación para el que escucha es de Dios, nuestra responsabilidad es sembrar con diligencia y de la manera correcta.

 

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Pero el pueblo de la tierra intimidó al pueblo de Judá, y lo atemorizó para que no edificara.” Esdras 4:4

El pueblo judío retornó del exilio con el objetivo de reconstruir el templo de Jerusalén, figura del celestial, algo vital para su comunión con Dios. Pero encontró tamaña oposición que hasta se logró que sus enemigos pararan temporalmente la obra.

Los que han nacido de nuevo son hoy el templo del Espíritu Santo, y como tal su vida espiritual necesita ser diariamente edificada, pero así como Judá, sufrimos horrenda oposición. De afuera las críticas, acusaciones, ridiculización, las tentaciones a que actuemos carnalmente o que volvamos al mundo; de dentro nuestro viejo hombre usando con todas sus fuerzas su perversidad: la pereza, la negligencia, el amor al dinero, la búsqueda de la fama, el poder y la gloria terrena, la incitación a los placeres mundanos, etc. Pero, así como Judá finalmente venció, así el verdadero pueblo de Dios, debido a Cristo lo hizo todo por ellos, vence.

Como mayor es el que está en nosotros, que el que está en el mundo, es que en todas estas cosas somos más que vencedores. Esa es la evidencia de ser templo del Dios viviente.

Feliz día.

 

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“...Ester hacía lo que decía Mardoqueo, como cuando él la educaba.” Ester 2:20b

 

Esta jovencita entendió, asimiló y practicó, por la gracia del Señor, el mandamiento de honrar a los padres. El trabajo realizado por Mardoqueo, padre adoptivo, no fue en vano, fue usado por Dios para hacer de ella una niña humilde, niña dócil que se dejaba guiar por los que sabían, algo que es evidencia de la humildad.

¿y cuál fue el resultado? ¿Qué hizo Dios? Pasó de ser nadie a los ojos de los hombres, para bien de muchos, a ser la reina del imperio Medo-persa. Pero quizá alguien diga: “Pero he visto orgullosos, arrogantes, vanidosos que han sido también enaltecidos.” Hay que reconocer, sí, existen, y muchos, como ejemplo Amán, en el mismo libro de Ester, pero a diferencia de Ester cuyo enaltecimiento fue para bien, el de los orgullosos es para su ruina y ruina de los que le siguen.

Antes del quebrantamiento se eleva el corazón del hombre
Y antes de la honra es el abatimiento.” Pr. 18:12

 

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“Esparciré sobre vosotros agua limpia y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.” Ez. 36:25-27

Un misionero dando su testimonio dijo: “Cuando nací, mis padres, para que mi pecado original fuese quitado, es decir, para que naciera de nuevo, lo cual implica ser limpiado de la inmundicia e idolatría, ser substituidos el corazón de piedra y el espíritu muerto por un corazón sensible y un espíritu nuevo, y desde ahí tener la presencia permanente del Espíritu para poder obedecer a Dios, me mandaron bautizar. Con tamaña obra sobrenatural, ¿no se esperaría que desde ahí llevara una vida santa? Pero desde que tuve uso de razón ni en mi infancia, adolescencia y juventud, nunca vi tal santidad. Todo lo contrario, me deleitaba pecando, me enorgullecía al salirme con las mías; mis pensamientos, palabras y acciones se inclinaban siempre a lo malo, pero claro, en muchas de esas cosas aparentaba que no era así. ¿Qué falló? ¿No me echaron el agua que era? Después de tanto desastre, Dios en su misericordia, permitió que escuchara su santa Palabra, su Biblia, sus Escrituras, y cuando esto aconteció Dios hizo que experimentara una real mudanza de vida. Comencé a amar lo que antes aborrecía, la santidad; y comencé también a luchar y a aborrecer en mí lo que antes amaba: el pecado. Leí y comprendí que el agua que Dios usa juntamente con su Espíritu para hacer nacer de nuevo no es el bautismo, ese rito no muda a nadie, es la Palabra de Dios, tal como dice 1 P. 1:23 “Siendo renacidos... por la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre.” También comprendí que Dios me hizo nacer de nuevo, porque Cristo había cargado mis pecados, muerto y resucitado por mí.” dijo el misionero.

 

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He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá.” Habacuc 2:4

Como Habacuc anuncia la inminente caída de Judá, y la razón se debía a que casi la totalidad de las personas tenían alma no recta, y los justos eran en extremo escasos, es bueno que hablemos un poco de cada uno de ellos.

1. Los del alma no recta. Ellos adoraban a Dios en el templo, figura del celestial, tenían y escuchaban la ley, pero al mismo tiempo terminaban adorando a todo dios falso que se les presentaba, y absorbían con facilidad toda creencia errada. Ese estado espiritual, no recto, se reflejaba en el trato para con Dios y para con el prójimo. Para con Dios, su rechazo total a los mensajes divinos anunciados por los profetas, y para con el prójimo buscando cada uno lo suyo. Es claro, entonces, que ellos no se guiaban por lo que Dios les ordenaba, sino por lo que en su propia voluntad querían, esto es enorgullecerse, ser su propio dios, y lanzarse al abismo de la destrucción. Cuando nosotros hacemos nuestra propia voluntad y no lo que Dios en sus Escrituras nos ordena, nos estamos enorgulleciendo, enalteciendo, divinizando; algo que trae como consecuencia la inminente la caída. La práctica del orgullo es clara señal de que en nuestro corazón hay creencias erradas, que no somos rectos, y que si escuchamos la Palabra de Dios somos meramente oidores y no hacedores de ella, es señal de que estamos aún muertos en nuestros delitos y pecados.

2. Los justos. En este diminuto grupo de personas encontramos a Habacuc, Jeremías, entre otros. Sus vidas eran totalmente opuestas a la de los anteriores. Pero es necesario recordar que ellos ni nadie eran o son justos o inocentes, ni de que actuaban con rectitud delante de Dios por sus propias capacidades. Una persona es justa, en primer lugar, cuando Dios en su gracia coloca la obediencia de Cristo en su favor y por tanto lo declara inocente delante de Él; y en segundo lugar cuando le aplica la salvación alcanzada por Cristo haciéndolo nacer de nuevo, creándolo de nuevo, para que por la obra del Espíritu Santo en su vida pueda obedecer. Este justo ya no se guía, como los de alma no recta, por su propia voluntad, sino por el don de la fe que Dios mismo colocó en su corazón para creer de la manera correcta, y se evidencia por la obediencia a la Palabra de Dios. Miremos nuestro mundo actual, ¿cuál creen que es la proporción de los que no tienen alma recta y de los que son justos? ¿Entendemos por qué nuestro mundo se está dirigiendo vertiginosamente al colapso definitivo? Y nosotros, ¿a cuál grupo pertenecemos?

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¿Es para vosotros tiempo, para vosotros, de habitar en vuestras casas artesonadas, y esta casa está desierta?” Hageo 1:4

Conforme a las Escrituras, por decreto del rey medo-persa Ciro, muchos israelitas volvieron del cautiverio para reedificar el templo en Jerusalén. Al tratar de hacerlo encontraron una terrible oposición, a punto tal que les tocó desistir en su propósito, (Esdras 1-4) ¿Qué hicieron los judíos? ¿buscaron a Dios para que les ayudase? No, se acomodaron a la situación y se dedicaron solo a buscar sus intereses materiales, trayendo sobre sí miseria; pues su real bienestar estaba en restaurar su comunión con Dios con la reconstrucción del templo, figura del celestial. Dios usó a Hageo para hacerlos salir de su letargo y reiniciar, para su bien, la obra.

Hoy, el templo es la iglesia, pero entiéndase por iglesia al conjunto de personas que por la obra hecha por Cristo son adheridas a Él, momento también llamado nuevo nacimiento. El cuerpo en su totalidad es llamado templo de Dios (1 Co. 3:16-17), mas también cada miembro es llamado templo del Espíritu Santo (1 Co. 6:19). El templo en su totalidad necesita, así como el templo de Jerusalén necesitó, ser edificado. ¿Quién lo hace? Dios lo hace, y Él promete perfeccionar a cada miembro, para que su iglesia en conjunto sea perfecta (Fil. 1:6) Pero, ¿cómo lo hace? Trabajando con todos sus atributos mediante su santísima Palabra; en primer lugar, pasando de muerte a vida a sus escogidos esparcidos por todo el mundo (Ef. 2:1-2; Ap. 7:9), y en segundo lugar, haciendo que todos lleguen a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo (Ef. 4:10-16).

Ahora, aunque la obra es 100% de Dios, y toda la gloria es para Él, algo no debemos pasar por alto, Él usa a cada uno de sus miembros, llamados también piedras vivas de acuerdo con su don para edificar su casa espiritual (1 P. 2:4-5) Mas estas piedras vivas, aunque nuevas criaturas, aun poseen el viejo hombre, contra quien tienen una lucha sin cuartel (Gal. 5:16-17; Ro. 7:7-25), ¿y qué con ello? Pues que en esa lucha, tal como aconteció con los judíos, si se mira más lo que hace el enemigo que lo que Dios hace, puede llegar el desánimo y caer en la tentación de ser negligente en lo que es prioritario, su edificación espiritual, y dar importancia casi que solo a lo que es temporal, trayendo como resultado una vida miserable, sin gusto, sin alegría, vencidos cuando deberían ser vencedores.

¿Está pasando esto con alguno de ustedes? si en verdad es un hijo de Dios, si el Espíritu Santo mora en verdad en usted, ¿continuará en esa vida miserable? ¿No se humillará como los judíos, y continuará buscando la perfección? Si no lo hace usted no es de Dios, pero si lo hace, Dios está en usted, y las palabras dichas a los judíos también son para usted: “…Yo estoy con vosotros, dice Jehová.” Hageo 1:13

 

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...Él dijo: No te desampararé, ni te dejaré;” Heb. 13:5

Nuestro Dios, en su providencia, prometió a su pueblo suplir sus necesidades, tanto físicas como espirituales, y también en no probarnos más allá de lo que podamos soportar. Él coloca la prueba, y Él da la salida.

¿y por qué tanta benevolencia?

Porque si Él, Dios Padre, fue capaz de entregar a su Hijo para que muriera por nosotros y de esta manera pudiésemos estar eternamente con Él, ¿cómo no nos dará con Él las cosas que necesitamos para caminar en nuestra senda de peregrinaje en esta tierra?

Pero, además, ese precioso Cristo que derramó su vida por nosotros, está hoy en el cielo, nuestro Sumo Sacerdote que puede compadecerse de nuestras debilidades.
Acerquémonos, entonces, confiadamente a su trono de gracia y coloquemos ahí todas nuestras dificultades para encontrar oportuno socorro. Les aseguro, lo mínimo que recibimos es su paz, la cual sobrepasa todo humano entendimiento.

 

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“Si retrajeres del día de reposo tu pie, de hacer tu voluntad, y lo llamares delicia, santo, glorioso de Jehová; y lo venerares, no andando en tus propios caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando tus propias palabras, entonces te deleitarás en Jehová; y yo te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te daré a comer la heredad de Jacob tu padre; porque la boca de Jehová lo ha hablado.” Is. 58:13-14

Si el sábado, día de reposo del Antiguo Testamento, que fue una sombra del día del Señor (Col. 2:16-17), era esperado y celebrado con suma alegría por el verdadero judío, ¿con cuánta mayor alegría no debemos esperar y celebrar el día del Señor, sabiendo que con la resurrección de Jesucristo, Dios reposó de la obra de creación espiritual de su pueblo?

“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos.” 1 P. 1:3.

Que nuestro Dios nos de un muy feliz día del Señor.

 

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¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!” Isaías 5:20

Cierto día se le preguntó a una señora: “¿cree que una persona que profetiza, hace milagros y expulsa demonios puede irse para el infierno?” La respuesta instantánea fue: “¡no!” Entonces se le pidió leer Mateo 7:22-23, y aunque con sus ojos leyó que el día del juicio Jesús le dirá a muchos que en su nombre profetizaron, echaron demonios e hicieron milagros: “Nunca os conocí; apartaos de mi hacedores de maldad”, ella no creyó.

Esto mismo ocurre con aquellos que le rinden culto a seres creados, cuando se les dice que esto es profanación del primer mandamiento, Éxodo 20:3; Romanos 1, o cuando se les dice que hacer imágenes y postrarse delante de ellas es profanación del segundo mandamiento, Éxodo 20:4-6. Ocurre también con los que a capa y a espada afirman que no hay infierno, cuando la Biblia dice de los malos, “...que el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. Y no tienen reposo ni de día ni de noche...” Apocalipsis 14:10-11.

Acontece también con aquellos que creen que la salvación es por obras, y ritos, cuando se les dice que la salvación es por pura gracia, porque Cristo ya lo hizo absolutamente todo, Efesios 2. Si somos sabios, cada uno escudriñando las Escrituras de principio a fin, debemos, humillados, pedir al Señor: Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno.

Que Dios nos ayude a todos a examinarnos a la luz de las Escrituras.

 

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Aunque te laves con lejía, y amontones jabón sobre ti, la mancha de tu pecado permanece aún delante de mí, dijo Jehová el Señor.” Jeremías 2:22

El texto enseña que no hay nada que el hombre pueda hacer para limpiarse de su pecado. Pero para encontrar la solución, es necesario primero definir qué es pecado. Pecado es la infracción de la ley (1 Juan 3:4), es decir, pensar, hablar, actuar, en contra de la Palabra de Dios en su contexto. Entonces es imperiosamente necesario examinarnos a la luz de las Escrituras para saber en qué hemos ofendido a Dios, porque hay muchas cosas que podemos estar haciendo y que no las vemos como pecado, incluso posiblemente las miramos como santas, cuando a la luz de la Biblia son abominación al Señor. Por ejemplo, rendirle culto a las criaturas y a las imágenes, negar la existencia del infierno y creer en lo que no existe, como el purgatorio, negar la salvación por pura gracia, etc.

Pero ya sabiendo en qué hemos ofendido al Señor, viene la segunda parte, ¿a quién o a qué acudimos para limpiarnos? Unos, como Judas, van a los sacerdotes; otros, como Herodes, aportan para la construcción de templos y para obras sociales; otros, como los seguidores de Baal, exponen sus cuerpos a sufrimientos dolorosos; otros, como los fariseos, en apariencia van a Dios, a contar sus supuestas piedades; otros, como el texto lo indica, acuden a ritos de purificación. ¡Todo en vano!

Mas el que ha sido convencido de su pecado por el Espíritu Santo, es llevado a Jesús directamente, derramando en Él toda su perversidad, suplicando, implorando por perdón, limpieza y mudanza de vida. Y, ¿qué hace Jesús? No le echa fuera; lo recibe, lo perdona, lo limpia con su sangre derramada en la cruz y olvida su pecado.

 

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“...Conocerías entonces que Dios te ha castigado menos de lo que tu iniquidad merece.” Job 11:6b

Conocemos la historia de Job. Sabemos que quedó en miseria absoluta, sumido en el dolor por la muerte de todos sus hijos y gravemente enfermo. Pero sabemos también que no fue por causa de su pecado, pues Dios mismo da testimonio de que no había otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal.

¿Qué hicieron sus amigos que se acercaron para “consolarle”? Terminaron aumentando su dolor, afirmando que su tragedia se debía a su vida malvada delante de Dios. Es verdad que muchos de los males que padecemos hoy son consecuencia de cosas erradas que hicimos antes, pero por la historia de Job sabemos que no siempre que una persona está sufriendo es por causa de algún pecado. Luego, debemos tener cuidado con la frase: “quien sabe que está pagando…” para que nuestras palabras no terminen siendo ácido y no bálsamo que cure al afligido.

 

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Y todo aquel que invocare el nombre de Jehová será salvo...” Joel 2:32a

Este texto es usado por Pablo, inspirado por el Espíritu Santo en Ro. 10:13 para referirse a la salvación otorgada por Cristo a todo aquel que lo invoque.
Pero, ¿a cuál Cristo, y cómo, y cuáles son las evidencias?

El texto indica, sin lugar a dudas, que Jesús es Jehová o Yhaveh. Por tanto, los que niegan la divinidad de Cristo están perdidos y en dirección al infierno, doctrina en la que por lo general tampoco creen. Un cristo creado, a nuestra medida, no puede salvar.

También están perdidos y en dirección al mismo lugar, el infierno, los que en su intelecto no niegan la divinidad de Jesús, pero en la práctica lo hacen al confiar para ser salvos en sus supuestas buenas obras, en los sacramentos, ritos, sacrificios corporales, mediación de ángeles o seres humanos muertos o aun vivos. Creer que alguien o algo, además de Cristo puede aportar en algo o en poco en la salvación, es hacer de ese alguien o algo un Cristo, es negar el infinito poder de Jesús para salvar y al mismo tiempo decir que su obra para la cual Él descendió y tomó un cuerpo no fue completa, no fue perfecta.

Pero también están perdidos aquellos que creyendo que Jesús es Dios y que hizo la obra perfecta, quieren seguir viviendo en su impiedad, no acuden a Él con su carga de pecados, porque ven de mayor valor, de mayor ganancia, de mayor provecho su práctica, que el ser librados de ella.

Si son salvos, aquellos que convencidos por el Espíritu Santo, y llevados por el Padre celestial, se humillan delante de Cristo entregando su carga de pecados, y como el publicano dicen: “Dios, se propicio a mí, pecador” O como el reo en la cruz: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino” O como la prostituta a la que solo se le escuchaba su sollozo, pero que en su corazón pedía perdón al Salvador. Para todos ellos son las preciosas palabras: “Tu fe te ha salvado, ve en paz” “...hoy estarás conmigo en el paraíso”. Sí, la persona sale justificada, y la evidencia es una absoluta mudanza, pues el que ahora está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.

¿Ya invocó de verdad al Dios hecho hombre, y ve su evidencia?

 

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Y oró a Jehová y dijo: Ahora, oh Jehová, ¿no es esto lo que yo decía estando aún en mi tierra? Por eso me apresuré a huir a Tarsis; porque sabía yo que tú eres Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de gran misericordia, y que te arrepientes del mal.” Jonás 4:2

Sé que en mi familia y amigos que reciben estos mensajes, hay algunos que creen que la salvación es por obras, por méritos personales. Les ruego, por amor a sus almas, leer una y otra vez el libro de Jonás, para que mediante la iluminación del Espíritu se den cuenta, como se enseña en toda la Biblia, que la salvación es y tiene que ser un regalo de Dios, es por pura gracia.

Los ninivitas habían llegado a una maldad extrema, igual a la de los de Sodoma y Gomorra, por ello Dios dice: “…porque ha subido su maldad delante de mí.” Jonás 1:2, palabras similares a las dichas en Gn. 18:21 refiriéndose a los sodomitas. Pero alguno dirá: “Bueno, está bien, ellos eran malos, pero tal vez la predicación del profeta: su elocuencia e invitación a venir a Dios fue dicha con tanto amor que los convenció.” ¡Nada! el profeta aborrecía como ninguno a este pueblo, no les quería predicar y su mensaje no fue de amor, fue de juicio, de condenación, algo que deseaba con toda su alma. Pero otro dirá: “pero ellos si aportaron por lo menos una obra, el arrepentimiento.” El arrepentimiento no está de manera natural en el hombre, es un don de Dios producido por el Espíritu Santo. Dios es quien hace nacer en nosotros tanto el querer como el hacer, por su buena voluntad. Les repito, como en otras ocasiones, si el hombre pudiera hacer algo para su salvación, al menos el 1%, no había sido necesario la venida de Cristo para morir por pecadores como nosotros. No depende del que quiere ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia. Romanos 9:16

 

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"Y los hombres de Israel tomaron de las provisiones de ellos, y no consultaron a Jehová." Josué 9:14

De Josué 9 aprendemos que aún los más fieles pueden ser engañados, también que cuando alguien nos busca engañar hará todo para que solo usemos los sentidos, las emociones y obviemos la necesidad de consultar a Dios. De ahí, la urgente necesidad de estar siempre revestidos con toda la armadura de Dios que describe Efesios 6, para poder resistir en el día malo.

Que nuestro Señor nos guarde, feliz día para todos.

 

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La madre de Sísara se asoma a la ventana,
Y por entre las celosías a voces dice:
¿Por qué tarda su carro en venir?
¿Por qué las ruedas de sus carros se detienen?
Las más avisadas de sus damas le respondían,
Y aun ella se respondía a sí misma:
¿No han hallado botín, y lo están repartiendo?...” Jueces 5:28-30

La mayoría de los hijos no necesitan compañías externas para estimular su corrupción, estas ya están en casa. Son sus padres, como la mamá de Sísara.

Contribuimos con su infelicidad temporal y eterna cuando somos su mal espejo, cuando no instruimos con las Escrituras, ni disciplinamos, cuando priorizamos lo terrenal y no lo eterno, cuando escondemos sus errores, los justificamos y hasta los defendemos, cuando cerramos los ojos a las cosas que traen a casa porque en algo terrenal nos beneficia o nos satisface.

Necesitamos que Dios por medio de sus Escrituras nos haga conocer el verdadero amor de padres, para ser de bendición y no de destrucción para nuestros hijos.

Dios los bendiga.

 

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¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no mandó?
¿De la boca del Altísimo no sale lo malo y lo bueno?
¿Por qué se lamenta el hombre viviente?
Laméntese el hombre en su pecado.” Lamentaciones 3:37-39

El Espíritu Santo inspiró estas palabras en el profeta Jeremías, luego de ser librado de la prisión por los caldeos. El vio la ciudad de Jerusalén convertida en una escena de terror, completamente destruida y quemada, con personas de todas las edades muertas por las calles, unos a espada y otros por la hambruna y las pestes. Y el Espíritu dijo: “¿De la boca del Altísimo no sale lo malo y lo bueno?” ¿Dios hizo esto? ¿luego Dios no es amor, bondad y misericordia? Sí, Dios es amor, por ello fue capaz de entregar a su Hijo para morir en lugar de malvados pecadores como nosotros; Sí, Dios es bondadoso, mire, Él hace llover y salir el sol sobre buenos y malos; Sí, Dios es misericordioso, Él se apiada de los desvalidos, de la viudas y de los huérfanos. Pero Dios también es un Juez justo, que está airado contra el impío todos los días. Dios al sacar a Israel de Egipto en dirección a la tierra prometida, le dijo que si ellos le fueran fieles Él se desbordaría en hacerles el bien como a nadie en todo sentido, pero que si le daban la espalda, así como se gozaba en hacerles bien, así también se gozaría en arruinarlos y destruirlos. Israel no creyó, le dio la espalda a Dios, mas Él por su paciencia los soportó por siglos, pero Israel depreció su paciencia y su continuo llamado al arrepentimiento, hasta llegar al colmo de la maldad, entonces Dios derramó su ira justa y santa.

¿Nos lamentamos por lo que está pasando hoy? Debemos lamentarnos de nuestros pecados. Si alguno está andando contrario a la voluntad de Dios, arrepiéntase porque sin duda el horrendo juicio eterno de Dios viene, y allí ya no vale arrepentimiento alguno.

 

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Guardaos de los escribas, que gustan de andar con ropas largas, y aman las salutaciones en las plazas, y las primeras sillas en las sinagogas, y los primeros asientos en las cenas; que devoran las casas de las viudas, y por pretexto hacen largas oraciones; estos recibirán mayor condenación.” Lucas 20:46-47

Los que mueren en la práctica de la inmoralidad sexual, del robo, homicidio, vicios, desobediencia... Sin duda recibirán horrenda condenación, pero más horrenda condenación recibirán los hipócritas, aquellos que con aparente santidad engañan a multitudes, aquellos que con su apariencia de honradez y con sus palabras no bíblicas o fuera de contexto bíblico (y que las hacen ver como salidas de la boca de Dios), seducen a los inconstantes.

Si en la iglesia, o religión a la que cada uno asiste, no hay una insistencia para que cada miembro sea diligente en escudriñar diariamente toda la Escritura de manera individual, pidiendo con humildad sabiduría directamente a Dios, pero si en lugar de esto hay una insistencia directa o sutil en que se crea a ojo cerrado, sin cuestionar sus enseñanzas, sean orales o escritas, dicha religión, sin duda, está llevando a sus miembros por el camino de la perdición.

Guardaos...” dice el Señor, “porque estos recibirán mayor condenación.”

 

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Habéis además dicho: ¡Oh, que fastidio es esto! Y me despreciáis, dice Jehová de los ejércitos; y trajisteis lo hurtado, o cojo, o enfermo, y presentasteis ofrenda. ¿Aceptaré yo eso de vuestra mano? Dice Jehová.” Mal. 1:13

Después de pasar las duras y las maduras en el cautiverio, por obra de Dios, un grupo de judíos retorna a la tierra prometida. Se esperaba que ellos hubiesen aprendido la lección y le fueran fieles al Señor, pero rápidamente se desviaron y voluntariamente comenzaron a padecer “amnesia espiritual”, estado que los condujo a experimentar rechazo, fastidio ante las exigencias de Dios. Una de ellas fue sobre el objetivo de los sacrificios. Por medio de los sacrificios de animales puros y sin defecto que cada uno tenía que ofrecer, Dios les enseñaba que la única paga que Él acepta y exige por el pecado es la muerte, y que para cancelar esta imposible deuda sin ser condenado, era necesario que un substituto puro y sin defecto muriera en su lugar, ellos debían saber que esos sacrificios eran un tipo del Único Substituto, Cristo, que con su vida, muerte y resurrección haría realidad la cancelación de su deuda con Dios, garantizando su entrada al reino de los cielos para siempre. Como voluntariamente olvidaron ello, trayendo como consecuencia que las cosas de Dios se les volviera fastidiosas, aunque no dejaron de ofrecer los sacrificios, ofrecían los animales no calificados, como los cojos, los enfermos, y los que quizá ofrecían en buenas condiciones no eran los suyos, eran los que les robaban a otras personas. Lo anterior indicaba a las claras que por ofrecer lo que Dios no aceptaba ellos estaban separados de Dios y que por tanto no podían gozar de la comunión con Él. ¿A qué tipo de substitutos o cristos podríamos comparar hoy los animales defectuosos y hurtados ofrecidos por los judíos a Dios? Escuchemos algunas comparaciones:

1. Es comparado a aquel cristo que millares creen, que aunque ellos digan que es Dios, no tiene el poder para salvar por si solo a nadie, sino que requiere de la ayuda de la misma persona con sus obras, de la ayuda de los ángeles, de los santos, de un purgatorio inexistente, del bautismo y un montón de sacramentos. Cuando del verdadero Substituto, del Cristo de la Biblia, las Escrituras dicen: “Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.” Heb. 10:14

2. Es comparado a ese cristo que multitudes hoy creen que fue creado. Las Escrituras afirman que el Substituto perfecto tiene que ser 100% hombre perfecto y 100% Dios. Si él fuera creado, no podría salvar absolutamente a nadie, porque según las Escrituras solo Dios puede salvar (Is. 43:11), por ello del verdadero Substituto la Biblia dice: "…Este es el verdadero Dios y la Vida eterna.", 1 Jn. 5:20

3. Es comparado a ese cristo que desde que se cerró todo tipo de revelación especial cuando se terminó de escribir Apocalipsis, según multitudes se sigue revelando, apareciéndose a las personas en sueños, visiones, etc., trayendo mensajes extra bíblicos, o astutamente revelando textos que ya están en la Biblia para confundir. Pero el Cristo de la Biblia nos habla solo por las Escrituras, pues Él mismo no se contrariaría al ordenarnos que no le podemos añadir ni quitar a las Escrituras, Ap. 22:18:19

4. Es comparado con ese cristo, el cual consideran muchos que tiene como prioridad el bienestar temporal y no el eterno. Los que creen en ese cristo afirman que un hijo del rey no tiene por qué estar enfermo ni pobre ni siendo humillado por sus enemigos. Mas aunque el Substituto de la Biblia puede darnos todo ello, Pablo dice: “…Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios.” Hch. 14:22

Los que creen en los substitutos o cristos falsos presentados anteriormente se sienten fastidiados cuando se les presenta al Verdadero, mas también, ¿qué diferencia hay con los que sí tienen claro que el verdadero Substituto realmente obedeció la ley por su pueblo, cargó todos sus pecados, recibió la condenación eterna por ellos en la cruz, resucitó para que fueran creados de nuevo si por querer vivir en los deleites del pecado no van a Él genuinamente arrepentidos para ser perdonados, limpiados y mudados de vida? ¿No van en la misma dirección hacia el infierno?

 

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Y cuando salió él de la barca, en seguida vino a su encuentro, de los sepulcros, un hombre con un espíritu inmundo.” Marcos 5:2

Para el mundo es común pensar que las únicas personas que en esencia son siervos, servidores o esclavos del diablo son aquellos que deliberadamente deciden rendirle culto abiertamente, Ap. 13. Efectivamente ellos son esclavos, pero no son los únicos. Miremos entonces un poco sobre los esclavos del diablo. 

Ellos están divididos en dos grupos.

  1. En el primer grupo están los poseídos. Este grupo también lo podemos dividir en dos subgrupos.
  1. Los que de manera evidente muestran que hay alguien maligno dentro de sí, controlándolos. Aquí encontramos personas como el gadareno de Marcos 5, quien era obligado por la legión de demonios que tenía dentro a desnudarse, a dormir en los sepulcros, a golpearse con piedras, a no dejarse dominar, pues presentaba una fuerza sobrenatural capaz de romper cadenas. Algunos de los poseídos de este tipo no presentan momentos de lucidez, otros, como el rey Saúl, presentan ataques momentáneos, pero la mayor parte del tiempo son lúcidos, 1 Sm. 16:14; 18:10-11
  1. Los falsos maestros o falsos profetas. A los anteriores, como el gadareno, las personas les tienen miedo, pero a los maestros y profetas falsos las multitudes los acogen como si vinieran de Dios. ¿Por qué? Porque pueden hacer señales milagrosas, mencionando, dependiendo de la religión, el nombre de Jesús y usando palabras que en su carnalidad la gente quiere oír. Los demonios que tienen dentro los pueden llevar a hacer señales tales que, si fuere posible, engañarían aun a los escogidos de Dios. Pero como los engañadores solo están habituados a la mentira, ellos también son engañados, por ello los demonios les pueden hacer creer que el que está en ellos para hacer tales señales es Dios mismo, como aconteció con los profetas del malvado rey Acab, quienes estaban seguros que era el Espíritu Santo quien les anunciaba la victoria del rey frente a los sirios, 2 P. 2; 2 Ti. 4:3-4; Dt. 13:1-4; Mt. 24:24; 7:22-23; 2 Ts. 2:8-12; 2 Ti. 3:13; 1 R. 22
  1. El segundo grupo de los esclavos del diablo son todos aquellos que están muertos en sus delitos y pecados. Si la persona aún no ha nacido espiritualmente de nuevo, si no ha sido unida a Jesús, algo que se percibe por practicar el pecado, la persona es esclava de Satanás crea o no, acepte o no. Si la persona tiene en poco las Escrituras, si tiene deleite en desobedecer la Palabra de Dios, en no experimentar dolor por ofender al Señor, en usar la profanación de los mandamientos como fuente para alcanzar sus fines carnales (por ejemplo, la mentira), en mirar la idolatría como si fuera algo santo (I y II mandamientos. Ex. 20:3-6), en justificar sus pecados, y en sentido general viviendo conforme a las inclinaciones de su corazón, esa persona es esclava del diablo, Ef. 2:1-2; Jn. 14:24; Ro. 8:5-8; 1 Jn. 3:8

¿Cuál es la solución para salir de esa esclavitud?

La solución está en que Cristo liberte a las personas, pues solo si Él los hace libres, serán verdaderamente libres. Fue Él quien descendió del cielo para deshacer las obras del diablo, Jn. 8:36; 1 Jn. 3:8

Mas aquí es absolutamente necesario dar algunas aclaraciones:

  1. En la posesión demoníaca como la del gadareno o la del rey Saúl, solo en algunos casos la persona es liberada, en otros la posesión puede ser definitiva. Por ello, aunque las personas oren y le compartan la Palabra de Dios, la posesión permanecerá, como le sucedió al rey Saúl, quien como castigo por su rebeldía le fue enviado un demonio de parte de Dios para que lo atormentara, 1 Sm. 16:14
  1. Si una persona queda libre de su posesión demoníaca, no por ello necesariamente queda libre de la esclavitud del diablo. La única manera para quedar libre definitivamente es si nace espiritualmente de nuevo. Si la persona queda libre de su posesión demoníaca, pero no nace de nuevo, su estado posterior llega a ser peor que el primero, 1 Jn. 3:8,9; 5:18; Mt. 12:43-45
  1. Para el caso de los falsos maestros y falsos profetas su posesión es definitiva. Ellos ya están condenados. Se ordena incluso no orar por ellos, Jd. 4; 1 Jn.5:16
  1. El que ha sido librado por Cristo muere al mundo. Sus creencias falsas de salvación mueren, y le es colocada la fe en Jesús como su único substituto delante del Padre, como el único Cordero de Dios, que cargó su pecado y murió por él en la cruz, como el único Pan Vivo, que bajó del cielo para satisfacer su hambre espiritual. Mas además de mostrar su fe en Jesús, se ve en él la práctica de la santidad, esto por la obra permanente de Dios dentro de él. Esta persona privilegiada nunca más será esclava del diablo, 1 Ti. 1:15; Is. 53; Jn. 6:33-37; Ro. 8:1-11

Sabemos que todo aquel que ha nacido de nuevo, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guardara, y el maligno no le toca.”, 1 Jn. 5:18

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…mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo.” Mateo 10:22

Cuando nuestro Señor Jesucristo dice que el que persevera hasta el fin, éste será salvo, no está diciendo que la salvación sea por obras. Es cierto que Dios ordena obedecer su ley, y que quien no la obedezca a la perfección está bajo maldición, Dt. 27:26; Gal. 3:10, pero el problema es que nadie, por santo que sea, puede obedecer la ley a la perfección, 1 Jn. 1:8, además, porque solo basta quebrantar un mandamiento para hacerse culpable de toda la ley, Stg. 2:10. Toda persona que está y estará en la ciudad celestial fue y es salva por pura gracia, por la obra perfecta de Jesucristo en favor de ellos. No es de otra manera, Heb. 9-10

Tampoco dice que hubo y habrá un periodo de tiempo en el cual la salvación sí fue y será por obras. Algunos hablan de que la salvación sí es por gracia, pero que hay dos excepciones, en la dispensación de la ley y en el periodo de la tribulación, que allí las personas eran y serán salvas por actuar perfectamente. La salvación nunca fue ni será por obras, como puede verse por la incapacidad del hombre para actuar a la perfección y también por el decreto de Dios de que solo por Jesús y por su obra perfecta se puede ser salvo, Jer. 13:23; Hch. 4:11-12

No está diciendo tampoco que cuando la persona recibe la salvación por gracia no peque, que tiene que andar a la perfección para no perderla. La salvación que Dios otorga, no es algo temporal, sino eterna. Si la salvación se llegara a perder, como ella depende cien por ciento de la obra de Cristo, entonces estaríamos diciendo que lo hecho por Jesús fue imperfecto, que no cumplió a perfección cada una de las exigencias de Dios por aquellos que van a estar eternamente con Él. Las Escrituras testifican de personas que habiendo recibido la salvación por Cristo, aunque no tenían ya la práctica de pecar, pecaron y sin embargo hoy están en el cielo. Por ejemplo Abraham, Gn. 12; Moises, Nm. 20; David, 2 Sm. 11-12; Pedro, Mt. 26; Pablo, Ro. 7; Juan, Ap. 22

Entonces qué dice en realidad Cristo cuando dijo “…mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo.”

Nuestro Señor está hablando de una de las doctrinas fundamentales llamada perseverancia de los santos, como puede verse por ejemplo en Fil. 1:6 “estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionara hasta el día de Jesucristo;” Cuando Dios aplica la salvación alcanzada por Cristo en una persona, es decir, cuando la convierte en una nueva criatura, la evidencia desde ese momento, por la presencia definitiva de Dios dentro de ella, es la perseverancia en la búsqueda de la santidad. Puede que esta persona tenga caídas, Pr. 24:16; que pase por las peores tribulaciones, 2 Co. 11; que sea atacado, Hch. 7; que pierda todo en esta tierra, Job 1-2; pero nada podrá hacer que esa persona desista de su fe, que desista de seguir a aquel que es el Camino, y la Verdad y la Vida. No porque él con sus fuerzas lo consiga, sino porque Dios, como su alfarero, no desistirá de trabajarlo, como al barro, hasta llevarlo a la estatura y plenitud de la santidad de Cristo. Entonces la perseverancia es una evidencia de ser salvos, de que Dios está trabajando dentro de la persona y no una acción humana para ser salvo, Ro. 8

Es bueno aclarar que quien después de haber estado por algún tiempo, o mucho, al lado del pueblo del Señor y desiste, para buscar los placeres de la tierra, sintiéndose cómodo en ese medio, no fue porque perdió la salvación, es porque nunca fue salvo, esa persona es comparada con la puerca recién bañada que vuelve a revolcarse en el lodo o como el perro que vuelve a su vómito, 2 P. 2:20-23

 

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Ay de los que en sus camas piensan iniquidad, y maquinan mal, y cuando llega la mañana lo ejecutan, porque tienen en su mano el poder.” Miquéas 2:1

El texto habla del juicio de Dios sobre algunos de los poderosos de Israel, quienes gobernados por su carnalidad, en este caso por el pecado de la codicia, maquinan en la forma como actuarían para aumentar sus riquezas, acciones que de forma disimulada o directa perjudicaría a otros.

Nuestra manera de pensar nos dice lo que somos. En esto existen dos tipos de mentes:

1. Mente entenebrecida. La posee la persona que no ha sido limpiada de sus obras muertas para servir al Dios vivo. Su mente está ocupada, o puesta, en las cosas temporales o terrenas. Si piensa en Dios lo hace desde el punto de vista de recibir seguridad física y emocional como bienestar económico, salud, protección, una vida ausente de problemas en esta tierra. Si piensa en las cosas eternas, aunque puede haber escuchado la verdad, lo que piensa no está basado en el contexto de las Escrituras, sino lo que su mente le dice o lo que las tradiciones de las religiones le enseñan. Este tipo de persona maquina en cómo llevar a la práctica el pecado que desea. Aunque no siempre lo puede llevar a la práctica, porque Dios en su multiforme manera de actuar muchas veces le obstruye el paso, no aborrece el mal, se siente frustrado si no lo comete, por ello cuando ve la oportunidad lo ejecuta y celebra el poder hacerlo, porque carece del temor de Dios.

2. Mente renovada. La posee el que ha sido rescatado de las tinieblas, el que ha experimentado la purificación con la sangre de Cristo. Esta persona, aunque es una nueva criatura, no por ello deja de sentirse tentado a meditar en cosas pecaminosas, pues aún tiene el viejo hombre quien en todo tiempo busca seducirlo para que deje de velar y orar y así hacerlo caer. Mas ahora por tener una nueva naturaleza con la presencia del Espíritu Santo, no está más en la práctica de maquinar, de planear como hacer lo malo, por ello se siente sucio y triste cuando se ve seducido y atraído por el pecado. Su continuo deseo, búsqueda y petición es que su mente sea semejante a la de Cristo en su santidad, para que al hablar y al actuar haga el bien y honre a Dios.

 

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¿Qué pensáis contra Jehová? El hará consumación; no tomará venganza dos veces de sus enemigos.” Nahúm 1:9

Un amado siervo de Dios cuenta que cuando él trabajaba en una fábrica, era costumbre que algunos empleados pidieran laborar el sábado, para aumentar un poco su salario. Había unas personas encargadas para tomar cuenta de ese personal, los cuales hacían la lista cada viernes. Un encargado, que siempre se burlaba del siervo de Dios por motivo de su fe, le correspondió en cierto viernes hacer la lista. Preguntó al siervo de Dios si el vendría a trabajar el sábado, y el siervo respondió que sí. Dicho encargado, con soberbia, dijo: “usted va entrar aquí si yo quiero, porque si yo no coloco su nombre aquí el guardia no lo deja entrar.” El siervo respondió: “Eso es cierto, si no coloca mi nombre él no me deja entrar.” El encargado, para dárselas de soberano, dijo: “Ahí quiero ver su religión, su Dios…para hacerlo a usted entrar.” Entonces el siervo de manera enérgica, en presencia de más de cincuenta personas, dijo al encargado: “¡Ahora usted se metió con el que no tenía que meterse. Si mi Dios, el que yo adoro, quiere, ni yo ni usted entra aquí mañana y nunca!” - Al otro día llegó el siervo de Dios, pero el encargado no, ni tampoco llegó el lunes. Luego se recibió la noticia que el mismo viernes el encargado sufrió un fuerte derrame cerebral y que el lunes murió. Dijo el siervo de Dios: “Dios no permitió que él volviese, y yo volví.” Amada familia y amigos, ser amigo de Dios es lo máximo que le puede acontecer al hombre. Jesús habló de sus amigos, de sus ovejas, de aquellos por los cuales él dio su vida: “y yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatara de mi mano.” Jn. 10:28; pero ser enemigo es la más horrenda tragedia, porque Él da “…retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen el evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor, y de la gloria de su poder,” (2 Ts. 1:8-9) No nos engañemos, evaluémonos con las Escrituras para saber si estamos creyendo en el verdadero Dios y de la manera correcta, porque morir siendo sus enemigos, es mejor para la persona no haber nacido.

 

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¿No pecó por esto Salomón, rey de Israel? Bien que en muchas naciones no hubo rey como él, que era amado de su Dios, y Dios lo había puesto por rey sobre todo Israel, aun a él le hicieron pecar las mujeres extranjeras.” Nehemías 13:26

Dios prohibió rotundamente a Israel hacer yugo desigual con pueblos que no conocían al Señor, porque esto sería su destrucción. Desde el punto de vista espiritual sería similar al efecto de uno de los castigos romanos. Ellos amarraban el cuerpo muerto al cuerpo de su homicida, para que al descomponerse el cadáver fuese matando al reo. Israel no hizo caso y por ello llegó a estados de perversión peores que los de Sodoma y Gomorra, atrayendo sobre sí horrendos castigos y casi su destrucción. Dios ordena a los que han nacido de nuevo, a los que han sido lavados por la sangre de Cristo, a los que han sido sacados del camino ancho y colocado en el estrecho a no unirse en yugo desigual con los que aún están en el mundo, con los que aún están muertos en sus delitos y pecados, para que su descomposición espiritual no les corrompa, trayendo sobre sí dolores indecibles, inimaginables.

 

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Fornicación, vino y mosto quitan el juicio.” Os. 4:11

 

La vida matrimonial del profeta Oseas es usada como figura de la relación entre Dios e Israel.

El profeta, un hombre íntegro, correcto, amoroso, casado con una mujer desenfrenada, fornicaria, adúltera.

Dios, el único ser perfecto, actuando como esposo desde el punto de vista espiritual, con la nación de Israel, nación infiel quien como asna en celo se iba en busca de todo dios falso para fornicar y embriagarse con la sangre de sus hijos ofrecida en sacrificio a sus dioses.
Así como Israel perdió el juicio al abandonar a Dios, al serle infiel al Señor y llegar a condiciones de perversidad a las que nadie se imaginó, así también pierde el juicio el que cae en el pecado de fornicación, de inmoralidad sexual y en el consumo de substancias que quitan a la persona del sano juicio.

La persona que cae en fornicación, abandona su pudor, no quiere escuchar consejos, se desinhibe haciendo cosas ridículas y absurdas, se desenfrena llegando incluso a tal punto de no interesarse más ni por el estado eterno de su alma. No le importa el sufrimiento que con su fornicación trae a otros. Su satisfacción carnal está por encima de la vida de otros y de la honra a Dios.

Así también el que cae en el consumo de substancias, sea alcohólicas o de drogas alucinógenas, ni sabe tampoco hasta dónde puede llegar al perder su sano juicio. La carnalidad toma el control haciendo que lo correcto, cierto, verdadero en la manera de pensar, hablar y actuar sea ahora incorrecta. Fue en ese estado que Noé se desnudó, razón por la cual su hijo menor lo deshonró y trajo maldición para su descendencia; fue en ese estado que el justo Lot cometió incesto con sus dos hijas dando origen a dos naciones enemigas del pueblo de Dios; fue en una fiesta de cumpleaños, en donde sin duda tanto Herodes como sus convidados estaban bebiendo, que el rey para no quedar mal con los invitados y para darle gusto a la hija de Herodias por su danza sensual, mandó decapitar al mayor de todos los profetas, a Juan el Bautista.

La única manera de permanecer en el verdadero sano juicio, velando y orando, es estar unidos a la Vid verdadera, que es Cristo.

 

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Sabroso es al hombre el pan de mentira; Pero después su boca será llena de cascajo.” Proverbios 20:17

La mentira aborrezco y abomino; Tu ley amo.” Salmos 119:163

Cuando no conocemos al verdadero Dios, quizá nos dé enojo cuando alguien nos mienta en determinadas cosas (digo en determinadas cosas, porque aunque no lo creamos en ese estado nos gusta ser engañados, especialmente en el área espiritual y emocional, pues por la ausencia de la verdad, la mentira se acomoda a lo que nosotros en nuestra carne queremos oír), pero no aborrecemos la mentira que hay en nosotros, no la abominamos, al contrario, la usamos en sus diferentes variaciones para favorecernos en nuestra carne. Ese amor por la mentira es igual a no amar la Ley, es decir, no amar la Palabra de Dios, que es la Verdad.

Pero, ¿qué no se quiere decir cuando se afirma que los que no conocen a Dios no aman la Palabra de Dios?

- No se está diciendo que aborrecen el libro como tal. Hay algunos que no aman la ley, pero tienen colección de Biblias, y otros, o los mismos, pagan grandes sumas de dinero por Biblias lujosas, para colocarlas en un lugar “estratégico”, abierta en el Salmo 91, usándola como amuleto para supuestamente “irradiar energía positiva” en toda la casa o lugar de trabajo.

- No se está diciendo que no la leen. Hay varios motivos por los cuales los que no aman la ley aun así lean la Biblia: ▫ Algunos la leen con el propósito no de querer mudar sus vidas conociendo a Dios por medio de ella, todo lo contrario, la leen para tratar de hacerla ver como un libro sin valor, incluso algunos como un libro no conveniente o peligroso, le buscan supuestos errores y contradicciones, lo hacen ver como un mito o leyenda, o como dijo un alemán que viajaba en un barco con nosotros: “no me gusta, tiene mucha sangre, violencia.” ▫ Otros la leen para enorgullecerse de que la han leído. ▫ Muchos, para buscar pasajes bíblicos, sacándolos de contexto, para justificar sus falsas creencias y demás pecados que no quieran abandonar, algo similar a los judíos que creían en la venida del Mesías y que diligentemente escudriñaban las Escrituras, pero que aborrecieron hasta la muerte a la Palabra de Dios encarnada, a nuestro único Señor y Salvador Jesucristo.

- No se está diciendo que no dan algún valor a su contenido. Podemos ver a muchos asistiendo a las iglesias, abriendo y leyendo en los pasajes que se les pide leer, pero la Biblia, aunque es la completa, perfecta y suficiente revelación de Dios para el día de hoy (Ap. 22:18-19), para ellos no es suficiente, esperan nuevas revelaciones, las que como es lógico, si llegan a aparecer no proceden de Dios. Para estas personas, aunque digan amar la Biblia y la usen, lo extrabíblico es en últimas lo que realmente tiene valor supremo para ellos. La Biblia, en esencia, les es igual a lo que los israelitas decían del maná en el desierto: “…no hay pan ni agua, y nuestra alma tiene fastidio de este pan tan liviano.” (Nm. 21:5)

¿Qué se quiere decir cuando se afirma que los que no conocen a Dios no aman la Palabra de Dios?

Quiere decir en palabras crudas, que para ellos la Palabra de Dios no es la fuente, la única fuente, por la que son alimentados espiritualmente con la vida de Cristo. Su apetito por la mentira los lleva a desechar la única Verdad, para ir en pos de banquetes que envenenan sus almas, pero que se disfrazan como el Pan del cielo. Ellos creen que se puede amar a Dios sin necesidad de escudriñar y meditar la Biblia, no creen que despreciar las Escrituras de esta manera es igual a despreciar a Dios. Jesús dijo: “El que no me ama, no guarda mis palabras...” (Jn. 14:24)

¿Y por qué a ellos les parece sabroso el pan de mentira y como consecuencia aborrecen la Palabra de Dios? Porque su corazón es engañoso y perverso (Jer. 17:9), y porque son esclavos del padre de la mentira, de satanás (Ef. 2:2; Jn. 8:44). Y siendo esto verdad, ¿cómo puede salir agua dulce de una fuente de agua salada?

Caso contrario ocurre con todo aquel que es liberado de la esclavitud de su pecado y de satanás, al ser unidos a aquel que cargó sus pecados, que recibió el castigo eterno por él y que venció la muerte para hacerlo una nueva criatura. Esta persona por tener ahora en su alma al Espíritu Santo y la savia de Cristo corriendo por las venas de su espíritu, ama las Escrituras y por ello, tal como Esdras, prepara su corazón para inquirir o examinar cuidadosamente las Escrituras, para cumplirla y para enseñarla a otros (Esd. 7:10). Por esta unión, ahora con la Verdad, tiene una tendencia natural de aborrecer, abominar la mentira que está en su viejo hombre, quiere, con toda su alma, erradicarla de sí para no pecar contra su Dios bondadoso.

¿Cuáles evidencias podemos percibir de que el que ama la Palabra de Dios aborrece y abomina la mentira?

- Aborrece y abomina toda creencia errada. Todo aquello que creyó que era contrario a la Palabra de Dios en su contexto, cosas que veía como vitales ahora las mira como lo que son, un veneno mortal (idolatría, nuevas revelaciones, ocultismo, ateísmo, evolucionismo y todo aquello que contradiga las Escrituras en su contexto). Esta es una de las razones por la cual toma en serio el estudio de las Escrituras, pues quiere saber qué cosas hay escondidas en la biblioteca de su alma que sean sutiles y profanas creencias.

- Aborrece y abomina hacer cosas perversas en lo oculto, en donde “nadie” lo ve, para luego presentarse en público como si no hubiese hecho nada malo. Ya no quiere ser más como los que se muestran justos ante los hombres, pero que por dentro están llenos de hipocresía e iniquidad (Mt. 23:28)

- Aborrece y abomina la mentira como moneda para conseguir algo y como arma para defenderse o atacar. Le avergüenza recordar la forma como usó la mentira para alcanzar “éxito” en asuntos de la vida diaria, también cuando la usó para defenderse negando hechos que le comprometen, y cuando como espada la usó para dañar a otros.

- Aborrece y abomina decir verdades a medias. Sabe que esta fue una forma sutil que usó para esconder algo, para mentir.

- Aborrece y abomina atar hechos reales de tal amera que al final haga creer cosas que no son ciertas.

- Aborrece y abomina la vanidad. No quiere ser ya más como una semilla vana, que solo es bonita por fuera, pero por dentro no posee nada de provecho. No quiere ser más como el proverbio de la mujer bonita y apartada de razón, la cual es como un anillo de oro en el hocico de un cerdo. (Pr. 11:22)

- Aborrece y abomina la malicia. No quiere ser más como los judíos quienes a pesar de ver que Jesús actuaba santamente, le decían: “…demonio tiene.”

- Aborrece y abomina el quedarse en silencio cuando tiene que hablar, y el hablar cuando tiene que quedarse callado.

En sentido general, el que conoce a Dios abomina y aborrece todas las formas en la que la mentira se presenta, por ello si en algún momento cae en ellas como le pasó a Pedro, llora amargamente y no la celebra como lo hacía cuando estaba en el mundo.

Vale la pena preguntarnos seriamente ¿nos parece sabrosa la mentira o la aborrecemos?

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Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora,
Que va en aumento hasta que el día es perfecto.” Pr. 4:18

 

Si alguien quiere saber si Dios lo ama con amor eterno, si lo escogió desde antes de la fundación del mundo, si Cristo cargó sus pecados y recibió en la cruz el infierno eterno por él y si el Espíritu Santo por medio de las Escrituras le hizo nacer de nuevo, debe observar si Dios continua su obra, haciendo que día a día su vida se parezca más a Cristo en su santidad y menos a la antigua perversa manera de vivir. Es Él, con su infinito poder, quien hace que la senda de los justos sea como la luz de la aurora, que vaya en aumento hasta que el día sea perfecto.

 

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Jehová recompense tu obra, y tu remuneración sea cumplida de parte de Jehová Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte.” Rut 2:12

Estas palabras fueron dichas para uno de los ejemplos de mujer virtuosa, la moabita Rut. Pero también son palabras de consuelo para todo aquel que estando muerto en sus delitos y pecados recibe vida espiritual, es unido a Jesús, y que como resultado de esa unión, por la gracia de Dios, tal como Rut, ya no busca lo suyo sino lo que es de Cristo.

Feliz día.

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Mientras callé, se envejecieron mis huesos
En mi gemir todo el día.
Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano;
Se volvió mi verdor en sequedales de verano. Selah” Salmos 32:3-4

 

Cuando un cristiano peca, siente la mano poderosa y disciplinadora del Espíritu Santo, quien habita dentro de él; por tanto, comienza a experimentar una agonía mortal dentro de su alma, resulta así contristado por tal ofensa.

Antes, cuando no estaba unido a Cristo, aunque carecía de paz, no sufría tal muerte al pecar; todo lo contrario, se sentía satisfecho y hasta vencedor al haberlo hecho. No aborrecía su mal, ni le producía amargura.

Esa agonía que experimenta ahora aumenta y solo llega a su fin cuando la persona se arrepiente de veras. Pero como el arrepentimiento es una obra del Espíritu Santo, Él según su voluntad y para el bien del cristiano, hace que esa agonía no solo aumente, sino que puede hacer que se prolongue, como aconteció con David, quién solo hasta más o menos un año después de haber pecado con Betsabé, y cuando fue exhortado por Natán, pudo experimentar la gracia del arrepentimiento para encontrar paz. (2 Sm. 11 y 12; Sal. 51 y 32)

 

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Acontecerá en aquel tiempo que yo escudriñaré a Jerusalén con linterna, y castigaré a los hombres que reposan tranquilos como el vino asentado, los cuales dicen en su corazón: Jehová ni hará bien ni hará mal.” Sofonías 1:12

Sofonías profetizo en la época del rey piadoso Josías. En 2 Reyes 22,23, y 2 Crónicas 34,35 leemos sobre las profundas reformas que este temeroso rey realizó. El pueblo parecía responder a la exhortación a vivir piadosamente, pues hasta confirmó el pacto de fidelidad a Dios realizado por el rey, pero Jeremías 3:6-10 habla de que ese volverse a Dios fue fingido; la maldad de Judá seguía creciendo en su corazón, algo confirmado por el libro de Sofonías. El texto de hoy anuncia la búsqueda minuciosa y el castigo por parte de Dios a los que externamente se identificaban como el pueblo de Dios, pero que, en la práctica, con su ociosidad, hundidos en su vida impura, negaban a Dios. El pensamiento: “Dios ni hará bien ni hará mal”, va mucho más allá de negar la acción de Dios en lo bueno y lo malo, es una manera directa de negar su existencia.

Una persona que no conoce a Dios, tal como los judíos mencionados, puede mentalmente no negar la existencia de Dios y expresar con su boca que cree en Él, puede participar externamente de todas las actividades religiosas que un cristiano practica, leer la Biblia, orar, cantar, asistir a los cultos, usar lenguaje espiritual, mostrar una moral externa, pero en su alma no está Dios, niega su existencia. ¿Cómo se sabe? Se sabe, porque aunque a usted Él lo esté mirando como si su vida fuera recta, su mente está ocupada por lo meramente terrenal y temporal; su mente no está meditando realmente en la Palabra de Dios para querer ser santo; no lucha contra los pensamientos perversos, antes los medita, los alimenta, los disfruta, los saborea y cuando ve la oportunidad, los lleva a la práctica, sin el temor de que Dios lo está mirando, y como dijo un indígena, algo que ya hemos citado: “En ese momento no existe Dios para uno.” ¡Cuidado! Nos es fácil engañar a los hombres, pero a Dios… es imposible, y a menos que nos arrepintamos y nos convirtamos a Jesús para que Él aplique su sangre, perdonándonos y limpiándonos de toda inmundicia, de ninguna manera escaparemos al juicio de Dios. ¿Lo creen?

 

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Y aconteció que así como él clamó, y no escucharon, también ellos clamaron, y yo no escuché, dice Jehová de los ejércitos;” Zacarías 7:13

Dios, con mucha paciencia, llamaba a Israel a dejar sus malos caminos, a volverse a Él, pero con algunas excepciones, en general la respuesta era despreció hacia Dios. No pensaron que Dios podía pasar de la paciencia al juicio, pero ese momento llegó, y cuando pasó, aunque clamaron porque veían cómo los horrores los abrazaban, Dios ya no los atendió.

El hombre natural vive conforme a los deseos de su corazón, consciente de que algunas cosas que practica no son aceptables delante de Dios, como la inmoralidad, el robo, la desobediencia, la mentira, la codicia; pero como le traen satisfacción carnal, las justifica, y en la mayoría de los casos se elogia, se enorgullece de haberlos cometido y sin temor alguno los quiere y busca seguir practicando. Pero otras cosas que practica, que son abominables al Señor, a la luz de las Escrituras, las considera como santas, miremos dos ejemplos: 1) creer en cosas ajenas a las Escrituras, como tradiciones, todo tipo de revelación como sueños visiones, apariciones; aunque las Escrituras afirmen que nada se le puede añadir (Apocalipsis 22:18-19); 2) ver como santo el rendirle culto a las criaturas, divinizando, queriendo o no, a cosas, personas o seres imaginarios, aunque la Escritura diga que esto es profanación del I y II mandamiento (Éxodo 20:3-6).

¿Cómo reaccionan estos cuando Dios usa a alguien para llamarlos al arrepentimiento, a volverse a Cristo para encontrar perdón y mudanza de vida, y así escapar del juicio venidero? Cuestionan, se burlan, se enojan, huyen, y dicen: “cuando esté cerca de morir me arrepiento, ahora tengo que disfrutar, vivir la vida.” Estos piensan que pueden ofender a Dios, despreciar sus llamados y que al final no es sino pedir perdón, y ya, “pues mientras haya vida hay esperanza,” dicen ellos. ¿Es esto cierto? Es verdad que a algunos Dios se les ha dado a conocer momentos antes de morir, como aquel que murió al lado de Jesús, pero esto no significa que necesariamente mientras haya vida hay esperanza de salvación.

A muchas personas ya Dios las abandonó para que hagan lo que no conviene para su propia condenación, los cuales por más que clamen no encontrarán sino el juicio de Dios. Lean por favor Romanos 1:18-32 y Mateo 25:1-13 para confirmar. Si hoy alguien con las Escrituras lo confronta y le exhorta a que se arrepienta, a que venga a Jesús con su carga de pecados, es hoy que tiene que ir a Él, tal como dice Hebreos 3:7-8 “… como dice el Espíritu Santo: Si oyeres hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones…” Si viene a Él es una señal de que Él está trabajando en usted para salvación, si desprecia su llamado sepa que está atesorando ira para para el día de la ira.

 

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