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Sabroso es al hombre el pan de mentira; Pero después su boca será llena de cascajo.” Proverbios 20:17

La mentira aborrezco y abomino; Tu ley amo.” Salmos 119:163

Cuando no conocemos al verdadero Dios, quizá nos dé enojo cuando alguien nos mienta en determinadas cosas (digo en determinadas cosas, porque aunque no lo creamos en ese estado nos gusta ser engañados, especialmente en el área espiritual y emocional, pues por la ausencia de la verdad, la mentira se acomoda a lo que nosotros en nuestra carne queremos oír), pero no aborrecemos la mentira que hay en nosotros, no la abominamos, al contrario, la usamos en sus diferentes variaciones para favorecernos en nuestra carne. Ese amor por la mentira es igual a no amar la Ley, es decir, no amar la Palabra de Dios, que es la Verdad.

Pero, ¿qué no se quiere decir cuando se afirma que los que no conocen a Dios no aman la Palabra de Dios?

- No se está diciendo que aborrecen el libro como tal. Hay algunos que no aman la ley, pero tienen colección de Biblias, y otros, o los mismos, pagan grandes sumas de dinero por Biblias lujosas, para colocarlas en un lugar “estratégico”, abierta en el Salmo 91, usándola como amuleto para supuestamente “irradiar energía positiva” en toda la casa o lugar de trabajo.

- No se está diciendo que no la leen. Hay varios motivos por los cuales los que no aman la ley aun así lean la Biblia: ▫ Algunos la leen con el propósito no de querer mudar sus vidas conociendo a Dios por medio de ella, todo lo contrario, la leen para tratar de hacerla ver como un libro sin valor, incluso algunos como un libro no conveniente o peligroso, le buscan supuestos errores y contradicciones, lo hacen ver como un mito o leyenda, o como dijo un alemán que viajaba en un barco con nosotros: “no me gusta, tiene mucha sangre, violencia.” ▫ Otros la leen para enorgullecerse de que la han leído. ▫ Muchos, para buscar pasajes bíblicos, sacándolos de contexto, para justificar sus falsas creencias y demás pecados que no quieran abandonar, algo similar a los judíos que creían en la venida del Mesías y que diligentemente escudriñaban las Escrituras, pero que aborrecieron hasta la muerte a la Palabra de Dios encarnada, a nuestro único Señor y Salvador Jesucristo.

- No se está diciendo que no dan algún valor a su contenido. Podemos ver a muchos asistiendo a las iglesias, abriendo y leyendo en los pasajes que se les pide leer, pero la Biblia, aunque es la completa, perfecta y suficiente revelación de Dios para el día de hoy (Ap. 22:18-19), para ellos no es suficiente, esperan nuevas revelaciones, las que como es lógico, si llegan a aparecer no proceden de Dios. Para estas personas, aunque digan amar la Biblia y la usen, lo extrabíblico es en últimas lo que realmente tiene valor supremo para ellos. La Biblia, en esencia, les es igual a lo que los israelitas decían del maná en el desierto: “…no hay pan ni agua, y nuestra alma tiene fastidio de este pan tan liviano.” (Nm. 21:5)

¿Qué se quiere decir cuando se afirma que los que no conocen a Dios no aman la Palabra de Dios?

Quiere decir en palabras crudas, que para ellos la Palabra de Dios no es la fuente, la única fuente, por la que son alimentados espiritualmente con la vida de Cristo. Su apetito por la mentira los lleva a desechar la única Verdad, para ir en pos de banquetes que envenenan sus almas, pero que se disfrazan como el Pan del cielo. Ellos creen que se puede amar a Dios sin necesidad de escudriñar y meditar la Biblia, no creen que despreciar las Escrituras de esta manera es igual a despreciar a Dios. Jesús dijo: “El que no me ama, no guarda mis palabras...” (Jn. 14:24)

¿Y por qué a ellos les parece sabroso el pan de mentira y como consecuencia aborrecen la Palabra de Dios? Porque su corazón es engañoso y perverso (Jer. 17:9), y porque son esclavos del padre de la mentira, de satanás (Ef. 2:2; Jn. 8:44). Y siendo esto verdad, ¿cómo puede salir agua dulce de una fuente de agua salada?

Caso contrario ocurre con todo aquel que es liberado de la esclavitud de su pecado y de satanás, al ser unidos a aquel que cargó sus pecados, que recibió el castigo eterno por él y que venció la muerte para hacerlo una nueva criatura. Esta persona por tener ahora en su alma al Espíritu Santo y la savia de Cristo corriendo por las venas de su espíritu, ama las Escrituras y por ello, tal como Esdras, prepara su corazón para inquirir o examinar cuidadosamente las Escrituras, para cumplirla y para enseñarla a otros (Esd. 7:10). Por esta unión, ahora con la Verdad, tiene una tendencia natural de aborrecer, abominar la mentira que está en su viejo hombre, quiere, con toda su alma, erradicarla de sí para no pecar contra su Dios bondadoso.

¿Cuáles evidencias podemos percibir de que el que ama la Palabra de Dios aborrece y abomina la mentira?

- Aborrece y abomina toda creencia errada. Todo aquello que creyó que era contrario a la Palabra de Dios en su contexto, cosas que veía como vitales ahora las mira como lo que son, un veneno mortal (idolatría, nuevas revelaciones, ocultismo, ateísmo, evolucionismo y todo aquello que contradiga las Escrituras en su contexto). Esta es una de las razones por la cual toma en serio el estudio de las Escrituras, pues quiere saber qué cosas hay escondidas en la biblioteca de su alma que sean sutiles y profanas creencias.

- Aborrece y abomina hacer cosas perversas en lo oculto, en donde “nadie” lo ve, para luego presentarse en público como si no hubiese hecho nada malo. Ya no quiere ser más como los que se muestran justos ante los hombres, pero que por dentro están llenos de hipocresía e iniquidad (Mt. 23:28)

- Aborrece y abomina la mentira como moneda para conseguir algo y como arma para defenderse o atacar. Le avergüenza recordar la forma como usó la mentira para alcanzar “éxito” en asuntos de la vida diaria, también cuando la usó para defenderse negando hechos que le comprometen, y cuando como espada la usó para dañar a otros.

- Aborrece y abomina decir verdades a medias. Sabe que esta fue una forma sutil que usó para esconder algo, para mentir.

- Aborrece y abomina atar hechos reales de tal amera que al final haga creer cosas que no son ciertas.

- Aborrece y abomina la vanidad. No quiere ser ya más como una semilla vana, que solo es bonita por fuera, pero por dentro no posee nada de provecho. No quiere ser más como el proverbio de la mujer bonita y apartada de razón, la cual es como un anillo de oro en el hocico de un cerdo. (Pr. 11:22)

- Aborrece y abomina la malicia. No quiere ser más como los judíos quienes a pesar de ver que Jesús actuaba santamente, le decían: “…demonio tiene.”

- Aborrece y abomina el quedarse en silencio cuando tiene que hablar, y el hablar cuando tiene que quedarse callado.

En sentido general, el que conoce a Dios abomina y aborrece todas las formas en la que la mentira se presenta, por ello si en algún momento cae en ellas como le pasó a Pedro, llora amargamente y no la celebra como lo hacía cuando estaba en el mundo.

Vale la pena preguntarnos seriamente ¿nos parece sabrosa la mentira o la aborrecemos?

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