El pueblo de Dios recibió una derrota inesperada; sus enemigos eran mucho menos numerosos, y aun así tuvieron que huir delante de ellos. La reacción de Josué fue orar, con duelo por la derrota, porque no era de esperarse. Para Josué, el nombre del Señor estaba siendo deshonrado.
Así como Josué, cuando estemos en confusión, debemos acudir a la fuente primara: a Dios. Ahora, véase que la respuesta de Dios es que Israel había pecado, cuando fue un hombre quien tomó de lo que el Señor había prohibido. De esta manera, es claro que el pecado de uno nos afecta a todos.
El pecado personal tiene consecuencias en la iglesia y en la sociedad, como muestra la historia. El pecado es terrible, y si no hemos sido castigados aún, no es que seamos mejores, sino que Dios es misericordioso, y entregó a su Hijo por nosotros, y hoy nos sigue llamando al arrepentimiento.