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Cómo invitar a las personas a creer en Cristo, según el libro de Hechos

Cómo invitar a las personas a creer en Cristo

El énfasis está en lo que Dios hace. Dios no se presenta como un espectador, esperando a que el hombre actúe, y si no actúa, luego tiene que quedarse impotente ante la voluntad soberana humana. A su vez, fíjese que en el contexto de la soberana omnipotente obra divina, está la exigencia muy clara de arrepentirse y convertirse... (Foto: Chris Yarzab/flickr)

 

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Cómo invitar a las personas a creer en Cristo, según el libro de los Hechos

Miremos cómo la gente llegó a creer en Cristo, según nos relata el libro de los Hechos. Lo más notable es la falta de técnicas especiales para lograr una respuesta a la invitación a creer.

Hechos 2:36-39. Pedro no tuvo oportunidad para hacer una invitación. El Espíritu obró mientras él predicaba, y los pecadores reaccionaron con una pregunta; veamos qué fue lo que Pedro les dijo en el versículo 38 y lo que no les dijo. Los llamó a un cambio en su manera de pensar las cosas; los llamó al arrepentimiento. No les puso a hacer algo diferente a bautizarse; y el bautismo ya como ordenanza eclesiástica. Lo que hizo fue hacerles entender que su salvación era “en el nombre de Jesucristo” y que era porque el Señor su Dios les había llamado. El énfasis está en Dios, en su salvación y en su actuación, no en alguna actuación humana. El sacramento no es lo que produce la salvación, sino que es el fruto y sello de la salvación ya obrada por Dios.

Hechos 3:18-26, 3:26 Para vosotros en primer lugar, Dios, habiendo resucitado a su Siervo, le ha enviado para que os bendiga, a fin de apartar a cada uno de vosotros de vuestras iniquidades. El énfasis está en lo que Dios hace. Dios no se presenta como espectador, esperando a que el hombre actúe, y si no actúa, luego tiene que quedarse impotente ante la voluntad soberana humana. Pero, fíjese que en el contexto de la soberana omnipotente obra divina, está la exigencia muy clara de arrepentirse y convertirse. Recordemos Lam. 5:21 Restáuranos a ti, oh Señor, y seremos restaurados; renueva nuestros días como antaño. Jer. 31:18 Ciertamente he oído a Efraín lamentarse: “Me has castigado, y castigado fui como becerro indómito. Hazme volver para que sea restaurado, pues tú, Señor, eres mi Dios.” Hechos 4:4

Fíjese en Hch. 4:23-31, mirando especialmente los versículos 29-33. La evangelización de los apóstoles y demás cristianos era, según el texto, sencillamente el anuncio de la palabra… y la gente creía. Claro, había sanidades y señales. No entremos en el tema de los milagros hoy, sino sólo para citar 5:12-16. Miremos el lugar de los milagros en el crecimiento de la iglesia al seguir el relato inspirado del Espíritu Santo en Hechos. La iglesia crecía. ¿Sería por los milagros?

Miremos Hch. 5:25,42. Vemos la misma actividad evangelística otra vez, es decir, la enseñanza y la predicación. No vemos milagros, pero sí evangelio. Acordémonos del capítulo 4, cuando Pedro y Juan estaban ante el concilio por razón del cojo sanado; finalmente el concilio los absolvió, en los versículos 21 y 22. En ese momento de crisis, los apóstoles no obraron otro milagro para librarse de la situación.

Hch. 6:8, Esteban también, a quien los apóstoles habían impuesto las manos, obraba grandes prodigios y señales, pero lo que más nos relata el Espíritu Santo es un sermón apologético suyo, 7:2-53; por demás, sermón que Esteban no logró terminar (Esteban no se salvó por un milagro).

Hch. 8:4, los cristianos anunciaron el evangelio.

Hch. 8:5, Felipe también predicaba el evangelio. Los apóstoles habían puesto las manos sobre él, y obró señales, 8:7,8. Los versículos 12,25,(35,36),40 contienen el mismo énfasis. Es interesante la ausencia de técnicas para lograr decisiones. El Espíritu obraba, y la gente decidía. Después era bautizada. Fíjese en Hch. 10:44-48, aquí se presenta la conversión de los gentiles después de oír el evangelio. No se convirtieron por la señal de lenguas, sino que una vez fueron convertidos por la soberana acción del Espíritu Santo con la predicación, recibieron también este don. No había necesidad de técnica alguna para identificar a los convertidos, sino que Dios mismo se manifestó haciendo muy claro el cambio. Fíjese en Hch. 11:20,21, y observe la sencillez de la conversión de los griegos en Antioquía, por razón de la actuación de la mano del Señor con su palabra. Lo que observamos en estos pasajes es que Dios salva. Y lo hace directamente con el anuncio de las buenas nuevas. No relata necesidad de mecanismos para que la gente tomara su decisión y fuera salva. Hch. 13:43,48 muestra otra vez la espontaneidad de los oyentes al creer en Cristo. El cambio era evidente.

Hch. 14:1 declara lo mismo que vamos viendo. El caso de Lidia y los de su casa, Hch. 16:13-15, muestra la obra de Dios y la respuesta de las personas objeto de la obra de la gracia de Dios con el evangelio anunciado. Lo que notamos es que las conversiones fueron reconocidas, sin necesidad de buscar maneras de identificar y de retener a los convertidos. El caso de carcelero de Filipos indica lo mismo, Hch. 16:29-33. En Tesalónica, Hch. 17:1-4, al creer algunos, se juntaron con Pablo y con Silas. En Berea también, Hch. 17:10-12, algunos oyeron el evangelio certificado por las Escrituras, y creyeron, sin necesidad de algo más. En Atenas, Hch. 17:30-34, fue por la explicación de la verdad de Dios que algunos creyeron, versículos 22-29. Pablo habló, no con invitación, sino con mandamiento para arrepentirse. En Corinto, Hch. 18:4-8, nuevamente era cuestión de comunicación del evangelio, y algunos creyeron y fueron bautizados. En Éfeso, Hch. 19:4-6, Pablo anunció a Jesucristo, los discípulos oyeron y fueron bautizados. Fíjese lo que pasó más tarde, versículos 18-20, el fruto del evangelio se ve en la reforma de costumbres y en el crecimiento de la iglesia.

He aquí algunas conclusiones que sacamos de este breve repaso:

1. La invitación a creer en Cristo es algo muy sencillo,
2. La invitación a creer en Cristo va acompañada con el anuncio del evangelio,
3. Cuando la invitación es aceptada se debe a la obra soberana de Dios,
4. Las personas que respondieron a la invitación mostraron su fe por sus obras. Fueron bautizadas.

Nuestro enfoque evangelístico debe ser el mismo que hemos visto aquí.

 

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