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¿Qué cosa es el Calvinismo?

¿Qué cosa es el Calvinismo?

El calvinismo es el sistema bíblico que intenta presentar en orden todas las doctrinas bíblicas orgánicamente relacionadas y llevarlas a la experiencia y a la práctica que Dios ordena. De manera especial, el calvinismo enfatiza la soberanía absoluta de Dios en la creación, la providencia y la salvación. (Foto: Susan/Flickr)

 

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¿Qué cosa es el Calvinismo?

El Calvinismo es mucho más de lo que llamamos “los cinco puntos”. Es mucho más que la doctrina de la predestinación. Esas doctrinas, si, son elementos del calvinismo, y la persona que no las crea no tiene derecho de llamarse calvinista. Pero, el calvinismo va más allá y mantiene estas doctrinas solamente en el contexto de todas las doctrinas bíblicas. El calvinismo es el sistema bíblico que intenta presentar en orden todas las doctrinas bíblicas orgánicamente relacionadas y llevarlas a la experiencia y a la práctica que Dios ordena. De manera especial, el calvinismo enfatiza la soberanía absoluta de Dios en la creación, la providencia y la salvación. Es la teología de la gracia de Dios. Es la filosofía que abarca toda la realidad de Dios, del mundo de Dios, del hombre y su deber y su relación con Dios. Detallemos más:

1. El calvinismo es un sistema teológico que SE OCUPA DE DIOS. Él es la fuente, el rector, y el fin de todo. La meta del calvinista es reconocer a Dios en todo, obedecerle en todo, darle gracias por todo, rendir todo culto solamente a Él, y buscar sólo Su gloria. Es teocentrismo. Es un hecho histórico, tomando todo en general, que el calvinismo se ocupa de Dios de una manera en que las otras corrientes no lo hacen. Dios es reconocido como único supremo y absoluto en su autoridad eterna, gobernando todas las cosas según su voluntad eterna. Dios es único santo, santo, santo, creador, sustentador, único sabio, único Dios, y dentro de Su soberana voluntad está incluido el mundo tal como lo creó en el orden de sus funciones y operaciones; incluido de manera especial el ser humano, creado a Su imagen y bajo obligación y privilegio de obedecer y honrar a Dios y sujeto al castigo del Dios justo si no lo hace. No hay ni el más mínimo detalle que no esté incluido dentro del decreto eterno divino. Esto nos presenta muchos misterios, porque lo que vemos todos los días en el mundo parece negar la omnipotencia de Dios o Su bondad o ambas virtudes. Pero como escribió Herman Bavinck, “El hecho de misterio es el elemento vital de la teología dogmática. La verdad que Dios reveló en la naturaleza y en las Escrituras sobre sí mismo sobrepasa por mucho la comprensión humana. En este sentido, la dogmática se ocupa con nada más que misterios, siendo que no se ocupa con criaturas finitas, sino desde el principio hasta el fin, se eleva por encima de toda criatura hacia el eterno e inacabable Dios soberano”.

2. El calvinismo se ocupa de la GRACIA DE DIOS. Si, así es, porque el pecado entró en el mundo por un hombre y por el pecado, la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron, Ro. 5:12. Allí está el hecho clave para entender la gracia en sus dimensiones plenas. Por el pecado entró la muerte, la muerte de todos, y, por lo tanto, necesariamente es Dios quien tiene que salvar. Tiene que salvar a los muertos, muertos espiritualmente. Se hicieron necesarias la redención y la regeneración, obras cien por ciento de Dios. A Dios la gloria. La redención que Cristo obró es eficaz; la regeneración que el Espíritu obra es invencible. A la pregunta de por qué algunos son redimidos y regenerados y otros no, el calvinismo encuentra la respuesta en la voluntad secreta del Dios soberano, en las doctrinas de la elección y la reprobación. Claro, el calvinista no inventa estas doctrinas para resolver un enigma, sino que las aprende del Espíritu Santo en la Biblia. ¿Por qué Dios resolvió salvar a algunos, a muchos, cuando ninguno merecía ser salvo? No había en medio de todos alguno mejor que otro. La respuesta a esta pregunta no la sabemos; Dios no nos lo dice en la Biblia aunque; sí, nos dice que la salvación es para mostrar las riquezas de Su gracia. Claro está que otras corrientes teológicas creen en la gracia de Dios, pero no con la consistencia bíblica con que lo cree el calvinismo.

3. El calvinismo se ocupa de LAS SAGRADAS ESCRITURAS. Son su única autoridad absoluta. Ni en cuestión de evaluar la autoridad de las Escrituras el calvinismo reconoce otra autoridad. La confirmación de ellas es ellas mismas, autenticadas por el Espíritu hablando en ellas. La autoridad de Dios para Su iglesia y para Su mundo no es una jerarquía eclesiástica; no es la conciencia humana; no es el consenso social; no es la voz de la historia; no es la de las supuestas nuevas revelaciones de Dios; no es la de la filosofía de moda. La Biblia es autoridad absoluta y única en lo que el hombre debe creer y hacer, e impera sobre todos y siempre. Las normas de interpretación de la Biblia salen de ella misma y son siempre las mismas. Todo esto ha llevado a las iglesias calvinistas a prestar atención al texto bíblico más allá de lo que otras corrientes teológicas en general han hecho. Para tal fin, han insistido en los idiomas originales, un ministerio bien formado intelectualmente y la preparación al máximo de cada creyente, ya que cada uno es responsable directamente delante de Dios para hacer Su voluntad. La iglesia debe estar ocupada en la exposición constante de todas las Escrituras, estas aplicadas a la totalidad de la vida de todas las naciones y culturas en todas las edades. No se admiten desviaciones, nunca, por ninguna razón, de lo que la Biblia enseña, aunque, claro, tomando en cuenta todo lo que la Biblia dice. En la práctica, el cumplimiento de esta exigencia se vuelve difícil, pues, los hombres no han podido ponerse de acuerdo en algunos puntos en cuanto a qué dice en verdad la Biblia, pero esto no quita de la necesidad de insistir en el principio de la autoridad de la Biblia como tal.

Esta autoridad rige para orden en la iglesia, su gobierno y su culto, todo bajo las ordenanzas de Dios, prohibiendo lo que Dios no manda y exigiendo todo lo que manda. En esto había una diferencia entre Lutero y Calvino. Lutero decía que si Dios no prohibía algo, era permitido. Calvino decía que si Dios no mandaba algo, era prohibido. La sabiduría de Dios es mayor que la humana y Dios tiene derecho de ser adorado de la manera que Él quiere. Él sabe con cuál forma de culto el hombre recibe mejor provecho e instrucción. El principio normativo de las Escrituras, en cuanto a la aplicación, es, repito, sumamente difícil, pero si bien es muy difícil su aplicación, es de todas maneras válido como guía y meta.

Las iglesias calvinistas son algo parcas en su forma de culto, unas más que otras. Por ejemplo, unas no permiten el uso sino de los salmos en el cántico. Tal cual no permite ni instrumentos musicales. Las diferencias de aplicación no anulan el principio que el calvinismo sigue. Dentro de este punto, las iglesias reformadas cuidan mucho que Dios, y no el hombre, reciba toda la honra. El enfoque del culto es Dios, no el hombre. El culto es para Él, y no es para que el hombre se sienta bien. Claro está, el adorador que rinde culto a Dios resulta feliz, porque para esto Dios lo hizo y en esto el hombre es plenamente realizado.

4. El calvinismo se ocupa de LA LEY DE DIOS. Dios es supremo sobre todo y todos, y, por lo tanto, todos tienen que obedecer Su voluntad. La conocemos en Su ley. La ley sirve un triple propósito: primero, convencer al pecador de su culpa, mostrándole su pecado y mostrándole su incapacidad para volverse a Dios; segundo, la ley cumple el propósito de señalar a Jesucristo, único Salvador; tercero, sirve para guiar al cristiano que en amor desea vivir de agrado ante Dios en gratitud por su salvación. El cristiano reconoce que la ley no es para justificación, porque no la puede cumplir, y aun como cristiano, reconoce que no la guarda perfectamente y que no la puede guardar en nada sin el poder del Espíritu Santo.

5. El calvinismo se ocupa del MUNDO CREADO POR DIOS y bajo la autoridad de Dios. Es así porque el mundo creado es de Dios y es una fuente de revelación. El cristiano quiere entender el mundo para comprender mejor a Dios en Su bondad, poder, y sabiduría. Por eso, es estudioso de todo. A la vez, quiere reclamar el mundo para Dios, y para ello, se ocupa, primero en la evangelización, pero también en la política, en la justicia, en la educación y en el servicio social. Es decir, según su vocación y oportunidades, el cristiano se ocupa de todo, porque todo es de Dios. En su vocación o empleo específico, quiere hacer todo para la gloria de Dios, y tiene todo como servicio a Dios y como testimonio ante la sociedad, como cumplimiento de una de las razones de su existencia sobre la tierra.

Muchos rechazan enfáticamente el título “calvinismo”, y quizás sea mejor que todos lo hagamos, pues bajo esta etiqueta se albergan una gran cantidad de sospechas y extremismos que nada tienen que ver con el calvinismo auténtico e histórico. Y, el término suena como si uno fuera seguidor de Juan Calvino. No fue Calvino quien inició el calvinismo. Existía mucho antes. Agustín, Pablo, etc., eran calvinistas. ¿Se ha fijado que hemos identificado el calvinismo sin referencias a Juan Calvino? Pero, querer o no querer, para ser honestos, tenemos que identificarnos cuando alguno nos pregunta de cuál corriente somos. Podemos decir sencillamente que seguimos la Biblia, ni más ni menos. Y así es o así debe ser, pero tal respuesta es más que ingenua. La respuesta es correcta, pero no explica mayor cosa. La misma respuesta dan todas las corrientes teológicas y no teológicas cristianas. Uno puede evitar el término “calvinista” y en su lugar nombrar toda la lista de doctrinas que acabamos de detallar y otras, o con mayor facilidad puede decir sencillamente que es “calvinista”. El problema grave es que si uno se identifica así, fácilmente la persona interlocutora entiende por “calvinismo” una realidad muy diferente de lo que es. Por esta razón, si no otra, es mejor añadir a la identificación alguna explicación o aclaración.

A la luz de los cinco puntos arriba (que no son “los cinco puntos” históricamente conocidos como calvinismo), me atrevo a decir que todo creyente verdadero es calvinista. Pero, obviamente algunos son más consistentemente calvinistas que otros. Es que la esencia del calvinismo es la misma cosa que la esencia del cristianismo. El que no cree esta esencia no es cristiano. Las doctrinas detalladas son de los arminianos también. Sí, así es. Por eso venimos diciendo que todo cristiano cree estas cosas. Pero AQUÍ ESTÁ LA DIFERENCIA: el calvinista mantiene estas doctrinas con mayor consistencia bíblica. El arminiano no lo hace en la misma medida. Tal deficiencia no es algo inocente, pero tampoco anula su estado de creyente en Cristo. Estamos bajo la obligación de creer la verdad, porque Dios es la verdad. Dañamos algo o perdemos algo cuando creemos, propagamos y vivimos una mentira. Debemos honrar a Dios creyendo y profesando la verdad. Pero todos somos inconsistentes en alguna medida, y no por eso Dios nos ha desechado. Tampoco debemos desecharnos los unos a los otros, aunque, sí, debemos esforzarnos para ayudarnos mutuamente a corregirnos y a crecer en Cristo.

No afirmarnos que el calvinista es un mejor cristiano que el arminiano. Lo que afirmamos es que el calvinista tiene todas las posibilidades de ser un mejor cristiano; debe serlo, pero por el pecado, muchísimas veces vive por debajo de la verdad que cree. Su vida cristiana es imperfecta precisamente porque no practica su calvinismo. El arminiano también a veces es inconsecuente con sus creencias teológicas, y vive por encima de ellas. Su teoría es deficiente, pero su vida, pese a ello, es buena, pero es buena precisamente porque no es fiel a lo que teóricamente cree. Afirmamos que el calvinista que cree y vive de acuerdo con su calvinismo es un cristiano que honra perfectamente a Dios. Afirmamos por el otro lado que el arminiano que vive consecuente con sus creencias, no es cristiano. Lo que cree es otro evangelio. Es así en el mismo sentido en que el católico romano que cree y vive según el dogma oficial romano no es cristiano. Su salvador no es Jesucristo, porque uno no puede tener su confianza en otro ser diferente de Cristo y ser salvo por Cristo. De la misma manera el arminiano consecuente no puede confiar en sí mismo y a la vez confiar en Cristo. O Cristo es único Salvador de uno, o Cristo no es Salvador de uno en ningún sentido. Afirmamos que el arminiano por supuesto puede ser cristiano, pero lo es sólo en la medida en que abandone, de corazón por lo menos, los distintivos del arminianismo. Si confía exclusivamente en la gracia del Dios único por medio de Dios el Hijo, Jesucristo, quien se ofreció a sí mismo en rescate eficaz y único por el pecado, y si por medio de la fe únicamente, la fe un don de Dios, recibe a su cuenta gratuitamente la propiciación y la justicia de Cristo, si además cree que comenzó a vivir por la obra de Dios el Espíritu y sigue viviendo por Él, buscando la gloria de Dios en todo según la voluntad de Dios y en amor y gratitud a Dios, el tal arminiano es cristiano — y es calvinista. Así enseñó Calvino; así enseña la Biblia.

El calvinismo, pues, es la expresión, la explicación más pura, más consecuente del cristianismo. En cuanto una corriente se aparte de él, en esa medida su pureza merma, y las posibilidades de equivocaciones van en aumento. Es el sistema teológico que más honra a Dios y más garantía da al hombre pecador con respecto a la paz con Dios y la vida eterna. Que no tengamos los errores por inocentes. Siempre y en alguna medida estos llevan a consecuencias negativas en nuestra manera de pensar, hablar y actuar.

¿Cuál es preferible, un arminiano con muchas ideas equivocadas, pero fiel en su amor a Dios o un calvinista con toda su teología exactamente bíblica, pero fariseo de corazón y práctica? ¡Claro que el arminiano! Pero mejor todavía que tanto el arminiano como el calvinista fueran calvinistas consecuentes. Que no nos contentemos con las cosas a medias.

A Dios toda la gloria; en esto está la gloria del calvinismo.

 

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