El Dios todopoderoso dice en su Palabra: “…El que me ama, mi palabra guardará… El que no me ama, no guarda mi Palabra…” Juan 14:23-24 (Foto: countrygirl0/flickr)
El texto habla de dos clases de personas: los que aman a Dios y los que no aman a Dios.
Los que aman a Dios siguen la Palabra de Dios, es decir, las Sagradas Escrituras. Esto quiere decir que se preocupan por leerla, por profundizar en ella, por ponerla en práctica y por enseñarla. Este es el resultado de haber sido unidos al Jesús verdadero, quien literalmente cargó sus pecados, murió por ellos en la cruz y resucitó para darles vida nueva.
Los que no aman a Dios, no es que necesariamente expresen odio hacia Dios, por el contrario, pueden decir que lo aman, o sienten que lo aman, dicen que confían en Él, dicen que sin Él no pueden vivir, pero no reflexionan en que amar a Dios no es una emoción. Como confían en sus sentimientos no ven la necesidad de guardar la Palabra de Dios. No ven la necesidad de leerla, de profundizar en ella, por tanto, no la pueden poner en práctica; porque uno no puede poner en práctica aquello que no conoce. Ah, pero también hay personas que no aman a Dios, y aun así leen la Biblia. Estos la leen para calmar sus conciencias, o para disputar con otros, o para buscar textos a los que sacan de su contexto para justificar sus falsas creencias o sus prácticas perversas. La evidencia de que alguien no ama a Dios es que tiene una vida alejada de la santidad que enseñan las Escrituras, creyendo en cosas que Dios abomina, solo preocupado por lo temporal, por lo terrenal. Estos, sin duda, se perderán eternamente, porque la Biblia dice en 1 Corintios 16:22 “El que no amare al Señor Jesucristo, sea anatema. El Señor viene.” La palabra anatema quiere decir maldito.
Con toda honestidad, sin engañarse, ¿cuál de los dos tipos de personas es usted?
a. Una que ama a Dios, cuya evidencia es que guarda la Palabra de Dios. R:___
b. Una que no ama a Dios, cuya evidencia es que no guarda la Palabra de Dios. R:___