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Los diez mandamientos - 8

Mandamiento8Miniatura

Moisés resulta corriendo, porque un policía lo vio. ¿Escapará? ¿Tiene razones para huir? Este es el comienzo de la historia, donde además la profesora Sofía explicará el quinto mandamiento.

 

 

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Los diez mandamientos. Historia para niños - 8 parte

 

Niños, ¿recuerdan que en la clase pasada Moisés escuchó sobre el Día del Señor? Pues bien, después de escuchar sobre el Día del Señor, se sintió acusado, porque, de lo que recuerda, ni él ni su familia nunca fueron a una iglesia en donde se predicara solo la Biblia. Y además, ahora que estaba fuera de su casa, aprovechando que los domingos era el día que muchas personas subían a la montaña a adorar a la imagen del Señor arrodillado, ayudaba a esconder las cosas que sus compañeros de vacancia robaban.

Bueno, al regresar a las cuevas, vio de lejos varias patrullas de la policía. Vio que habían cogido a varios niños y que, juntamente con la policía, había señoras y señores. Ahí se preguntó: "¿Y será que mis papás vendrían con la policía a llevarme?" Y mientras tanto, que él se frenaba para no seguir hacia las cuevas, vio que un policía se quedó mirándolo y lo señaló.

Ahí entonces Moisés salió corriendo desesperado y pasaba entre los carros como un rayo. Después de mucho correr, miró hacia atrás y, al no ver a nadie, pero fatigado, dijo: "¿Y ahora qué hago? Ellos ya saben en dónde estoy. ¿Ahora en dónde me quedo esta noche?" Esperó varias horas y, finalmente, regresó de noche a las cuevas.

Al llegar, se dio cuenta de que ya no estaban Ratón ni otros niños. Sus papás, con la policía, los habían venido a llevar. Raúl, al que le decían Caníbal, dijo:

—¿Qué hubo, chino? Uy, hermano, yo me pillé que usted salió corriendo, pero no preguntaron por usted, ¿sabe? Uy, esos viejos chillaban cuando veían a sus hijos.

Casi me hacen berrear esos manes. A mí nadie me busca porque mis papás ya murieron, pero usted, chino, los tiene vivos, yo lo sé. Yo sé que usted tiene los papás vivos, hermano.

Regrese a su casa. ¿Para qué se queda aquí en este lugar comiendo basura y sufriendo? Regrese, hermano.

Solo que siempre el miedo de Moisés no lo dejaba, pero también el saber que no podría hacer lo que quisiera. Eso no lo dejaba regresar. Así pasó la semana, hasta que llegó el día de la reunión y él fue a participar.

Cuando él llegó, la profesora tenía en un cuadro un coro escrito que tenía el título: “Quiero yo obedecer”.

Ella lo estaba enseñando. Cantaba así:

Obedecer, Dios lo dice bien, lo sé. Yo sí le obedeceré.
Quiero yo obedecer, a mamá obedecer.
Ella quiere mi bien, le obedezco yo también.

Dijo la profesora luego:

—Niños, ¿ustedes aman a Dios? ¿Aman a sus padres?

Todos los niños respondieron:

—Sí, profesora.

Anita levantó la mano y dijo:

—Profesora, yo sí amo a Dios. Yo siento que lo amo. También a mis papitos.

La profesora dijo:

—Muy bien, niños. Ustedes dicen que aman a Dios y a sus papitos. Ahora les pregunto, ¿les obedecen?

Todos los niños quedaron en silencio. Dijo la profesora:

—Miren que el coro dice: “Quiero yo obedecer”. ¿Ustedes quieren y buscan de verdad obedecer a Dios y a sus padres?

Moisés dijo para sí:

—Parece que hoy me van a dar otra paliza con esa enseñanza…

Dijo la profesora:

—Hoy vamos a estudiar un poco sobre el quinto mandamiento de la Ley de Dios. Vamos a leer el mandamiento. Está en Éxodo capítulo 20, versículo 12.

Y mostrando una lámina, dijo:

—Lean conmigo: “Honra a tu padre y a tu madre para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da.”

—Repitamos: honra a tu padre y a tu madre para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da.

Éxodo 20:12.

Niños, ¿qué dice Dios que Él da a los que honran a sus padres?

Los niños se quedaron en silencio hasta que Walter dijo:

—Alarga los días. Pero, ¿y qué es eso, profesora?

La profesora dijo:

—Si lo miramos literalmente, dice que la persona que honra a los padres vive muchos, muchos años. Pero antes que vivir muchos años, lo que más indica es que serán días bien vividos.

Pues hubo siervos fieles, como el rey Josías, que vivió poco tiempo comparado con otros. Como también hubo personas muy infieles, aquellos que vivieron muchos años antes del diluvio.

Un hijo, niños, que honra a sus padres, es lógico que sufre menos. Es menos disciplinado de parte de ellos, es valorado, es amado, no sufre especialmente cargos de conciencia como el que vive deshonrando a sus padres. No se desviará del camino verdadero. O no tendrá que decir un día, como el hijo insensato de Proverbios 5:12 al 14, que dice:

“¿Cómo aborrecí el consejo, y mi corazón menospreció la reprensión? No oí la voz de los que me instruían, y a los que me enseñaban no incliné mi oído. Casi en todo mal he estado, en medio de la sociedad y de la congregación.”

Moisés miraba a la profesora con mucha atención. Y cuando ella lo miraba, le parecía que la profesora solo se estaba dirigiendo a él, que toda la enseñanza era solo para él.

Dijo la profesora:

—Pero sabiendo que honrar a los padres es bueno, niños, entonces es necesario saber lo que significa. Niños, honrar a los padres incluye muchas, muchas cosas. Hoy solamente vamos a ver algunas, pero espero que estas sean suficientes para que ustedes se den cuenta si están honrando o deshonrando a sus padres.

En primer lugar, honrar a los padres, según las Escrituras, niños, es obedecer a nuestros padres en el Señor en todo, cuando están presentes o cuando están ausentes. Eso lo encuentran en Efesios 6:1 y en Colosenses 3:20.

Niños, conocí a un niño de nombre Camilo, que era elogiado por sus padres, pues mostraba cierta obediencia. Ah, pero cuando sus padres escucharon una enseñanza de lo que significaba obedecer, se dieron cuenta de que su hijo no obedecía por amor o desinteresadamente. Tampoco era porque quería hacerlos felices.

—¿Saben para qué lo hacía?

Lo hacía para ganar cosas, para evitar la disciplina, o para que los demás lo elogiaran y dijeran: “Uy, ese Camilo, cómo es de obediente.” Además de ello, él les obedecía solo cuando ellos lo estaban viendo, pero cuando estaba solo, no se importaba por obedecer.
Niños, aunque Camilo, en apariencia, obedecía en algunas cosas a sus padres, en realidad eso no es honrar a sus padres. Honrar a los padres es obedecer en todo tiempo y en todo lo que ellos nos ordenan conforme a la Palabra del Señor, sin ningún interés personal. Es obedecerles por amor a Dios.

Moisés dijo para sí:

—Por lo menos ese Camilo, aunque interesaba, hacía caso, pero yo, que ni por juguete que me dieran, hacía caso...

La profesora continuó:

—En segundo lugar, niños, honrar a los padres es no enojarnos con ellos, ni insultarlos, y mucho menos agredirlos físicamente. Ustedes pueden leer en Proverbios 21:15 y también leer Mateo 5:21 y 22.

Niños, cuando un niño se enoja con sus padres, los insulta y los agrede, esto es una evidencia de que odian a sus padres. Puede que sientan que los aman:

—Uy, yo amo a mis padres, a mi mamá y a mi papá...

Pero el enojarse con ellos, el insultarlos y el agredirlos es igual a estarlos matando.
Respecto al odio a los padres, hay algunos que directamente actúan como esos niños que son rebeldes, y que oyen gritando a sus padres, y que hacen pataletas. Pero hay otros que aparentan amor, pero en su corazón detestan a sus padres.

—¿Sabían? Sí, hay niños, hay hijos que aparentan amor para con sus padres y los tratan con aparente cariño, pero por dentro los están aborreciendo, los están odiando.

—¿Parece mentira, verdad?

Pues bueno, la Biblia registra que David tuvo un hijo llamado Absalón. Él aparentaba amar al papá, pero por detrás estaba buscando su mal. Estaba buscando quitar a su padre del trono de Israel para quedarse como rey.

—¿Y saben qué? ¡Lo consiguió!

Pero él no se contentó con sentarse en el trono de Israel, no, niños. ¿Saben qué hizo? Luego buscó la muerte de su propio padre. Solo que, finalmente, el que murió fue Absalón y no David.

Moisés dijo para sí:

—Bueno, aunque nunca le pegué a mi mami ni a mi papi, reconozco que he sentido odio por no darme lo que yo quiero. Yo sí reconozco que los he insultado, pero uy... ¡ese Absalón me llevaba mucha papa, hermanos!

—Uy, bueno —dijo la profesora—. En tercer lugar, honrar a los padres es ser sinceros con ellos. Es no buscar engañarlos.

Ustedes pueden leer en Génesis 37 y en Proverbios 17:21.

—Niños, aquí podríamos meter nuevamente a Absalón, porque fue con engaños que llegó al trono, ¿verdad? Pero también podemos meter aquí a la mayoría de los hijos de Jacob. Ellos vendieron a José, que era su propio hermano. Lo vendieron como esclavo porque tenían envidia. Realmente querían ir a matarlo, pero finalmente lo vendieron como esclavo. Y para justificar su desaparición, untaron de sangre la bata de José y le quisieron hacer creer a Jacob que una fiera lo había matado.

Oh, niños, pero también hay niños que, aunque no lleguen a buscar literalmente la muerte de sus papás como Absalón, maquinan, sí, maquinan de qué manera hacen que sus padres les den, hagan o piensen lo que ellos quieren, usando la falsedad, la mentira.
Muchos papás, tristemente, por un amor errado hacia los hijos, son fácil víctima de engaños de sus propios hijos, niños. Conozco dos niños, uno llamado Rosendo y otro, Demetrio, que eran dos niños terribles. Hacían mucho daño en el pueblito en donde ellos vivían. Todo lo hacían para divertirse, y ellos eran en verdad esos niños que no escuchaban a nadie para obedecer.

Cuando las personas, enojadas, les decían a los padres sobre la maldad de sus hijos, estos padres, en cambio de agradecer, ¿saben qué hacían? Se enojaban y defendían a sus dos hijos:

—¡Nuestros hijos no hacen eso!

Los papás nunca creían que sus hijos hacían lo malo, y de eso se aprovechaban los hijos, pues cuando les preguntaban a sus padres sobre las acusaciones, ellos negaban con firmeza el no haber hecho nada, y sus padres les creían, tristemente:

—Nosotros no hemos hecho eso. Nosotros no hicimos eso. Es que la gente inventa...
Y ellos les creían.

Moisés dijo para sí:

—Mis papás no son como esos. Ellos no me comían carreta.

Dijo la profesora:

—En cuarto lugar, honrar a los padres es no robarles. Niños, todo lo que nuestros padres han recibido de Dios es nuestro también. Si hay casa, los muebles que están en la casa, las cosas que están en la cocina, en la sala, el dinerito que ellos llevan para la casa... todo, obviamente, es para nosotros. Pero son nuestros padres los que deciden si debemos coger algo o no.

La codicia que está en todo corazón lleva a los niños a querer robar a sus propios padres para gastarlo en cosas de su gusto. ¿No es verdad?

Oh, niños, es triste que muchos padres tengan que colocar todo bajo candado para que sus hijos no roben, ¿no es cierto?

Entonces Moisés dijo para sí:

—¡Este sí es un golpe directo al ojo!

Entonces dijo la profesora:

—En quinto lugar, honrar a los padres es no despreciarlos.

—Ah, pero olvidé —dijo ella—, olvidé decirles el texto que ayuda con relación a no robarles a los padres. Está en Proverbios 19:26.

—Entonces, ahora sí vamos a continuar con la quinta parte. Honrar a los padres es no despreciarlos. Niños, hay hijos que solo buscan de los padres lo que desean, ¿cierto? La comida, la ropa, los juguetes, las diversiones, etc., pero se avergüenzan de ellos delante de los amigos. Muchos, por vanidad, quisieran que sus padres fueran de la alta sociedad, personas importantes, para mostrarles a los amigos que son importantes, que no son de cualquier familia. Por la vanidad hacen eso.

Bueno, niños, pues resulta que una señora que reciclaba papel —es decir, recogía papel para poder vender— tenía un hijo. Ella amaba entrañablemente a su hijo y se esforzaba más de lo común para darle a su hijo lo mejor. Con mucho sacrificio y negándose para ella muchas cosas, le dio estudio a su hijo, lo sacó adelante.

Pero cuando él llegó a su adolescencia y luego a su juventud, procuró que nadie lo viera con su mamá. Incluso, cuando alguien lo vio con ella, después él decía que ella era una empleada de sus padres:

—No, ella no es mi mamá, ella es una empleada de mi papi y de mi mami.

Cuando su mamá supo que su hijo se avergonzaba de ella, ¡oh, niño!, lloró amargamente. Lloró, lloró, lloró, lloró, pensando en lo que su hijo estaba haciendo con ella. Pero ella también, valientemente, le dijo a su hijo:

—Bueno, hijo, si te avergüenzas de mí porque soy una recicladora de papel, entonces el dinero que gano para darte de comer, para tu ropa y para tu estudio, tampoco tiene valor. Es despreciable. Por ello, desde hoy, hijo, no recibirás más nada. Es hora de que te sostengas tú mismo.

Niños, pero también hay hijos que menosprecian a sus padres, aunque sean ricos, famosos y poderosos. —Sí, no puede ser. ¿De verdad? ¿Cómo? Si la mayoría quieren tener unos papás ricos, poderosos, famosos para enorgullecerse.

Pues sí, hay hijos que también desprecian a ese tipo de padres. La historia del hijo pródigo, que está en Lucas 15, ahí nos damos cuenta de ello. Esa historia nos muestra que un joven, ese joven, no amaba realmente a su padre.

Para él, lo importante era lo que su padre tenía. Y por ello fue que él tuvo el coraje, el grandísimo error, de pedirle a su papá la herencia. Y eso era como desearle la muerte a su propio padre.

Y él, insensiblemente, al pedir la herencia, cuando su padre con humildad se la entregó, él la recibió y fue y la malgastó. Para él, su padre no valía nada; solo valía lo que su padre tenía.

En sexto lugar, niños, honrar a los padres es no burlarse de ellos, no escarnecerlos.
Ustedes pueden leer en Génesis, capítulo 9, versículo 18 al versículo 29, y leer también en Proverbios 30:17. Niños, nuestros padres, como nosotros, cometen muchos errores. Ellos son pecadores, como nosotros.

Ellos hacen muchas cosas erradas, pero no por ello, como hijos, debemos burlarnos de ellos o difamar lo que ellos hacen. Noé, después de haber pasado el diluvio —tristemente, después de aquel momento tan difícil— sembró un viñedo y, después, entonces hizo un vino y, tristemente, después se emborrachó.

Sí, parece increíble, ¿verdad? Un hombre que andaba con el Señor, se emborrachó. Sí, hizo algo errado. Y luego de emborracharse, se quedó dormido en su tienda, sin ropa, completamente desnudo.

Entonces su hijo entró y lo miró. Y, en cambio de cubrir a su padre, ¿saben qué hizo? Salió a contarles malintencionadamente a sus hermanos sobre la desnudez de su padre. Pues, ¿saben qué castigos hubo con esto? Esto le costó una maldición a su descendencia.

En séptimo lugar, niños, honrar a los padres es ayudarles en lo que se pueda.
Les ruego que lean en Mateo 15:1 al 5. Mateo 15:1 al 5. Niños, muchos hijos, por la pereza, por la vergüenza o por otros motivos, no ayudan a sus padres. Solo se aprovechan de ellos.

Muchos padres, especialmente cuando llegan a una edad en la que necesitan de ayuda, son completamente ignorados por sus hijos, quienes sacan toda excusa para no ayudarles. Jesús enseña que todo hijo que, pudiendo, no ayuda a sus padres, es un hijo que está maldiciendo a sus padres.

Moisés dijo para sí:

—Estoy perdido... a mí nunca me gustó ayudar en nada.

Entonces la profesora preguntó:

—Bueno, niños, después de haber estudiado algunos puntos sobre lo que significa la honra a los padres, ahora les pregunto: ¿hemos deshonrado o honrado a nuestros padres?

Los niños, que estaban bien concentrados pensando en lo que la profesora les decía, agacharon la cabeza y dijeron:

—Los hemos deshonrado.

Dijo la profesora:

—Les ruego que en esta semana mediten mucho en este mandamiento. Ahora, para terminar, vamos a cantar el coro “Quiero yo obedecer”. Coloquémonos de pie. Vamos a cantar.

Quiero yo obedecer, a Dios siempre obedecer.
Él es bueno, Él es fiel, debo yo obedecer.
Quiero yo obedecer, a papá obedecer.
Dios lo dice bien, lo sé, yo sí le obedeceré.
Quiero yo obedecer, a mamá obedecer.
Ella quiere mi bien, le obedezco yo también.

Pero Moisés, como siempre, salió antes de terminar el coro. Se fue muy pensativo, porque casi todo lo que la profesora dijo le había caído a él.

—Bueno, si Dios lo permite, en la siguiente clase vamos a escuchar sobre el sexto mandamiento que dice: “No matar”.

Dios los bendiga, niños.

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