La profesora Sofia le pedirá el favor a Moisés de que apague la luz del salón, donde están todos los niños. Cuando lo haga, alumbrará a Perla, y aparecerá una sombra a todo su alrededor. La profesora utilizó esto para explicarles más sobre el cuarto mandamiento. Esto sí que será útil para todos nosotros.
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Los diez mandamientos. Historia para niños - 7 parte
Amados niños, en la primera parte sobre el Cuarto Mandamiento, la profesora Sofía nos enseñó con la Biblia que, en el Antiguo Testamento, Dios ordenó a los israelitas guardar el día séptimo como día de reposo. Ese día ellos conmemoraban el reposo por parte de Dios de toda la obra de creación, pero también el reposo de la esclavitud al ser sacados por Dios de Egipto. En ese día tenían que dejar de trabajar y hasta los animalitos tenían que descansar.
El día se celebraría adorando con gozo de manera especial a Dios, escuchando Su Palabra, cantándole a Él con himnos y cantos espirituales, orando a Él, descansando totalmente en Él. A esto se le llamaba obra de piedad, o se le llama obra de piedad. También con gozo debían ayudar a los que estuvieran en dificultades o necesidad.
A esto se le llama obra de misericordia. ¿Y tenía que ser un día de tristeza? No, un día de alegría, un día de gozo. Bueno, pues entonces vamos a escuchar la segunda parte acerca del Cuarto Mandamiento.
Después de haber cantado el coro sobre el Día del Señor, la profesora Sofía nuevamente hizo la pregunta:
—Niños, ¿pero en el Nuevo Testamento se siguió guardando el día séptimo? Digo, de manera específica, después de que Cristo murió y resucitó. ¿Ustedes qué piensan, niños?
Todos los niños guardaron silencio.
Dijo la profesora:
—No, niños, ellos no siguieron guardando el día séptimo. Comenzaron a guardar el primer día de la semana.
—Bueno, ¿y cómo lo sabemos? Vamos a subir a nuestro avioncito imaginario, ¿recuerdan? Y volvemos a la época del ministerio de Pablo. ¡Ah! Pablo viajaba a muchas partes. Vamos a ver en dónde lo encontramos. ¡Vamos a subir!
Llegamos a Hechos capítulo 20, versículos 7 al 12. ¿Qué vemos allí? Vemos a los hermanos de Troas, de la ciudad de Troas, reunidos, no el día séptimo, sino el primer día de la semana.
—¿Y qué están haciendo ellos? Miren bien. ¡Claro! ¿Y quién está con ellos también? Está el apóstol Pablo.
—Bueno, ¿y qué están haciendo? Están partiendo el pan, es decir, celebrando con ellos la Cena del Señor. Niños, con esa cena ellos estaban recordando que Jesús había sido molido por sus pecados y que Su sangre había sido derramada para ser limpiados de todo pecado.
Pero además Pablo les estaba predicando la Palabra de Dios. Niños, escuchen atentamente lo que les voy a decir: Él, Pablo, había llegado a Troas no ese mismo día. No, Él llegó siete días antes, dice el versículo seis.
Bueno, si el día de reposo en el Nuevo Testamento fuese el sábado como en el Antiguo Testamento, sin lugar a dudas Pablo y los hermanos de Troas se hubiesen congregado para ser instruidos de manera especial y para celebrar la Santa Cena el día sábado, y no el primer día de la semana. ¿No les parece?
Bueno, pero subamos nuevamente al avión imaginario. Ajusten bien sus cinturones. A ver, vamos a volar. Solo vamos a viajar un poquito. Paremos ahí. ¿Qué vemos? Otra vez al apóstol Pablo escribiendo una carta.
—¿Para quién estará escribiendo esa carta? Miremos bien. ¡Ah! Es la primera carta escrita a la iglesia que estaba en la ciudad de Corinto.
Casi al final de la carta, veamos qué dice. ¿Qué está escribiendo? Está escribiendo sobre las ofrendas que deben recoger para ayudar a otros hermanos. En el capítulo 16, versículo 2, dice que “cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo”.
¿Y saben qué dice en el versículo 1? Pablo dice que esto mismo había ordenado a las iglesias de Galacia, niños.
Esto indica que las iglesias se congregaban, no el día séptimo, sino el primer día de la semana para adorar a Dios, y era en ese día que ellos recogían sus ofrendas para ayudar a otros hermanos que estaban en dificultades.
Bueno, niños, nuevamente ajustemos nuestros cinturones porque vamos a volar. Ahora vamos a volar a una isla llamada la Isla de Patmos.
—¿Isla de Patmos? Esa isla, niños, fue utilizada por los romanos como cárcel.
—¿Y quién estaba allí? Bueno, volemos, pues. Vamos a mirar. Llegamos. Allí encontramos al apóstol Juan.
—¿Y por qué el apóstol Juan estaba ahí? ¿Sería que había robado? ¿Había matado a alguien? ¿Qué cosa mala había hecho?
—No, niños. Él estaba ahí por predicar el Evangelio.
—¿Y luego eso es malo?
—No, es muy bueno, porque es por medio de la predicación del Evangelio que Dios salva a las personas. Pero en aquella época era visto como un delito y por ello lo habían enviado como prisionero a la isla.
—Pero, ¿qué tiene que ver que Juan esté encarcelado con el Día del Reposo?
—Pues tiene que ver, porque él dice que en el Día del Señor se le presentó Jesucristo, en Apocalipsis 1:10.
—¿Y cuál es ese Día del Señor?
Niños, todos los escritos antiguos dicen que el Día del Señor que menciona Juan hace relación al día de la resurrección de Jesús, que aconteció en el primer día de la semana, y que los cristianos lo llamaron Día del Señor por ser de uso exclusivo de Dios.
Nazario dijo:
—Profesora, cuando usted habló del Día del Reposo en el Antiguo Testamento quedé muy contento. ¡Ah!, pero veo que para los cristianos fue más importante el Día del Señor que el Día del Reposo en el Antiguo Testamento. ¿Por qué, profesora?
La profesora, mirando con ternura a Nazario, le dijo:
—Oh, Nazario, qué buena pregunta. Pues bueno, para responderte, les invito a que ajustemos nuestros cinturones y viajemos de la isla de Patmos hacia otra prisión en donde tenían ahora preso al apóstol Pablo por predicar también el Evangelio. Vamos a volar.
Llegamos a la cárcel. ¿Qué está haciendo el apóstol? Está escribiendo otra carta. ¿A quién? Miremos bien.
Ah, a las iglesias de Colosas. Allí, en aquella carta, en Colosenses capítulo 2, versículos 16 y 17, dice que las comidas —es decir, las prohibidas en el Antiguo Testamento—, las fiestas realizadas en aquella época y el Día del Reposo son sombras de lo que han de venir. ¿Niños, entienden qué es una sombra? Todos los niños querían decir, pero, pues, no encontraban las palabras.
Sabían qué era una sombra, pero no lo podían explicar. La profesora les dijo:
—Niños, una sombra es la imagen oscura que, sobre una superficie cualquiera, proyecta un cuerpo que es expuesto a la luz. Vamos a hacer la práctica.
Sacando ella una linterna de la mochila, le dijo a Moisés, que era el que estaba más atrás:
—Moisés, Moisés, por favor, ¿me puedes apagar la luz de la sala? Está, mire, está ya cerca de la puerta. Gracias.
Moisés fue y apagó la luz. La sala quedó un poco oscura, y luego le dijo a Perla:
—Perlita, ven, colócate de espaldas para alumbrarte.
Perla fue, y la profesora alumbró con la linterna. La sombra de Perla se veía en la pared.
Los niños rieron porque la sombra de Perla se veía grande, gorda y despelucada.
Preguntó la profesora:
—¿Qué están viendo?
Los niños respondieron:
—La sombra de Perla.
Preguntó la profesora:
—¿Pero la sombra es Perla?
—No —respondieron los niños.
Preguntó la profesora:
—¿Entonces qué es?
Los niños dijeron:
—La sombra.
Entonces Marlén, quien casi no participaba porque era una niña muy callada, dijo:
—Profesora, la sombra no es Perla, pero muestra que realmente Perla existe.
La profesora, mirando con admiración a Marlén, dijo:
—Marlén, muy bien, así es. Ahora pregunto: ¿qué es más importante, la sombra de Perla o Perla misma?
Todos los niños respondieron:
—¡Perla misma!
Dijo la profesora:
—Gracias, Perla, puedes sentarte.
—Moisés, por favor, enciende la luz nuevamente. Gracias.
Luego que todo estaba claro, dijo la profesora:
—Así como Perla es la realidad, y de hecho más importante que la sombra, así también esa fue la razón por la que los cristianos dejaron de guardar el día séptimo y comenzaron a guardar el primer día de la semana, llamado Día del Señor. El sábado fue la sombra del Día del Señor.
Erick dijo:
—Profesora, pero aún no entiendo por qué el primer día es más importante que el séptimo.
La profesora dijo:
—Erick, gracias. Eso es lo que vamos a ver ahora, pero antes les ruego que se coloquen de pie. Vamos a cantar el coro del Día del Señor. ¡Cantemos! Vamos, a colocarnos de pie todos, por favor:
Me alegré cuando me dijeron: vamos, vamos a casa del Señor.
Me alegré cuando me dijeron: vamos, vamos a casa del Señor.
El siervo del Señor va a la casa del Señor,
en el Día del Señor, en el Día del Señor,
llevado por el amor de nuestro Salvador
para estudiar el Libro del Señor.
—Muy bien, niños, pueden sentarse. Ahora sí, vamos a ver por qué el Día del Señor es la realidad, y el séptimo, la sombra.
—Bueno, entonces, vamos a viajar nuevamente para el comienzo de la historia.
Ajusten los cinturones… ¡vamos!
—Pasamos en este momento por la primera avenida de Cristo, ahora por el período de los reyes, jueces, Egipto, Abraham, Babel, el Diluvio...
—Llegamos al jardín del Edén. Paremos. Veamos qué pasa. ¿Qué vemos?
—Vemos a Adán recibiendo órdenes de Dios, y que le dice que tenía que cuidar y labrar el huerto.
Y un poco más adelante, le dice que le diera el nombre a todos los animales.
—Pero espere, espere… nos pasamos, porque Dios le muestra dos árboles especiales: el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal.
Y le dice que de todos los árboles del huerto podía comer, menos del árbol de la ciencia del bien y del mal, porque el día que comiera, ciertamente moriría.
—¿Y qué significa eso de que moriría si comía del fruto del conocimiento del bien y del mal?
Cristian dijo:
—Ah, pues que dejaría de vivir y lo enterrarían, profe.
La profesora dijo:
—Cristian, la muerte de la que habla Dios no es solo que dejaría de vivir físicamente. Dios habla de que, cuando Adán llegase a comer del fruto, instantáneamente moriría toda su santidad, con la que había sido creado.
Es decir, moriría espiritualmente. El bien de su alma sería totalmente sustituido por la maldad, y no podría, por sí mismo, dar nueva vida a su espíritu. Luego, después, moriría físicamente.
Y al morir físicamente, si espiritualmente estaba muerto, niños, su alma quedaría separada de Dios en un lugar de tormento.
Y el día de la venida de Cristo, por segunda vez, su alma sería nuevamente unida al cuerpo, y luego de ser juzgado, sería lanzado al lago de fuego para sufrir eternamente.
A ese tormento se le llama segunda muerte.
Dijo Anita:
—¡Uy, profesora! Eso es terrible lo que está diciendo.
Sofía dijo:
—Terrible, Anita. Muy, muy terrible. Entonces, cuando Dios habló de que moriría, estaba hablando de morir espiritualmente, físicamente y ser condenado eternamente.
Y continuando con la historia, recuerden que luego, entonces, Dios creó a la mujer. La sacó del hombre mismo. Esta fue, después de ello, engañada por el diablo. Ella comió del fruto, y luego le dio a Adán, y él también comió.
—Bueno, ¿y saben qué pasó, niños? ¿Qué había dicho Dios?
Sí, en ese instante ellos murieron espiritualmente. Todo lo bueno que había en ellos murió totalmente. Se volvieron malos, niños, muy malos.
Ahora solo tendrían que esperar el momento en que Dios sacara sus almas de su cuerpo, es decir, que ocurriera la muerte física, y luego ser condenados para siempre.
Niños, la muerte había entrado al mundo, pero esa muerte no solo los afectó a ellos, niños. Esa muerte pasó a toda la humanidad, a todos nosotros. Como dice en Primera Carta a los Corintios 15:22: “En Adán todos mueren”.
Desde Adán hasta el último ser humano que nacerá sobre la Tierra, llegamos físicamente vivos, intelectualmente capaces, pero espiritualmente muertos.
No podemos entrar así a la eternidad con Dios, niños. Jesús dijo que teníamos que nacer de nuevo, en Juan capítulo 3, versículo 3. Es decir, que tenemos que ser creados de nuevo, niños.
Niños, se necesita una nueva creación, no física, sino espiritual, para poder entrar al cielo.
Otra cosa: así como Israel fue esclavo en Egipto, así todo ser humano llega a este mundo —precisamente por no estar vivo espiritualmente— siendo esclavo de Satanás, del sistema invisible de maldad inventado por este maléfico ser, llamado "mundo", y esclavo también de su propio pecado.
Entonces, se necesita ser librado también de esa esclavitud para poder entrar a la Tierra Prometida, al Reino de los Cielos, así como Israel necesitó ser librado de las garras del faraón para entrar a la Tierra Prometida aquí en la Tierra.
—Bueno… qué triste, ¿no es?
—Pero, ¿qué hizo Dios?
Niños, sin que la humanidad mereciera —porque nadie de nosotros merece nada—, ¿saben qué hizo Dios?
Envió a su Hijo, que es Dios, para hacer esa obra de creación espiritual del hombre, y para liberar, una vez y para siempre, a sus escogidos de la esclavitud del pecado, del mundo y de Satanás.
¡Qué buena noticia! ¿No les parece? Esas son las buenas nuevas.
—¿Y qué hizo Jesús para alcanzar todo ello?
La profesora, haciendo una pausa, dijo luego:
—Niños, Jesús descendió del cielo y tomó un cuerpo humano, e hizo todo lo que era necesario para que el hombre fuese una nueva criatura y quedara libre de toda esclavitud.
—¿Qué hizo? Obedeció a perfección todos los mandamientos, uno a uno, por su pueblo.
También cargó todos los pecados de su pueblo. Todos, niños, no dejó uno solo. Todos se los echó sobre sí.
—¿Qué más hizo?
Se ofreció voluntariamente para ser sacrificado en la cruz en favor de ellos, murió en la cruz por ellos, pero al tercer día venció la muerte, niños, y con ello terminó toda la obra de creación espiritual del hombre.
—¿Y cómo sabemos que esto es verdad? ¿Ustedes recuerdan al apóstol Pedro?
Bueno, en la Primera Carta de Pedro, capítulo 1, versículo 3, dice él, inspirado por el Espíritu Santo: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que, según su grande misericordia” —escuchen— “nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos.”
El primer día, Dios reposó, niños, de la obra de creación espiritual de todos aquellos que van para el cielo, así como en el séptimo día Dios reposó de la obra de creación de todo cuanto existe.
Pero no era que Israel, el séptimo día, solo conmemorara la obra de creación, sino que también conmemoraba el reposo de la esclavitud de Israel en Egipto.
—Niños, ¿recuerdan qué le ordenó Dios a Israel para que no fuera víctima de la última plaga y luego saliera definitivamente libre de Egipto?
Walter dijo:
—Profesora, yo digo. Ellos tenían que sacrificar un cordero y pintar con la sangre el borde de las puertas. Así, cuando Dios entrara haciendo juicio, pasaría por encima de esa casa.
No entraría para matar al hijo mayor.
La profesora dijo que a esa obra se le llamó la Pascua.
La profesora dijo:
—Muy bien, Walter, así es. Pues bien, niños, así como fue necesaria la muerte de un cordero para salvar a los primogénitos y para que Israel quedara libre, así también Jesús se sacrificó como aquel cordero pascual para que su pueblo quedase libre de la esclavitud de Satanás, del mundo y del pecado.
Pablo dice en la Primera Carta a los Corintios 5:7 que Cristo es hoy nuestra Pascua, que fue sacrificado por nosotros. Y en Juan 8:36, el Señor Jesucristo dice de sí mismo: “Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.”
Niños, en el día séptimo se conmemoraba el reposo de la obra de creación de todo cuanto existe y el reposo de la esclavitud de Egipto. ¿No es verdad?
Pues ese reposo —escuchen bien— de la obra de creación de todo cuanto existe es una sombra del reposo de la obra de creación espiritual del hombre, alcanzado por Cristo al resucitar el primer día.
Y el reposo de la esclavitud de Egipto es una sombra de la libertad de la esclavitud de Satanás, del mundo y del pecado que todo cristiano goza por la muerte de Cristo.
¡Qué buenas noticias!
—¿Entienden ahora por qué los cristianos en el Nuevo Testamento comenzaron a guardar el primer día y no más el sábado?
Anita dijo:
—Profesora, porque el sábado era la sombra y el primer día la realidad.
Cristian dijo:
—Profesora, ¿podríamos comparar esto con Perla y su sombra? El sábado sería como la sombra de Perla, y el primer día podríamos decir que es como la Perla misma.
La profesora sonrió y dijo:
—Veo que han entendido, gracias a Dios. Ahora, niños, piensen: si Israel celebraba con alegría, con tanta alegría y devoción el día de reposo, que era una sombra del Día del Señor, del primer día de la semana, ¿con cuánta mayor alegría y fidelidad no debemos guardar el Día del Señor, asistiendo a los cultos para escuchar la Palabra de Dios, para adorarle con cánticos, e himnos y espirituales, orándole, descansando totalmente en Él y haciendo obra de misericordia en favor de otros?
—¿Han usado el Día del Señor exclusivamente para descansar en Dios, participando en los cultos y haciendo obra de misericordia?
—Niños, ¿para qué han usado el Día del Señor?
Moisés, antes de que le preguntaran nuevamente qué hizo, se escapó, pero reconoció en el camino que nunca había guardado el Día del Señor, que solo lo usaba para las diversiones, para esconder las cosas que sus compañeros más grandes robaban.
—¿Y ustedes, niños, para qué dedican el Día del Señor?
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