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Los diez mandamientos - 6

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Hoy nos corresponde el cuarto mandamiento. Son muchas las cosas que hay que aprender, desde el momento de la creación, pasando por la liberación del pueblo de Israel y hasta la época cuando Jesús estuvo en la tierra, todo, para entender parte de lo que es el cuarto mandamiento.

 

 

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Los diez mandamientos. Historia para niños - 6 parte

Niños, los jóvenes de la iglesia en que se congregaba la profesora Sofía y su esposo Eduardo, tenían la feliz costumbre de visitar determinados lugares para evangelizar luego del culto en las horas de la mañana del Día del Señor.

Ellos visitaban hospitales, orfanatos, ancianatos y otros lugares. Para ese domingo, habían planeado ir a buscar a los niños que vivían en las cuevas en la base del cerro, en donde se encontraba la imagen del Señor Arrodillado. Dijo Eduardo: “De paso, aprovechamos para entregar folletos a las personas que suban al cerro”.

Niños, ¿recuerdan qué personita se estaba escondiendo allí? Sí, Moisés. Bueno, pues cuando los jóvenes llegaron, los niños salieron a recibir a los visitantes, pues casi todos cuantos los visitaban llevaban dulces, comida y otras cosas. Moisés se dispuso a salir de la cueva cuando vio a la distancia a los jóvenes. Se dio cuenta de que dentro del grupo estaba la profesora Sofía. Se asustó y, antes que llegaran, salió corriendo y se metió en el bosque. Allí se quedó hasta que los jóvenes se fueron.

Cuando regresó, un niño le dijo: “Los manes esos dejaron esto para los chinos que no estaban”.

Era un folleto que decía Vuelve a casa y contaba la historia del hijo pródigo, que está escrita en Lucas 15:11–32. Moisés, al leer el folleto, sintió que hablaba de él. Se imaginó que la profesora sabía que estaba escapado.

En los siguientes días leyó una y otra vez el folleto. ¿Saben qué pasaba? Lloraba al recordar la casa, pues en el lugar en que estaba pasaba hambre, pasaba frío. Los niños más grandes le pegaban, pero el miedo y el orgullo no lo dejaban regresar.

Uno de los niños, de nombre Carlos, pero al que le decían Ratón, le dijo: “Moiso, chino, una señora me dio esta ropa. Es bastante y quiero compartirla con usted, mi hermano. Coja una camisa y un pantalón. Creo que le pueden quedar buenas”.

Moisés, contento, escogió y se midió la ropa. Pensó en la reunión: “Uy, podría ir a la reunión con una ropa diferente. Así no pensarán que me he volado de la casa. Gracias, Ratón, es usted un bacán”. Y el día de la reunión se fue con esa ropa.

Al llegar, la profesora Sofía estaba cantando un coro nuevo. El coro decía:

Me alegré cuando me dijeron: vamos, vamos a la casa del Señor.
Me alegré cuando me dijeron: vamos, vamos a la casa del Señor.
El siervo del Señor va a la casa del Señor,
en el Día del Señor, en el Día del Señor,
llevado por el amor de nuestro Salvador
para estudiar el libro del Señor.

“Vamos a repetirlo”, dijo la profesora. “Todos de pie, cantemos”:

Me alegré cuando me dijeron: vamos, vamos a la casa del Señor...

“Muy bien, niños, pueden sentarse.”

Niños, estamos cantando ese corito porque hoy vamos a estudiar sobre el cuarto mandamiento. Ese mandamiento habla de guardar el Día de Reposo. Está en Éxodo 20:8–11. Pero aquí solo vamos a tratar de memorizar el versículo 8, y ustedes en casa, con sus papitos, lo leen completo. Dice:

Acuérdate del día de reposo para santificarlo.” (Éxodo 20:8)

Eso está muy fácil, de verdad. Vamos a repetirlo nuevamente:

Acuérdate del día de reposo para santificarlo.” (Éxodo 20:8)

Bueno, niños, para poder entender mejor ese mandamiento, los quiero invitar a que nos subamos al avión imaginario del tiempo. No existe ese avión, por eso digo “imaginario”. Vamos a volar hacia el pasado. ¿Listos? Bueno, vamos a subir todos al avión.

Ahora el piloto nos dice: “Niños y niñas, ¿se encuentran ustedes en el avión imaginario del tiempo? Vamos a hacer un viaje hacia el pasado. Por favor, ajústense los cinturones de seguridad. Vamos a volar.”

Niños —dijo la profesora mostrando láminas ilustradas de diferentes épocas—, el avión imaginario pasa por la época de la primera venida de Cristo. Ahora está pasando por la época del rey David. Ahora pasa por la época del Diluvio y se detiene en la época de la creación. Llegamos rápido, ¿verdad?

Se detuvo en la época de la creación. Niños, ¿qué vemos allí? Vemos cómo Dios creó todas las cosas.

El primer día colocó su luz para separar la luz de las tinieblas. ¿Y en el segundo? En el segundo, vemos que separó las aguas, colocando en el firmamento una impresionante cantidad. ¿En el tercero? Separó las aguas de la tierra, apareciendo tierra seca y creando toda la vegetación. ¿En el cuarto? Creó el sol, la luna y los trillones y trillones de estrellas. ¿En el quinto? Creó los peces y las aves. ¿Y en el sexto? En la primera parte, creó a todos los animales terrestres, y finalmente creó a su máxima criatura: al hombre. Lo creó a su imagen y semejanza. ¿Y el día séptimo? No creó nada.

Bueno, la Biblia enseña en Génesis 2:2 que Dios reposó el día séptimo de toda la obra que hizo. Y en el versículo 3 dice que lo bendijo y lo santificó. Entonces Perla dijo: “Profesora, profesora, ¿y cuando dice que Dios reposó en el día séptimo fue porque se cansó de tanto trabajo?”

Sofía le dijo: “No, Perlita, Dios no se fatiga ni se cansa. Lo que está enseñando es que nuestro Dios dejó de crear. Todo cuanto tenía planeado crear, lo hizo en esa semana. Ahora, cuando dice que lo bendijo y lo santificó, quiso decir que lo separó de manera especial para Él, para que los seres humanos en ese día dejaran de hacer lo que normalmente hacen en la semana y reposaran de manera especial, alegrándose en el Señor, haciendo exclusivamente lo que Dios determinó para ese día, algo que veremos más adelante”.

Bueno, niños, habiendo visto que Dios reposó en el día séptimo y lo bendijo y lo santificó, vamos ahora a volar nuevamente, pero regresando en nuestro avión imaginario del tiempo, para saber otras cosas muy importantes acerca del día de reposo en el Antiguo Testamento. ¿Listos? Bueno, ajústense, por favor, los cinturones de seguridad, que el avión va a partir.

Estamos en este momento pasando por la época de Noé, ahora por la torre de Babel. Ahora llegamos a la época de Abraham, ahora por la época de Jacob. ¿Qué vemos? Vemos a José en Egipto, primero como esclavo y encarcelado, y ahora como gobernador. Ahora vemos a Jacob y a su familia toda en Egipto. Vamos a seguir volando. ¿Qué vemos? Ahora vemos que los descendientes de Jacob, llamados israelitas, se multiplicaron impresionantemente, pero que también fueron esclavizados por los egipcios, trayendo mucho sufrimiento para ellos.

¿Qué vemos ahora? Ahora vemos a Moisés siendo usado por Dios. Vemos las plagas que Dios envía sobre Egipto. ¿Pero para qué? Dios las está enviando porque el faraón no quiere dejar ir a su pueblo para la tierra prometida. ¿Pero qué vemos? ¿Qué estamos viendo? ¡Qué faraón tan necio! Sí, vemos que el faraón, a pesar de todas las plagas, no deja ir al pueblo del Señor para adorarle.

¿Y ahora qué vemos? Vemos a Dios, niños, anunciando el envío de la última plaga. Todos los primogénitos —es decir, el hijo mayor de cada familia y también de los animales— morirían. Pero para que no aconteciera eso entre los israelitas, Dios les ordena sacrificar un cordero sin defecto. Les ordena pintar los bordes de las puertas de cada casa con la sangre, y en la noche, en familia, comer asada la carne del cordero.

Bueno, los israelitas tal vez no entendían mucha cosa, pero obedecieron. Ellos obedecieron, le creyeron a Dios. Y Dios, en esa noche, entró de manera especial a Egipto con su juicio y dio muerte a todo hijo mayor en cuya casa no estaba la sangre del cordero.
Niños, fue horrible, porque ni la casa del faraón quedó libre de la plaga: su hijo mayor también murió. En cada casa, niños, había no menos de un muerto. Pero en la casa de los israelitas, ninguno. ¿Y por qué ninguno? Porque un cordero —ahora sí podemos entender—, un cordero sin defecto, figura de Cristo, había muerto en favor de los primogénitos de cada casa.

A ese libramiento, Dios lo llama Pascua, que significa pasar por alto, pasar de largo. Fue en ese momento cuando el faraón y los egipcios, llenos de pavor, llenos de terror, echaron a los israelitas de Egipto. Finalmente, niños, los israelitas quedaron libres de la esclavitud de Egipto. ¡Qué bueno! ¿No les parece?

Bueno, sigamos nuestro viaje. Ahora vemos a Israel en dirección a la tierra prometida. Lo vemos pasando por el mar Rojo, el cual Dios abrió para que Israel pasara por tierra seca. Vemos ahora a Israel acampando en el Sinaí, lugar en donde Dios le dio los Diez Mandamientos, uno de los cuales es el cuarto: es sobre el día de reposo.

Allí en el Sinaí, no sólo de manera audible, sino también escrita, Dios estaba diciendo qué se debía hacer en ese día de reposo. Bueno, interesante, ¿no? Dios dice que los israelitas debían dejar de hacer todo lo que durante la semana hacían. Que nada ni nadie en cada casa —incluyendo los animales— debían trabajar. Todos debían reposar, debían descansar, pero reposar en el Señor. Es decir, haciendo lo que Dios destinó para ese día. Algo que, por proceder de Dios, beneficiaría al pueblo y glorificaría a Dios.

Y no debía aprovecharse el descanso para hacer cosas ofensivas a Dios, cosas que, por obvias razones, son perjudiciales para el hombre. Dios dice que el pueblo tenía que reposar en el día séptimo, porque en seis días creó todo y reposó de la obra de creación en el día séptimo. Así que el día de reposo, niños, fue una señal de que el Dios de Israel fue quien creó absolutamente todo en el tiempo que Él dice en su Palabra.

Niños, pero además, Israel no solo debía guardar el día de reposo como señal de que Dios lo había creado todo, también como conmemoración de que Dios lo había hecho reposar de la esclavitud de Egipto. Que lo había librado, lo había sacado de ese yugo duro con brazo fuerte y brazo extendido, como enseña Deuteronomio 5:15.

Entonces podemos decir que los israelitas, en el día de reposo, celebraban la finalización de la obra de creación de todo cuanto existe y la libertad o reposo de la esclavitud de Egipto. En ese día, de manera especial, ellos debían acercarse para alegrarse en Dios, adorándole, escuchando su Palabra para ser alimentados espiritualmente, orándole, colocándole todos sus pedidos y agradecimientos a Él, cantándole con gozo por ser su Dios y sirviéndose los unos a los otros de manera especial, como sirviéndole al Señor.
Niños, era un día de alegría, era un día de felicidad, un día de alegría y no de tristeza. Todos los otros pueblos, al ver que los israelitas guardaban de manera correcta el día de reposo, podrían notar que ese día era una señal real entre Dios y su pueblo. Es decir, que el verdadero Dios era el Dios de Israel, y que Israel era el único pueblo de todas las naciones niños, de todas las naciones de la tierra que tenía como Dios y Rey al único Dios que existe.

Nazario, pensando en todo ello, dijo: “Profesora, eso es muy bonito. ¡Ah, cómo me gustaría estar allí en aquel momento, profesora! Pero, profesora, ¿ellos guardaron como debían el día de reposo, con esa alegría, con esa felicidad, así como nos estás diciendo?”
La profesora dijo: “Nazario, tristemente, te tengo que responder que no. Por un lado, los deseos de la carne de muchos y la codicia de otros hizo que las personas no guardaran como debían el día. Pero además, después, los líderes religiosos hicieron de ese día un día no de alegría, sino de tristeza”.

“¿Y por qué? Pues comenzaron a hacer prohibiciones y determinar cosas erradas, como si vinieran de Dios. La llegada del día de reposo, con el tiempo, se convirtió fue en un tormento, y no en un día deleitoso, como Dios les enseñó.”

“Entonces, vamos ahora a volar en nuestro avión imaginario hasta cuando Cristo vino a la tierra, para hacer su obra en favor de su pueblo. Ajustemos los cinturones. Vamos a volar... ¡Ya! Llegamos, llegamos a la época en que Cristo estuvo por primera vez aquí en la tierra.”

En Mateo 12, vemos a Jesús confrontando duramente a los líderes religiosos en el día de reposo. La disputa, niños, se dio porque en pleno día de reposo los discípulos tuvieron hambre. ¿Y qué hicieron? Comenzaron a arrancar espigas y a comer. Los religiosos los ven y atacan, diciendo que eso es pecar contra el día de reposo.

¿Y qué dijo Jesús? Les recordó que David, cuando huía de Saúl, por el hambre comió los panes que se colocaban en el lugar santo, y que sólo los sacerdotes judíos podían comer. Con esto, les estaba enseñando que lo que prohíbe Dios en el día de reposo era trabajar por ganancia. Pero que, si la persona estaba pasando hambre, necesidad, y no tenía nada, le era lícito coger algunas espigas para mitigar su hambre.

Dijo que el día de reposo se hizo para favorecer al hombre, para beneficiar al hombre, y no para perjudicarlo, y que Él, Jesús, era Señor del día de reposo.

¿Y qué aprendemos de esto, niños? Que en el día de reposo era lícito hacer obras de necesidad. Pero escuchen: solo si eran de verdadera necesidad.

Bueno, ¿y qué más hizo Jesús en ese día?

En ese día, Jesús entró a la sinagoga, lugar en que las personas se reunían para adorar al Señor, escuchando su santa Palabra para ser alimentados en su espíritu, alabándole con himnos y cánticos espirituales. A esto se le denomina obras de piedad.

Este tipo de obras no era una opción, sino una obligación.

¿Qué más hizo Jesús en ese día?

Niños, allí mismo, en la sinagoga, había un hombre que tenía seca una mano, es decir, una mano bien enferma, bien enferma. Y los religiosos, siguiendo la tradición, decían que era prohibido sanar en ese día. Y tentando a Jesús para tener de qué acusarle, le preguntaron:

—¿Es lícito sanar en el día de reposo?

Jesús les respondió:

—¿Qué hombre habrá de vosotros que tenga una oveja, y si esta cayere en un hoyo en el día de reposo, no le eche mano y la levante? Pues, ¿cuánto más vale un hombre que una oveja? Por consiguiente, es lícito hacer el bien en el día de reposo.

¿Y saben qué hizo? Delante de todos, sanó al pobre hombre.

Niños, a este tipo de obras se le llama obras de misericordia.

En el día de reposo, las personas podrían visitar a los enfermos y necesitados, e ir a compartir la Palabra de Dios con los que no pueden ir a escuchar, y evangelizar a los que no conocen a Dios.

Pero viene una pregunta: ¿Y en el Nuevo Testamento se siguió guardando el día séptimo?

En la segunda parte sabremos qué pasó. Pero ahora vamos a cantar el coro —dijo la profesora—. Colóquense de pie.

Niños, si Dios lo permite, en el próximo audio vamos a ver la segunda parte acerca del día de reposo: ¿Qué pasó en el Nuevo Testamento?

Dios los bendiga y Dios los guarde.

 

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