Hemos llegado al último mes del año y el ambiente empieza a cambiar: se encienden las luces navideñas, las vitrinas se adornan de manera especial...
La navidad es acerca de Dios hecho carne
Hemos llegado al último mes del año y el ambiente empieza a cambiar: se encienden las luces navideñas, las vitrinas se adornan de manera especial, las compras se activan, muchos entran en tiempo de descanso y vacaciones… todo gira alrededor de celebrar la Navidad. Sin embargo, corremos el riesgo de olvidar cuál es el verdadero sentido de esta temporada. Debemos enfocarnos y no perder el norte.
El gran mensaje de la Navidad se encuentra en Juan 1:14: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.” De esto se trata la Navidad: Dios se hizo carne, nacido de mujer.
Un gran misterio que nuestras mentes limitadas no pueden comprender. Él habitó entre nosotros, por lo cual puede comprendernos; y está lleno de gracia y de verdad, lo cual nos abre el camino a la vida eterna.
Dios se hizo carne. El Señor Jesucristo, Dios eterno, en obediencia al Padre vino al mundo, nacido de una mujer: “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley” (Gálatas 4:4). Todo con el fin de cumplir el plan eterno de salvación. Como explica Calvino: “Cristo no habría sido Mediador si no hubiese sido verdadero Dios y verdadero hombre. Su divinidad y su humanidad estaban unidas para reconciliarnos con Dios.”
(Institución, vol. 2, cap. 12). Lo más maravilloso es que, aunque se hizo carne, jamás dejó de ser Dios, como también señala Owen: “La gloria de la encarnación consiste en que el Hijo eterno tomó nuestra naturaleza sin dejar de ser lo que siempre fue: verdadero Dios.” (La gloria de Cristo, cap. 1). Así, en una sola persona, encontramos dos naturalezas: Jesucristo completamente hombre y Jesucristo completamente Dios.
Juan también nos dice que el Verbo se hizo carne para habitar entre nosotros, y esto nos presenta una verdad cargada de consuelo para nosotros, seres humanos débiles que vivimos en cuerpos mortales, condenados y bajo el poder del pecado.
La humanidad de Cristo le permite comprendernos y compadecerse de nosotros.
En relación con esto, Jonathan Edwards dice: “Cristo se humilló no solo al hacerse hombre, sino al hacerse un hombre pobre, débil y sufriente, para ser nuestro fiel Sumo Sacerdote.” (Miscellaneous). Esto armoniza con Hebreos 4:15: “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.” Así que arrepentidos de nuestros pecados acerquémonos con confianza a Dios por medio de nuestro eterno Sacerdote.
Juan continúa diciendo que el Verbo se hizo carne, habitó entre nosotros y está lleno de gracia y verdad. Esto es precisamente lo que necesitamos todos nosotros, pecadores. Como hombres estamos bajo la ley y, siendo honestos, debemos confesar que todos hemos caído en pecado, pues somos incapaces de obedecer perfectamente; por eso estamos bajo el justo juicio de Dios. Pero Cristo vino para llevar nuestro castigo. Como hombre murió en la cruz; no podemos hablar del nacimiento de Jesús sin hablar de su muerte. Él está lleno de gracia y verdad porque nos justifica por gracia, toma nuestro lugar y restaura en nosotros la imagen de Dios, conduciéndonos nuevamente a nuestro destino eterno.
Así que no caigamos en el engaño de reducir la Navidad a regalos, fiestas, arbolitos iluminados y un personaje regordete y bonachón volando en trineo. Volvamos la mirada a la cruz y al Niño que nació de una virgen, vivió como ser humano durante más de treinta años, murió en la cruz para darnos vida eterna y resucitó para ir al Padre. Y aún más: ha prometido que volverá por nosotros. Esa es la Navidad.
Por: Pastor Henry Piñeros
- ♦ -





