
...En aquella ocasión hablábamos de la responsabilidad de los padres de trabajar en el corazón de sus hijos y formar en ellos una cosmovisión cristiana sólida...
Educar con propósito eterno
Basado en Salmos 78:1-7
Hace seis años, en 2019, tuve el privilegio de compartir —en la providencia de Dios— una reflexión sobre los primeros versículos del Salmo 78 en el marco de la Escuela Dominical de la Iglesia Cristiana Gracia y Amor. En aquella ocasión hablábamos de la responsabilidad de los padres de trabajar en el corazón de sus hijos y formar en ellos una cosmovisión cristiana sólida.
Providencialmente, al ser invitado recientemente a escribir sobre este tema, me parece oportuno continuar meditando en los versículos siguientes del salmo, donde se nos recuerda:
“5 Él estableció testimonio en Jacob,
Y puso ley en Israel,
La cual mandó a nuestros padres
Que la notificasen a sus hijos;
6 Para que lo sepa la generación venidera, y los hijos que nacerán;
Y los que se levantarán lo cuenten a sus hijos,
7 A fin de que pongan en Dios su confianza,
Y no se olviden de las obras de Dios;
Que guarden sus mandamientos,” (V 5-7).
El salmista establece aquí una encomienda generacional: que cada padre instruya a sus hijos en la confianza en Dios y en la memoria de Sus obras. No se trata solo de transmitir conocimiento, sino de cultivar corazones que amen y obedezcan al Señor.
El salmista nos habla en este pasaje bajo un marco profundamente educativo y espiritual. Envía a los padres como responsables primarios ante Dios a transmitir a la generación venidera aquello que es más importante: la confianza en el Señor y el recuerdo de Sus obras.
El propósito no es simplemente la transmisión de información, sino la formación de una memoria espiritual en los hijos, una memoria que les ancle en la fidelidad de Dios y les mueva a la obediencia. La educación, entonces, se entiende aquí como un acto de fe y obediencia, no solo como una tarea pedagógica.
De allí la urgencia de formar una cosmovisión cristiana. Como afirma Nicolás Lammé, “no solo vivimos la vida, sino que la interpretamos”. Toda educación comunica una visión del mundo; ninguna es neutral. La educación secular parte del naturalismo, la idea de que todo existe sin Dios, mientras que la educación cristiana parte de la verdad de que Dios es el Creador y Señor de todas las cosas.
En palabras del pastor Sugel Michelén, la cosmovisión bíblica es como el polvo de café que da sentido al agua: sin ella, el conocimiento carece de propósito. Educar cristianamente no es añadir una clase de Biblia, sino enseñar cada materia desde la convicción de que toda verdad pertenece a Dios.
El Colegio Cristiano Gracia y Amor, ministerio de la Iglesia, busca precisamente eso: responder con fidelidad a este mandato, formando mentes y corazones que aprendan a ver el mundo a través de la Palabra y pongan su confianza en el Señor.
Oren por nuestro ministerio, para que cada niño y joven recuerde siempre las obras de Dios y viva para Su gloria.
Por David Bermúdez – Rector Colegio Cristiano Gracia y Amor
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