Es bueno que de tiempo en tiempo reflexionemos sobre la forma en la que nos acercamos a los asuntos del Señor (la oración, la lectura de la palabra, la observancia del día de reposo, la cena del Señor, el ofrendar, etc.). (Imagen: AI Gemini)
Pensemos en nuestro trato a los asuntos del señor
Es bueno que de tiempo en tiempo reflexionemos sobre la forma en la que nos acercamos a los asuntos del Señor (la oración, la lectura de la palabra, la observancia del día de reposo, la cena del Señor, el ofrendar, etc.). Es importante, pues en las escrituras tenemos ejemplos que nos demuestran que podemos llegar a perder la sensibilidad cuando tratamos con ellos. Veamos, por ejemplo, la exhortación que el apóstol Pablo le expuso a la iglesia en Corinto por la forma en que tomaban la cena del Señor:
1 Co. 11:21-22. Porque al comer, cada uno se adelanta a tomar su propia cena; y uno tiene hambre, y otro se embriaga. Pues qué, ¿no tenéis casas en que comáis y bebáis? ¿O menospreciáis la iglesia de Dios, y avergonzáis a los que no tienen nada? ¿Qué os diré? ¿Os alabaré? En esto no os alabo.
¡Qué palabras tan fuertes! Hay unas que parecen saltar del texto: “¿o menospreciáis la iglesia de Dios...?” Sin embargo, no es lo único que intenta expresar. Al introducir su conclusión al respecto, dice:
1 Co. 11:29-30. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí. Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen.
Si bien este texto tiene mucho que decir, hoy solo enfocaremos dos cosas:
Primero. Los hermanos corintios se estaban acercando a un mandato del Señor sin sensibilidad de lo divino. Lo hacían sin cuidado, sin moderación e incluso, pasando por encima de otros. El apóstol les reprocha este comportamiento, pues era evidente que trataban los asuntos del Señor como algo ordinario.
Si parafraseáramos el llamado de atención, podríamos pensar en esto: ¿por qué se toleró un comportamiento tan inapropiado al celebrar la cena del Señor? ¿Por qué se permitieron desconsideraciones como esas en la iglesia? De ahí que su expresión “¿o menospreciáis la iglesia de Dios...?” tenga tanto peso.
Tenemos que admitir que, como les pasó a los hermanos corintios, en ocasiones no estamos muy dispuestos a mantener rigores o cuidados para sus asuntos. Somos más prestos a hacerlo en el mundo temporal. Seguramente se deba a que aquí tenemos ojos y sanciones directas con las que no estamos dispuestos a lidiar, mientras que con los asuntos de nuestro Señor nos permitimos ser más flexibles. Para nuestro beneficio, preferimos privilegiar su gracia minimizando su santidad, y eso, a la larga, no resulta bien. Esto nos lleva al segundo punto:
El apóstol advierte a los hermanos que tal actitud no produce nada bueno. No es sorpresa entender el efecto de un descuido de este nivel. Aquí el apóstol lo expresó diciendo que el “comer o beber indignamente, sin discernir”, trae “juicio, enfermedad, debilidad”. Sin entrar en mayores detalles de lo que allí se afirma, lo que podemos ver de forma general es que esto produce un claro detrimento para el creyente.
En conclusión, el desestimar la santidad de Dios y tratar descuidadamente los medios que ha dispuesto para nuestra santificación es un asunto que debemos vigilar. En el mundo, los hombres, creyentes o no, hacen esfuerzos para lograr lo que quieren, y el apóstol mismo lo expresó en otras cartas:
1 Co. 9:25 Aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible.
2 Ti. 2:5 Y también el que lucha como atleta, no es coronado si no lucha legítimamente.
Si estas personas hacen tales esfuerzos por las cosas temporales, ¿cuánto más no debe hacer el creyente por aquello que tiene resultados para la vida eterna? Pensemos en esto y animémonos unos a otros a trabajar y tratar los asuntos del Señor cada vez con una mayor sensibilidad y excelencia.
Por Julián Castañeda
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