“Antes del quebrantamiento se eleva el corazón, Y antes de la honra es el abatimiento.” Pr. 18:12 (Foto: Paolo/Flickr)
El quebrantamiento del que habla el pasaje, al igual que la honra, no necesariamente se refiere a lo material. Por la experiencia, debe ser claro que no siempre el altivo de corazón o arrogante vive en quebranto, o en miseria económica o de salud; hay muchas personas orgullosas, imponentes o altivas que gozan de abundancia económica y de excelente salud, como puede verse en Salmos 73. A su vez, no siempre por ser humilde, por vivir postrado delante del Señor, la persona es honrada con riquezas materiales o buena salud, como puede verse del ejemplo de Lázaro, en Lucas 16:19-22. En su lugar, el quebrantamiento o la honra es esencialmente espiritual. Aun así, es cierto que ese comportamiento es muchas veces reflejado en lo material, sea financiero o de salud, Pr. 24:28-30; 23:29-35; el quebrantamiento o la honra es un estado del corazón.
El corazón se eleva por dos razones: primero, por la ausencia de Cristo en la vida de la persona, pues al estar separado de Cristo, se es altivo, orgulloso y no hay manera de dejar de serlo… ni se desea, Jn. 15:5b; Ro. 8:7; 2Ti. 3:1-5; segundo, por dejar de velar y orar, si la persona es cristiana. Todo hijo de Dios ha dejado de ser esclavo del pecado, por la obra de Cristo, pero aún tiene el viejo Adán. Si el cristiano se descuida, la vieja naturaleza se levanta y lo hace pecar, Gal. 5:16-17; Mr. 14:38
Ahora, cómo saber si se tiene un corazón altivo, las siguientes son algunas de las evidencias. Si la persona busca lo suyo, no lo que realmente le conviene, sino lo que su carne considera que le es favorable, Fil. 2:21; si no busca ni escucha consejo, en especial cuando sabe que le dirán que está errado, y cuando le toca escuchar lo correcto no lo acepta, Pr. 1:7; si actúa con terquedad, y aunque llegue a saber que está errado, para su desgracia, no da su brazo a torcer, sino que endurece su cerviz e insiste en actuar como quiere, Pr. 29:1; si se torna agresivo con aquellos que se le quieren interponer en su camino de locura, 2 Cr. 24:15-22; si no se arrepiente de sus errores, sino que su orgullo le hace creer que el arrepentimiento es una pérdida de dignidad, y por ello prefiere seguir en lo suyo, 2 Cr. 16:7-14
Los resultados más comunes de la altives de corazón son el quebrantamiento, la pérdida, y la miseria. En algunos casos puede afectar lo material, sea financieramente o de salud, pero, en cualquier caso, siempre resultará en miseria espiritual. Esta miseria será temporal en los hijos de Dios, pues Dios agravará su mano para que su hijo sienta que sus huesos envejecen, hará que este gima hasta que en su misericordia le permita arrepentirse, Salmos 32. Esta miseria es definitiva en los que van para la condenación eterna. No solo son humillados, también les es negada la paz en esta tierra, pero con mayor intensidad desde de su muerte, Is. 57:21; Lc. 16:22-31; Ap. 14:10-11
En contraste con la persona que tiene corazón altivo está el que tiene un corazón abatido o humillado, y esto se evidencia especialmente por lo que hace durante las pruebas. Esta persona: 1) acepta que se haga la voluntad de Dios y no la suya. La persona humilde sabe que seguir su propia prudencia, las inclinaciones de su corazón carnal es una necedad, la cual trae como resultado innumerables consecuencias fatales. Sabe que aceptar la voluntad de Dios, aunque no es popular ni pareciera lógica a veces, viene de alguien que es infinitamente sabio y poderoso, Pr. 3:3-6; 28:26. 2) Busca y escucha el consejo sabio; sabiendo que lo correcto es aceptar la voluntad de Dios, lo busca conocer, sea directamente acudiendo a las Escrituras, o en caso de tener dificultad en esta parte acude a alguien que usa bien la Palabra de Verdad, Stg. 1:5; Pr. 19:20; 2 Ti. 2:15; Esd. 7:10. 3) En caso de haber errado, acepta las reprensiones; no escucha por escuchar ni se queda en silencio por mero respeto. Sabe que las reprensiones son usadas por Dios para hacer más sabios a los suyos, Pr. 17:10; Sal. 141:5. 4) Se arrepiente genuinamente, no simplemente se muestra avergonzado, sino que sabe que quién encubre sus pecados no prosperará espiritualmente, pero que si por la gracia de Dios confiesa y se aparta alcanzará misericordia, Pr. 28:13; Mt. 5:23-26
Dios nunca dejará avergonzado a aquellos que se humillan genuinamente delante de su presencia. Dios los exalta, Mt. 23:12; Lc. 18:9-14; les hace justicia, Lc. 18:1-8; los guarda en completa paz, Is. 26:3-4; y son objeto de la mirada amorosa de Dios, Is. 66:2. Así, en conclusión: “Porque Jehová es excelso, y atiende al humilde, Mas al altivo mira de lejos.” Sal. 138:6
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