Probando nuestros corazones al tomar la cena del Señor
Pastor Augusto Ramírez, 3 de julio de 2016
Al celebrar la cena del Señor hay un peligro, el hacerlo indignamente. Esto significa por ejemplo hacerlo de manera ritualista, sin afecto, o por el contrario pensando que eso nos dará algún mérito. Si lo hacemos así nos hacemos culpables de la muerte del Señor Jesucristo, por tanto debemos vigilar nuestra actitud.
Para probar nuestros corazones conviene que contestemos dos preguntas: 1) ¿Por qué examinar el alma antes de participar en la Cena? Y 2) ¿Cómo debemos hacer ese examen? La primera pregunta tiene tres respuestas: porque eso rejuvenece la humillación cristiana, porque rejuvenece la gratitud cristiana, y para saber si estamos listos.
La segunda pregunta también tiene tres respuestas. Buscando las señales de un verdadero creyente; asegurándonos de que la única regla sea la palabra de Dios, y finalmente poniendo un ojo en la cruz del calvario. Es en el sacrificio de Cristo en el que obtuvimos salvación. Pidamos porque Cristo esté con nosotros.
Pasaje central: 1 Corintios 11:24-32 Reina-Valera 1960 (RVR1960)
24 y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. 25 Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí. 26 Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga.
27 De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. 28 Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. 29 Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí. 30 Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen. 31 Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados; 32 mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo.