La fe no es mérito nuestro, sino que es concedida por la gracia de Dios. Por venir de Él es que esta tiene valor. La fe no necesita ser aumentada para que sea válida, lo importante es que sea genuina. La fe es lo que nos une a Dios, es lo que nos permite perdonar y vivir sin ofendernos.
Un verdadero discípulo se niega a sí mismo y pone en práctica la fe, mediante el servicio al Señor. De ahí el ejemplo que pone el Señor Jesucristo. Debemos servir, sin esperar algo a cambio. Cristo vino a liberarnos de la esclavitud del pecado, pero solo para tener la libertad de servirle a Dios.
No se trata de si somos esclavos, o no, sino que se trata de saber de quién somos siervos, de saber a quién servimos incondicionalmente, ¿a una persona, al estado, a nosotros mismos? Nuestra condición natural es ser siervos del pecado, cuando Cristo nos libera, pasamos a servir al Señor.