David, un verdadero creyente, dice de sí mismo que es malo, pero ¿cómo es posible que un hijo de Dios hable así? Esta escena no es única, sino que se repite en el nuevo testamento, y esta vez es el apóstol Pablo quien presenta el conflicto que vive todo aquel que cree en el Señor.
Romanos 7 es uno de esos pasajes que nos deja ver la fuerza del conflicto, y la razón fundamental de este es que el pecado aún mora en nosotros. Este aún nos influencia y quisiera ganar control de todo nuestro ser. De otra parte, el Espíritu nos moldea y nos inclina hacia la voluntad de Dios.
La guerra es continua, y si alguien no la siente, es porque su vida está gobernada solo por la ley del pecado. La batalla contra el pecado debe ser intensa, debemos estar velando y no suponer que somos fuertes. Afortunadamente esta lucha no será para siempre, habrá una mañana gloriosa.