Cómo insultar a Dios (Oct, 2014)

BoletinOct2014 John Taylor/Flickr

Por supuesto nadie descaradamente se atreve a insultar a Dios, pero es fácil hacerlo, quizás sin caer en cuenta.

He aquí, algunos casos en los que lo hacemos:

En general, en lo que sea, cada vez que quebrantamos la ley de Dios declaramos que Dios no es digno de ser obedecido, y que sus preceptos no valen.

Lo anterior son solamente unos pocos casos en que desatendemos a Dios. Son para ponernos a pensar. ¿No será que vivimos tan ocupados de nosotros mismos y tan confiados de nuestra propia inteligencia que ni se nos ocurre recordar que vivimos siempre en la presencia y ante el rostro de Dios? Por ratos nos acordamos de nuestra teología, pero en general somos "ateos". ¡En cuántos líos nos metemos, cuántos errores cometemos, cuántas malas decisiones tomamos, cuántas buenas oportunidades despreciamos precisamente por no recordar que "en él nos movemos, y vivimos, y somos"!

¡Disciplina, pues! Tenemos que formar el hábito de consultar al Señor siempre en todo. Por supuesto no es siempre posible ante toda situación sacar tiempo para reflexionar o hacer una larga oración. Pero, podemos, sí, cultivar una conciencia, una mentalidad que nos amarra a clamar interiormente siempre: "Señor, enséname tu camino", Salmo 25. Los futbolistas se acondicionan a reaccionar instintivamente de cierta manera ante ciertas jugadas. Si no, no llegan muy lejos como profesionales. La disciplina necesaria en la vida cristiana es la de empaparnos de la Palabra, la de orar continuamente, la de aprender de la providencia de Dios, la de no cometer los mismos errores dos veces, la de anticipar las circunstancias en que vaya a encontrarse uno, y a preparar cuáles serán las reacciones agradables al Señor. Que no insultemos al Señor, viviendo como "insensatos, sino como entendidos de cuál sea la voluntad del Señor", Efesios 5:17.