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Creación y evolución (Mar, 2020)

Boletín marzo 2020 

No por nada la humanidad caída se ha dedicado a socavar las verdades del Génesis, porque esto es conveniente a su espiral de pecado. Pero lo más asombroso es que ante esto gran parte de la cristiandad parece no inmutarse, e incluso peor... (Foto: Sherman/Flickr)

 

El libro de Genesis inicia con el relato divino del origen del universo y de la humanidad (Génesis capítulo 1 y 2). En Edén, aquel primer matrimonio instituido por Dios, el de Adán y Eva, se gozaba en la santidad, hallándose cada uno en plena paz con su cónyuge, en paz con la creación y, por último, y aún más importante, en una relación de plena paz con Su amantísimo Creador; ajenos en lo absoluto a la experiencia del dolor, de la muerte y la enfermedad. Dios, en su consejo intertrinitario, lo había creado todo, y he aquí que todo era, bajo su excelentísimo veredicto, bueno en gran manera.

Así fue hasta que en el capítulo 3 de Génesis se nos narra la caída del hombre en pecado, a causa del cual vino la maldición de Dios en forma de justo juicio sobre la mujer, sobre el hombre y sobre la creación entera, viéndose Adán y su descendencia destituidos para siempre de la Gloria de Dios. Pero aun en medio de este panorama tan oscuro, resplandece Génesis 3:15, como un diamante de misericordia a través del cual Dios anuncia la promesa de la venida de un único y definitivo Salvador, en la forma de una simiente de mujer, que revertiría los devastadores efectos del pecado del primer Adán.

El relato de Génesis continua, dejando un reporte histórico de lo que fueron las consecuencias del pecado sobre la humanidad entera, pasando por el asesinato de Abel, en manos de su hermano Caín (capítulo 4) y el diluvio universal (capítulos 6-9), el cual puso por pura gracia divina únicamente sobre Noé y su familia la oportunidad de dar continuidad a la existencia de la raza humana, la cual aun llevaba en su sangre la condenación del pecado proveniente de Adán.

El libro de Génesis es un libro histórico y literal. Dios creó, de acuerdo con lo que dice en Su Palabra, todo cuanto existe, en 6 días, a partir de la nada, por medio del poder de Su Palabra. Adán fue un hombre real (no simbólico), que condujo a la necesidad de la venida de un segundo Adán, también real, Cristo. El diluvio fue un hecho real, el cual condujo a una vasta remodelación de la creación: la tierra tiene miles, no millones de años.

Pero, preguntará algún creyente “¿Dónde queda entonces la evolución?” Bueno, bastaría con preguntarse como creyente si resulta razonable estar de acuerdo con una teoría escrita por testigos humanos falibles que no estuvieron allí (los evolucionistas) o más bien con la verdad descrita por un Dios que revela que estuvo allí, directamente, creándolo todo. Bastaría con preguntarse cómo llegó Adán a ser hombre por medio de la evolución, supuestamente regida por la selección natural en la que la muerte del más débil es la protagonista, cuando la Biblia es clara que antes del pecado de Adán no había enfermedad, dolor ni muerte (Y si no había muerte, no podía haber selección natural, y si no había selección natural tampoco evolución, y si no había evolución ¿De dónde vino Adán según la “ciencia”?). Así como estos, existen muchos otros argumentos que deben hacernos descubrir lo incoherente que puede resultar para un cristiano creer en la creación y en la teoría de la evolución a la vez, porque, como vemos, no se trata de una discusión de religión versus ciencia, sino una discusión de la fe en la Palabra de Dios versus la fe en la teoría del hombre, una discusión entre la ciencia verdadera (descubrimientos humanos que no contradicen ni buscan suplantar a Dios) y la pseudociencia.

Y alguno se preguntará “¿pues qué importancia tiene esta discusión?”, y la respuesta es: mucha, y el impacto negativo que generamos como creyentes en medio de esta humanidad caída cada vez que negamos la literalidad de Génesis es devastador. Pues si no aceptamos y predicamos Génesis según Dios lo narra, y nos sentimos con el derecho de poder reinterpretarlo a la luz de las consideraciones de los “humanos sabios”, entonces ¿Por qué no reinterpretamos la Biblia también, en términos de moral, como en el caso del matrimonio homosexual, el aborto, la eutanasia y demás? ¿Por qué creer que somos responsables moralmente ante Dios, si según los “científicos” realmente no somos sus criaturas sino un producto del azar? ¿Por qué tendría que venir a salvarnos un Cristo vivo, real e histórico, si Adán, según los “hombres expertos” tan solo fue simbólico? ¿Cómo convencer a una persona de que la Biblia es la verdad, si en nuestro corazón consideramos que, para empezar, sus primeros capítulos son, según la “ciencia” evolucionista, al menos cuestionables?

No por nada la humanidad caída se ha dedicado a socavar las verdades del Génesis, porque esto es conveniente a su espiral de pecado. Pero lo más asombroso es que ante esto gran parte de la cristiandad parece no inmutarse, e incluso peor, en ocasiones parece prestar sus labios para favorecer dicho socavamiento, considerando incluso que el tema de la evolución no es un tema relevante que tenga algún impacto en la Salvación.

Amado creyente, la Biblia es la verdad de tapa a tapa. Nuestro llamado es a no avergonzarnos del evangelio, y a prepararnos responsablemente para poder presentar defensa, según las Escrituras, “con mansedumbre y reverencia ante todo el que nos demande razón de la esperanza que hay en nosotros” (1 Pedro 3:15), porque no es posible que transitemos con crédula ingenuidad ante el bombardeo de información que bajo el sello de “ciencia” se nos quiere hacer creer día tras día, el cual ha sido el camino de muchos jóvenes universitarios y colegiales hacia el fatídico destino del ateísmo humanista. Los científicos son seres humanos, falibles y corruptibles, tal y como lo somos nosotros, mientras que Cristo, como lo es Su Palabra, es el mismo, ayer, hoy y siempre. Al final de todo, los expertos evolucionistas e incrédulos también tendrán que verse un día cara a cara con el Creador, pero nosotros, tengamos confianza, porque Génesis es literal.

 

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