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Andando como sabios, parte 3

Andando como sabios, parte 3

Mas todas las cosas, cuando son puestas en evidencia por la luz, son hechas manifiestas; porque la luz es lo que manifiesta todo. Por lo cual dice: Despierta tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo. Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabiosEf. 5:13-15 (Foto: GC Communication/Flickr)

 

3. Algunas situaciones que evidencian una mala relación con Dios

A. Negligencia en el estudio de la Bíblia

¿Cuál es la realidad? Cuando estamos bien de salud nos deleitamos con una buena comida; de igual manera, el alma saludable, que está bien con Dios, se deleita en su alimento, proporcionado por las Escrituras: siente hambre y sed de ella, sabe que las Escrituras son el medio para ser alimentado con la vida de Cristo. Veamos un ejemplo de almas saludables; dicen que en la época de la esclavitud, los esclavos que nacían de nuevo, debido a su obligatorio sometimiento a sus amos, hacían el esfuerzo de levantarse mucho más temprano que los otros para poder meditar y alimentar sus almas con la Palabra de Dios (Sal. 119:77). De otra parte, cuando el cuerpo está enfermo, por lo general la comida nos fastidia, la comemos porque debemos hacerlo; así el alma que está mal, que está enferma, no siente ese deleite, esa necesidad imperiosa que debería experimentar por la Palabra de Dios.

¿Qué contribuye a la pérdida de interés por conocer las Escrituras? Algunas de estas situaciones son:

* La excusa de tener muchas ocupaciones. En este sentido nos parecemos a Marta, quien teniendo el privilegio de ser visitada por la persona más importante del universo, Jesús, prefirió seguir barriendo, arreglando la cocina, entre otros, antes que disfrutar de la presencia del más ilustre de los huéspedes. (Lc. 10:38-42)

* Uso excesivo de esparcimiento o distractores. Esta es otra situación que puede estar ocupando en muchos de ustedes el espacio que le corresponde al deleite de leer la Biblia. Existen diversiones sanas, que pueden ser lícitas, pero el poco dominio propio no les deja poner límites. Inicialmente al tiempo y luego a la aceptación sutil de cosas pecaminosas. Estas diversiones poco a poco van tomando control en la vida de las personas haciéndose “vitales”, hasta convertirse en una adicción similar al efecto de los alucinógenos. (1 Co. 6:12)

* La ociosidad. Esto ocurre especialmente en niños o jóvenes con excesivo tiempo libre, también en adultos pensionados o desempleados, o con empleos que dejan mucho tiempo libre. Este tiempo libre, regalo de Dios para ser utilizado para glorificar a Dios, termina siendo un espacio para deshonrarlo. El apóstol Pablo habla por ejemplo, de viudas jóvenes que por tener el apoyo de la iglesia en su sustento, podrían llegar a ser ociosas, chismosas y entrometidas (1 Ti. 5:13). Habla también de personas pertenecientes a la iglesia de los Tesalonicenses que viven desordenadamente, entrometiéndose en lo ajeno. (2 Ts. 3:11)

¿De qué forma se acercan a la Biblia?

* Dejando poco o ningún tiempo para leer la Bíblia. Muchos solo sacan unos minutos para leer “Algo de la Biblia” o aplazan su lectura continuamente para un “más tarde” que no llega, o “leo por el camino” “la escuchare en el carro” Lo triste es que al llegar la noche, ya cansados y preocupados prefieren hacer otra cosa diferente. Leer la Biblia se convierte entonces en una carga.

* Leer para silenciar la conciencia. De alguna forma la conciencia nos acusa cuando somos negligentes en la lectura bíblica; muchas veces lo hacemos para acallar la conciencia que nos dice: “No has leído la Biblia”, la persona pasa sus ojos superficialmente por unos versículos o capítulos, pero con la mente puesta en otras cosas. Es lógico que este tipo de “lectura” no produce ningún bien para el alma.

B. Negligencia en la oración. La negligencia en el estudio de la Biblia tiene una influencia directa en la oración; Dios da el privilegio a su pueblo de acercarse en oración por medio de Jesucristo. Para nuestro beneficio nos ordena orar a Él en todo tiempo: por ello para el que tiene una relación sabia con Dios, la oración lejos de ser una carga la ve realmente como un inmenso privilegio. Poder estar de manera continua elevando las oraciones al trono de la gracia por medio de Jesucristo, poder derramar su espíritu en todo tiempo sabiendo que serán escuchadas sus peticiones, y que recibirá todo aquello que pida conforme a la voluntad de Dios, no solo no lo deja ser negligente en este don, le agrada y por tanto lo cultiva (He. 4:14-16; 1 Jn. 5:14-15). Pero el que termina viendo la oración como una carga pesada. No se puede concentrar cuando ora, su mente comienza a viajar, sus oraciones se vuelven mecánicas y hasta las convierte en un amuleto (me va bien si oro, si no oro me va mal). Ni siquiera cuando tiene el tiempo y el espacio adecuado lo aprovecha para derramar su alma delante de Dios para entregarle todas sus cargas. El negligente no pide y si pide, lo hace equivocadamente. (Stg. 4:3)

C. Negligencia en los cultos. La persona que es sabia en su relación con Dios se alegra cuando va a la casa del Señor, sabe que Dios está de forma especial donde su familia se reúne delante de Él. Los cultos que se programan entre semana y en el día del Señor son un banquete para él y por nada del mundo los abandona, a no ser que haya una causa mayor (Sal. 122:1; He. 10:25). El que está mal se queja si hay varios cultos en la semana, si son largos, o si se desarollan en horas que le “desfavorece para sus intereses personales”. Termina muchas veces ausentándose justificando su inasistencia y participando más por cumplir un ritual que por tener una comunión con sus hermanos delante de su Padre o que por un deseo de ser realmente edificado por Dios.

D. Presencia de cobardía. El que es sabio en su relación con Dios le agrada a Él antes que a los hombres. No teme lo que puede hacer el hombre, está dispuesto a pagar el precio por ser fiel al Señor (Gal. 1:10; He. 13:6). Pero el que está mal con Dios ve a los hombres como gigantes, como si el bien y el mal dependiera de los seres humanos. Por ello termina haciendo lo que los hombres quieren y no lo que Dios le ordena. Su carne lo engaña haciéndoles ver cuánto puede sufrir o perder sino hace lo que los hombres quieren. Solo es fiel a aquello que no arriesgue sus intereses, solo es fiel a aquello que los hombres y el mundo le permite.

E. Vida empañada. El que es sabio en su relación con Dios procura mantener su lámpara transparente de tal manera que cada día brilla más, la coloca bien en alto para que todos vean el bien que Dios hace por medio de él, alaben el glorioso nombre de Dios (Mt. 5:14-16). El que está mal con Dios, deja que su lámpara se empañe con el humo del mundo opacando su luz. Si dice: “Yo soy cristiano, los demás responderán: “¿Eres cristiano? Yo no sabía”.

¿Cuáles son los resultados esperados por la ausencia de las Escrituras en nuestra vida? Ausencia de paz, cargos de conciencia, acciones torpes, dudas, crecimiento espiritual desnutrido; esa negligencia, esa falta de ejercitar los sentidos hace que las personas que ya deberían ser maestros bíblicos no soporten la solidez de la palabra; no avanzan en la comprensión de la palabra y viven en la rutina espiritual por siempre. (He. 5:12-14)

¿Qué hacer? El texto dice: “levántate de los muertos y te alumbrará Cristo”. Tenemos que reconocer que si los anteriores síntomas son una realidad en nosotros, estando vivos, pero actuando como si estuviéramos muertos, en este caso la humillación no solo es necesaria, es urgente y constante. No debemos parar de clamar hasta que Dios en su misericordia nos escuche y restaure nuestras almas. Es urgente, muy urgente decirle al Señor: “Señor, realmente estoy muy mal, tu Palabra que debería ser un deleite para mi alma, la estoy mirando como los israelitas miraban después de un tiempo el mana, “mi alma tiene fastidio de este pan...” (Nm. 21:5)

Orar a ti Señor, que debería ser mi alegría, se convirtió en un rito; me siento un hipócrita: cuando oro públicamente procuro utilizar un lenguaje correcto en tanto que mi corazón se encuentra lejos de ti. Asistir a los cultos que debería ser un precioso motivo para correr rápido e ir al encuentro con mi familia a reunirnos delante de ti Padre, se ha vuelto un cansancio, muchas veces ni quiero estar en ellos, o deseo que terminen rápido. No estoy encontrando deleite en ellos. Señor, yo que debería reconocerte delante de los hombres, acepto que soy un cobarde, pues muchas veces accedo a los que ellos dicen por no perder placeres de esta tierra. Me dejo dominar de los placeres terrenales, me comporto como si estuviera muerto espiritualmente. Señor ten piedad de mí, necesito que derrames tu gracia de manera abundante sobre mí. Sácame de este estado de miseria en el cual no encuentro paz, solo incertidumbre, en el cual soy piedra de tropiezo para otros, corriendo el riesgo para que tu nombre sea blasfemado. Señor, fréname en mi locura y haz conmigo lo que quieras, pero restáurame. “Oh, mi Señor, sé propicio a mí, pecador”.

Oh Dios, restáuranos; haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos”. Sal. 80:3

 

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Reunión de oración (Norte) Miércoles 7:00 p.m. - 8:00 p.m
Reunión de oración (Alborada) Jueves 7:00 p.m. - 8:00 p.m.

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