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Toda la verdad - 18 (4 páginas)

Toda la verdad 18 

Hebreos, más que cualquier otro de los 27 libros del Nuevo Testamento, explica la obra sacerdotal de Jesucristo. Claro, Romanos explica el evangelio de manera más completa que Hebreos, pero no explica tanto como Hebreos el punto central del evangelio, el que proclama que Cristo murió por nuestros pecados. (Foto: Karim Ganthous/Flickr)

La verdad gloriosa es que Jesucristo es no sólo “el sumo sacerdote de nuestra profesión”, Hebreos 3:1, sino también el sacrificio que Él mismo, como sacerdote, ofreció a Dios; se ofreció a sí mismo “por los pecados del pueblo”, Hebreos 7:27; 9:12, 14, 26; 10:10, 12. Invito al lector a hacerse el favor de revisar los siguientes textos de Hebreos, en los cuales el asunto de la purificación de nuestros pecados se relaciona con la muerte de Jesucristo. Hebreos 1:3; 2:14-17; 7:26-27; 9:12-14; 9:24-28; 10:10-14; 13:12, 20-21.

Recordemos que la carta a los Hebreos es una exhortación (o advertencia), Hebreos 13:22, con la cual el autor buscaba evitar que los lectores abandonaran a Cristo. De alguna manera supo que ellos, habiendo creído en Jesucristo para el perdón de sus pecados, se sentían ahora tentados a dejar de creer en Él. Ellos en un principio se alegraron por el privilegio de acercarse a Dios, Hebreos 7:19; 4:16. ¡Qué buena nueva era lo de poder acercarse! Hebreos 10:22. Pero, por varias razones, los creyentes empezaron a dudar si Cristo fuera o no el camino, Hebreos 2:3, o si fuera suficiente para una completa paz con Dios.

Antes de haber creído en Cristo, como eran judíos (hebreos, es otro nombre para ellos), ellos practicaban en una medida u otra todos los ritos y ceremonias de la ley de Moisés. Pero, habiendo oído la predicación apostólica, entendieron y aceptaron que Jesucristo era el cumplimiento de todos esos ritos. Creyeron en Cristo, y gozaron de la provisión del “nuevo pacto”, el cual entre otras cosas prometía que Dios sería propicio a sus injusticias y que Él nunca más se acordaría de sus iniquidades, Hebreos 8:12. El autor, por medio de la carta a los Hebreos, buscaba mantenerles firmes en la fe. Para cumplir este propósito, para dar fuerza a su exhortación, presenta un cuadro de comparación y contraste entre la ley ceremonial de Moisés, por un lado y la persona y obra de Cristo por otro.

Invito al lector a leer toda la carta de principio a fin para enterarse de los argumentos y las comparaciones que muestran que Cristo es el cumplimiento completo de lo que la ley de Moisés presentaba antes sólo mediante símbolos y figuras.

En una palabra, Hebreos quiere cautivar nuestro corazón y mente con la verdad en cuanto a Jesucristo, mostrando que Jesucristo en su persona y obra de sacerdote, es “el autor y consumador de nuestra fe”, Hebreos 12:2. Él es nuestro Salvador, nuestra salvación. No se queda nada, pero nada, a cargo de nadie en cuanto a lograr nuestra “eterna redención”.

Pero, como siempre en estos escritos sobre toda la verdad que usted está leyendo, igual como en todas las Escrituras, tenemos y queremos tener toda la verdad. Hebreos habla no sólo del “reposo” que tienen los creyentes, Hebreos 4:9-11 (ya que Él hizo toda la obra), sino que también habla de los frutos que resultan en los creyentes; habla de los deberes y de las obras de ellos, no para la justificación ante Dios, sino para lo que dice Hebreos 12:28: “Por lo cual, puesto que recibimos un reino que es inconmovible, demostremos (tengamos) gratitud, mediante la cual ofrezcamos a Dios un servicio aceptable con temor y reverencia…

¿Notó el lector en el texto Hebreos 4:11, que es deber del creyente esforzarse “por entrar en ese reposo, no sea que alguien caiga siguiendo el mismo ejemplo de desobediencia”? Es un imperativo suyo, es responsabilidad suya. El esfuerzo requerido, sin embargo, no tiene como fin pagar el perdón de sus pecados. Que esto lo entendamos bien, por favor. Tiene que ver con el deber que Dios impone sobre el creyente de obedecer a Dios, primero, para disfrutar de una consciencia en paz con Dios, lo cual logró Cristo mediante su sacrificio una vez y para siempre, y, en segundo lugar, actúa como evidencia para el creyente en cuanto a la realidad de su fe en Cristo. Dios ha decretado que el creyente crea, se esfuerce, y haga otras tantas cosas de las cuales la carta a los Hebreos también habla. Si no obedece, Dios lo desechará.

Ambas cosas son ciertas. La primera, que Cristo logró todo a favor de su pueblo para que su pueblo no tuviera que obrar, esto teniendo en cuenta que el hombre no era y no es capaz de lograr su redención. Pero, además, la segunda, es cierto que Dios exige que el creyente actúe. Es necesario que actúe en obediencia a lo mandado. Si no lo hace, será como los israelitas en los tiempos del éxodo de Egipto y el tiempo en el desierto: “¿Con quiénes se disgustó por cuarenta años? ¿No fue con aquéllos que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el desierto? ¿Y a quiénes juró que no entrarían en Su reposo, sino a los que fueron desobedientes? Vemos, pues, que no pudieron entrar a causa de su incredulidad,” Hebreos 3:17-1

Si no podemos entender cómo puede ser necesaria la actuación humana, siendo que en realidad Jesucristo, con un solo sacrificio, logró eficazmente Él mismo la salvación; sin embargo, sí, entendemos: que la Biblia, la carta a los Hebreos, enseña ambas cosas. Por lo tanto, que creamos ambas cosas, que creamos toda la verdad. Que no eliminemos ni una enseñanza ni la otra en aras de lograr satisfacer la lógica nuestra. Que no digamos que Cristo logró todo, pero que sin embargo el hombre es capaz por su rechazo dejar inoperante lo logrado, que el “cheque” es sin valor, porque falta la firma nuestra. Pero, por el otro lado, que no digamos que como Cristo logró en verdad la eterna redención de su pueblo, luego “lógicamente” no tenemos que hacer nada, no tenemos que creer, no tenemos que esforzarnos, etc. Recibamos toda la verdad, creamos toda la verdad, vivamos toda la verdad precisamente porque es la verdad, la verdad que Dios habla en las Sagradas Escrituras inspiradas por el Espíritu Santo. Lea, por favor, Hebreos, los capítulos 3 y 4. Lea toda la carta a los Hebreos. Regocíjese en la persona y la obra de Jesucristo sumo sacerdote. A la vez, reciba las advertencias que la carta nos hace a nosotros los creyentes, y temamos, Hebreos 3:12-14, 10:35-39, y Hebreos 12:15-17.

Existe un grave peligro para el estudioso de las Escrituras. El peligro es de volverse agnóstico ante las cosas de Dios. Es decir, que como uno con la mente humana no logra comprender cómo son las cosas que parecen a veces contradictorias, sencillamente abandona el estudio de la Biblia, o abandona la Biblia de un todo. Como no entiende algunas cosas, abandona todo. Es aun peor que el peligro que venimos señalando en estos escritos, el peligro de recibir una verdad, pero abandonar otra porque uno no puede reconciliarlas lógicamente las dos. Tengamos presente que la Biblia es palabra de Dios. La tenemos de Dios para guiarnos en el camino de salvación, la cual incluye el evangelio y también los frutos del evangelio. Podemos, sí, entender todo lo necesario para salvación y para santidad. Pero no entendemos todo en todo sentido. Somos creyentes. ¿No nos lo dice Hebreos? El capítulo 10 termina animándonos a seguir creyendo en Jesucristo, aun en medio de las oposiciones y persecuciones. “El justo por la fe vivirá”, Hebreos 10:38. Luego, el capítulo 11 nos relata la historia de los “héroes de la fe”. Todos fueron agradables a Dios por razón de vivir y actuar “por la fe” (25 veces encontramos la frase). Que seamos creyentes, creyentes en toda la verdad.

Una sugerencia. Es importante, sumamente importante, que seamos convencidos de la verdad mediante la voz del autor de la verdad, es decir, de Dios mismo. Por lo tanto, lea usted mismo la Biblia. Lea usted mismo la carta a los Hebreos. Léala toda, sin parar. No demorará sino máximo una hora. Léala rápido, buscando captar sólo el mensaje central. Luego, tan pronto tenga tiempo, léala la segunda vez. Léala rápido, sin detenerse para entender cada detalle, sin ponerse a discutir con el autor. Busque entender el mensaje total, el mensaje de los dos énfasis, primero, la obra de Cristo a favor de pecadores; segundo, la respuesta de los pecadores ante esta obra. Luego, léala una tercera vez, y otras veces más. Así, ya se califica para poder examinar las dificultades que la carta presenta en sus detalles. Claro, para entender bien Hebreos, es necesario tener presente con cierto entendimiento la ley ceremonial de Moisés, es decir, los libros de Éxodo, Levítico, Números, y Deuteronomio… como que la tarea se complica.

Ciertamente que sí, se complica. Lo que insistimos es, sin duda, exigente. Así es, pero tengamos presente que el esfuerzo es para oír la voz de Dios (Hebreos 3:7-8, 15; 4:7), la cual habla de Jesucristo, que habla de la necesidad que nosotros tenemos de Él como sumo sacerdote, constituido por Dios para salvarnos, y de la obra suya por la cual somos salvos. ¿Vamos a negarnos el gozo de recibir esta palabra sobre la posibilidad y la experiencia conmovedora de entrar a la presencia de Dios – con paz y deleite eternamente? ¿Es aconsejable ofender a Dios al no querer estar delante de Él, pensándole, adorando a Dios? ¿No vamos a apreciar y disfrutar este privilegio, el de contemplar y admirar lo que Dios, el Dios trino, con Jesucristo como Mediador y fiador del pacto, hizo para nuestro eterno bien y la gloria eterna de Él mismo? ¿No vamos a expresar gratitud a Dios de boca y de corazón, no sólo por la salud, el empleo, la familia, la protección, etc., etc., sino también y mucho más porque “cuando aun éramos pecadores, Cristo murió por nosotros.”?

 

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