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Para tí, Mamá (May, 2016)

Sabiduría por favor Clappstar/Flickr 

No hay duda, hermana en Cristo; ser esposa y madre no es nada fácil.

Es que te casaste con un hijo de Adán. Sí, me refiero al esposo de Eva. Tus hijos también son hijos de Adán. Todos los seres humanos nacidos después de la desobediencia de Adán en Edén nacen “caídos”. Nacen culpables ante Dios y corruptos. Es decir, nacen egoístas. Lidiar en casa con egoístas es cosa pesada. Debías haberlo pensado antes de casarte, no para no haberte casado, sino para haber estado mejor preparada de manera práctica, sicológica y espiritualmente para el oficio. El golpe de la realidad después de casarse es para algunas tan inesperado como duro, tanto que no resisten, y caen en el adulterio, en la depresión, en los vicios, y en el divorcio. Aun las que se casaron con creyentes en Cristo se enfrentan con problemas – todos los días.

¡Pero, no debemos ser tan negativos! No, tu esposo probablemente en mucho es fantástico, todo un amor. Y los hijos, ¡Qué preciosos! ¡Cómo los amas!

Dios, sabiendo cuán difícil sería el matrimonio; sin embargo, no lo abolió. Más bien, siguió con su programa, y como parte de su programa puso las Ayudas Necesarias para que el matrimonio siguiera y que fuera incluso una gran alegría – pese a los problemas que presenta para la esposa/mamá. Dios no abandonó su creación caída, sino que en su bondad –gracia común la llamamos– bendice aun a los caídos; los frena para que no hagan todo el mal de que son capaces, y los mantiene en comportamientos admirables pese a todo.

Hay otras ayudas para que te alegres en tu vocación pese a los problemas y pecados. La mayor ayuda es, por supuesto, la obra de Cristo en la cruz. Por ella, creyendo en Él, gozas de la paz del perdón de Dios. Sí, las mamás también son egoístas, y ellas también son a veces de mal genio. Pero, en la paz con Dios en Cristo, y en el poder del Espíritu suyo, aprenden a “perfeccionar la santidad en el temor de Dios”.

Hermana, ¿sabes aprovechar otra ayuda que Dios te da? Se refiere a su Palabra, por la cual da consejo e instrucción para motivarte y consolarte en el cumplimiento de tus deberes, aun en medio de las luchas. ¿La meditas día y noche? Es la voz de Dios que vivifica y guarda en las buenas obras, y que provee una segura esperanza de victoria y galardón futuro. ¡Cuantas más numerosas e imposibles las situaciones, más necesidad tienes del Consolador! Recibe sus consejos. ¡Cuán perfecta es su ley! Te enseña a ser mamá. Te enseña a ser esposa – en toda la abundancia del gozo de servir, sirviendo a la vez a Dios para su honra. ¡Sí, vale la pena seguir en la lucha! ¡Tu hogar es un proyecto de máxima importancia! No te preocupes por ser senadora; se mamá, se esposa - en los lazos del sagrado matrimonio. Allí te realizas plenamente.

Por supuesto, tienes la oración como medio de socorro y fuerza. “Invoca Mi nombre en el día de la angustia, dice el Señor; “Yo te libraré, y tú Me honrarás”, “Este pobre clamó”, dice un salmista, “y el SEÑOR le oyó, Y lo salvó de todas sus angustias”.

Ana, esposa de Elcana, oró que Dios le concediera el gozo de tener un hijo, y resultó Samuel – y otros varios. Dios oye, y Dios responde. Lo hace así, no para que confiemos en nuestras oraciones, que son muy débiles, sino para que le conozcamos y confiemos en Él, el que da vida a los muertos – según la sabiduría perfecta de su voluntad.

Es otra cosa que te ayuda: Dios hace todo según el diseño de su voluntad. Nada le es imposible, y nada de todo lo perfecto que Dios ha decretado desde antes de hacer el mundo, se queda sin hacer. ¡Qué glorioso Dios es Éste! Por medio de Cristo, nuestro sumo y misericordioso sacerdote, lo conoces, y tienes entrada a la presencia de Dios para deleitarte de sus maravillas y virtudes. No estás sola, no, ni cuando el esposo sea insensible y los hijos rebeldes. En unión con Cristo por la fe, Cristo vive en ti. Piénsalo. Aun si “te equivocaste” al casarte con quien es tu esposo, Dios no se equivocó. Goza y confía al servir y vivir con el que Dios te dio.

Una ayuda más: la iglesia. ¿Será? La gente de ella es tan problemática. Dices quizás, “Tengo suficientes problemas en casa sin cargarme con las de las hermanas (y de otros) de la iglesia”. No. Por favor, la iglesia es una ayuda. Dios no se equivocó y no se equivoca. Intégrate en la medida posible con los hermanos en la fe, hazlo con tus hijos y tu esposo si puedes, y Dios te bendecirá. Dios ama a su iglesia y se dio a sí mismo por ella. Sométete al proyecto de Dios; no te tengas como más sabia que Dios. No niegues a unirte con el cuerpo de Cristo. Dios bendice la obediencia. Su sabiduría sobrepasa la tuya.

La que persevere hasta el fin, esa será salva. Aun en la lucha –o en la victoria– hay el gozo de una buena conciencia y una esperanza ciertísima.


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